En la política española, ¿de verdad no hay nada más?

España · A. C. Sierra
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14 julio 2025
Viendo cómo está todo el panorama político en este momento, en vez de conformarnos con corruptos, en vez de renunciar a las instituciones y a la política en general y preferir la anarquía, nos ponemos mucho más exigentes con los actuales dirigentes. Ante tanto mal, exigimos con más fuerza un bien. Y nos damos cuenta de que, al ver tanto mal, aprendemos a reconocer mejor el bien que tanto ansiamos.

En el Congreso Nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoó, después de recibir el respaldo de 99,24% de los votos como presidente del Partido Popular, explicó cuál sería su plan de gobierno. Empezó su exposición con una frase contundente: “¿Cuál será el gobierno que habrá después de las siguientes elecciones generales? Solo hay dos opciones, o Sánchez o yo, no hay más”.

No tengo nada en contra de Feijoó, ni contra el Partido Popular, pero he de confesar que me asfixió escuchar esta frase: “O Sánchez o yo, no hay más”. Y la asfixia provocó en mí una gran pregunta: ¿En serio? ¿De verdad no hay nada más? ¿Esto es todo lo que hay? ¿No puede surgir otra posibilidad?

Ya digo que no tengo problemas con el Partido Popular ni con sus dirigentes, pero también es verdad que si uno mira alrededor, hay muchas cosas que se pueden mejorar ya no solo en la Moncloa sino en la oposición al gobierno actual de España. Y una de esas cosas que hay que mejorar, o al menos preguntarnos por qué no lo vemos en los partidos políticos actuales, es el que haya nuevos miembros entre sus filas. ¿Es que a caso en España no hay una generación de relevo en la política?

Planteemos la pregunta: ¿Quiénes son los rostros jóvenes de la política española? ¿Ayuso? ¿Álvarez de Toledo? ¿Belarra? ¿Montero? ¿Rufián? ¿No hay más? ¿Es esta la única posibilidad política presente y futura para España?

¿O es que a caso sí existen nuevos rostros para la política española? Y si existen, ¿dónde están? ¿Realmente hay jóvenes españoles interesados en la política de su país? Y si los hay, ¿quiénes son? ¿qué propuestas tienen? ¿Son nuevas? Vuelvo a la pregunta del comienzo: ¿de verdad no hay nada más?

Confieso, también, que me interrogo sobre esta inquietud mía. Me pregunto si mi caso no es como el que ilustra Cormac McCarthy en su famosa novela La carretera: “Cuando sueñes con un mundo que nunca existió o con un mundo que no existirá y estés contento otra vez entonces te habrás rendido. ¿Lo entiendes? Y no puedes rendirte”. ¿Me contento soñando con un mundo distinto de este y por eso pienso que deberían existir otros políticos? ¿Me opongo a seguir adelante con lo que hay? ¿Me parece que es insuficiente? ¿O sí creo que hay con qué trabajar y por eso podría aceptar esto que dice el señor Feijoó de que, efectivamente, en España no hay nada más en el panorama político actual?

Cosa que me lleva a pensar en los últimos casos de corrupción en la cúpula del PSOE. Si en España solo hay lo que hay, entonces entiendo que haya gente desencantada con la política actual, porque parece que quien llega al poder se pudre inmediatamente.

Creo que el periodismo tiene la responsabilidad de reportar, siempre, aquello que tenga relevancia política porque nos afecta a todos. Todos tenemos derecho a saber lo que está pasando en nuestro país. Si hay un nuevo escándalo hay que decirlo, si se descubre una nueva corruptela, hay que destaparla. Siempre.

Pero también he visto lo que hace el exceso de información. Al ciudadano de a pie, ese que está tan metido en su vida diaria, en su trabajo, en cómo pagar la renta y llevar el pan a la mesa, podría parecer que la palabra “país” se le hace muy grande.

Un ejemplo concreto: he visto ya más de tres testimonios de personas que se quejan de la situación en Alcalá de Henares por el centro de acogida de migrantes que hay allí y piden su cierre de inmediato. Una de las ciudadanas declaraba ser de izquierdas pero, ante la reciente situación de inseguridad que, según ella, la producían los migrantes del centro, aseguraba que cambiaría su voto a una propuesta política como la de VOX porque lo que está pasando, según ella, es insostenible. A lo que voy con esto es que parecería que solo nos importa la política cuando los problemas a resolver suceden en nuestra calle, en la esquina de nuestras casas, pero cuando se trata de algo nacional, de algo que afecta a todo el país, España se convierte en una realidad tan grande que resulta abstracta.

Por esto, cuando leemos cifras de dinero comprometido en los recientes casos de corrupción, no sabemos calibrar la magnitud de esos números. Cuando escuchamos la palabra prostíbulos tenemos una idea abstracta de lo que significa la prostitución, pero no somos capaces de digerir la gravedad de que nuestros políticos estén vinculados a negocios como este.

Al final, parece que hay tanta información sobre la corrupción en La Moncloa, que nos vence la sensación de que está todo podrido. Y las opciones parecerían reducirse a dos: a) hay que quemarlo todo hasta los cimientos y rehacerlo de cero, b) es tanto el lío que no sabemos por donde empezar a resolverlo, y por lo tanto, nosotros ciudadanos nos vemos incapaces de hacerle frente a algo que nos sobrepasa. Terminamos el día diciendo: “esto no está en mis manos, yo no soy político, por lo tanto yo no puedo resolverlo” y seguimos con nuestras vidas.

Y no culpo a nadie por pensar así. Porque si la solución estuviese en que abdicara una sola persona, sería fácil saber qué reclamar y cómo resolver el problema. Pero si la corrupción sale de Sánchez, sale de Begoña Gómez, sale de David Sánchez, sale de Koldo, de Ábalos, de Santos Cerdán, de Zapatero… ¿Hay que pedirle a todo el PSOE que dimita? ¿Y a Sumar hay que pedírselo también al ser Yolanda Díaz vicepresidenta de gobierno? ¿Y qué hay de Podemos y su relación con el gobierno de Venezuela? ¿Y de Junts y Puidgemont? ¿Y Bildu y el blanqueamiento de ETA? Pero también, ¿qué hay de Vox y su financiación? ¿Y el PP y el novio de Ayuso?

Frente a este panorama, hay una primera aproximación: como no hay nadie “limpio”, se introduce la sospecha hacia todos los políticos. Así, ya no creemos en nadie de los que nos representan. De aquí es muy fácil saltar a pensar que ¿para qué sirven los políticos? Y le abrimos la puerta a los outsiders como Donald Trump, Elon Musk y tantos otros cuya campaña política era precisamente esta: no somos políticos, no formamos parte de ese aparato obsoleto del que ustedes, ciudadanos, ya están  hartos.

La segunda aproximación me parece que es más interesante porque, en el fondo, es más humana. Y es que, aunque tengamos la sensación de que está todo podrido, ¿no se han fijado que buscamos con más énfasis personas que realmente estén a la altura de nuestras exigencias? Viendo cómo está todo el panorama político en este momento, en vez de conformarnos con corruptos, en vez de renunciar a las instituciones y a la política en general y preferir la anarquía, nos ponemos mucho más exigentes con los actuales dirigentes. Ante tanto mal, exigimos con más fuerza un bien. Y nos damos cuenta de que, al ver tanto mal, aprendemos a reconocer mejor el bien que tanto ansiamos.

La pregunta más urgente sería: ¿no existe este bien ya? Y yo me atrevería a decir que sí. Ya es un bien no solo que existan políticos que quieran hacerle frente a la situación en España, con todos sus fallos y límites, es que hay otro bien, y es que nosotros tengamos esta exigencia a flor de piel. Y esta es la verdadera esperanza para la política española: que en este momento, en vez de claudicar, como ciudadanos, ya estamos buscando ese bien nuevo, así sea con forma de grito y de frustración o impotencia, pero no sentimos indiferencia. Y aunque ansiemos ver rostros o propuestas nuevas, no nos quedamos de brazos cruzados hasta que surjan. Mientras, como dice el señor Feijoó, no haya nada más que Sánchez o él, a ellos dos les exigiremos todo. Así como se lo exigiremos a la generación de relevo cuando aparezca.

 


Lee también: Corrupción política e inhibición feedback

 

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