EncuentroMadrid

En la encrucijada entre naturaleza e historia

España · Ignacio Carbajosa
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4 abril 2016
En el centro del EncuentroMadrid que tendrá lugar el próximo fin de semana estará la exposición ´Abrahán, el nacimiento del yo´. Ignacio Carbajosa, catedrático de la Universidad San Dámaso y el arqueólogo Giorgio Buccellati, especialista en Mesopotamia, son sus comisarios. La historia de Abrahán se propone como alternativa a un racionalismo, antiguo y moderno, que encierra al hombre en lo previsible y lo somete a la tiranía de la naturaleza.

En el centro del EncuentroMadrid que tendrá lugar el próximo fin de semana estará la exposición ´Abrahán, el nacimiento del yo´. Ignacio Carbajosa, catedrático de la Universidad San Dámaso y el arqueólogo Giorgio Buccellati, especialista en Mesopotamia, son sus comisarios. La historia de Abrahán se propone como alternativa a un racionalismo, antiguo y moderno, que encierra al hombre en lo previsible y lo somete a la tiranía de la naturaleza.

El yo humano está en crisis. Ha perdido sus referencias fundamentales. Todo de acuerdo. Ninguna novedad. Entonces, ¿por dónde empezar? Lo más lógico sería mandarlo al psiquiatra, en un intento de analizar sus antecedentes biológicos, sociológicos o psicológicos. En una palabra: identificar las fuerzas que lo condicionan e implementar una terapia para tratar las consecuencias.

Don Luigi Giussani prefirió en cambio acudir a la historia. ´El yo, tal como nosotros lo conocemos, ¿dónde nació?´, se preguntaba. ´¡En Abrahán!, respondía. Entonces volvamos a Abrahán para identificar los rasgos del verdadero rostro humano tal como llegaron a nosotros a través de la cultura judeo-cristiana.

Pero, ¿en qué sentido se puede hablar de ´nacimiento´ del yo en Abrahán, es decir, hacia el 1800 a.C., cuando el hombre ya llevaba varios siglos sobre la Tierra? Entre otras cosas, ¿no es verdad que el hombre es religioso desde el inicio, desde que el hombre es hombre? Cierto, pero aquel hombre ´era incapaz de decir tú al hado´, como confirma Giorgio Buccellati, famoso arqueólogo de la Mesopotamia del tercer y segundo milenio antes de Cristo.

Para los mesopotámicos, el mundo del que salió Abrahán, el hado era una realidad inerme, una suerte de fuerza interna de la naturaleza que únicamente podía ser ´controlada´ mediante una apropiación racional de un universo predecible. Del hado no se esperaba comunicación alguna. Se ´expresaba´ mediante su previsibilidad, a través de leyes que rigen las dimensiones horizontales y verticales de la realidad, es decir, la naturaleza de las cosas y su destino. ¿Y los dioses? No eran más ventanas abiertas a ese hado. Fragmentando el universo previsible se podía controlar mejor la realidad y las leyes que la rigen: justicia, fuerza, fecundidad, salud…

El primero que dijo tú al destino fue Abrahán. Porque el Misterio tomó vida en una llamada situada en el tiempo y en el espacio. Desde entonces el yo se comprende en relación con el Dios vivo, un Tú imprevisible que expresa una voluntad suya muy concreta, no controlable. El yo se comprende en un diálogo real con el Misterio vivo en la historia, ya no en un intento solitario de apropiarse de las leyes que rigen el universo previsible.

La libertad del hombre, entonces, se convierte en responsabilidad, respuesta a una llamada y a la tarea que aquella voz asigna a la propia vida. Ya no hay nada, tiempo o espacio, que sea inútil. La promesa que Dios hace a Abrahán, la espera de cumplimiento que genera, marca una concepción lineal del tiempo, en contraste con la percepción cíclica propia del mundo religioso mesopotámico. Con Abrahán empieza una historia, con etapas significativas que se suceden hacia adelante. La promesa es una descendencia y se hace a la descendencia: de Abrahán en adelante, el yo se comprende dentro de un pueblo que vehicula la esperanza de los hombres.

De todo ello, queda claro que no es posible entender a Abrahán estudiando sus antecedentes biológicos, sociológicos o psicológicos. Estos no explican el filón que nació de él. Hay que dar espacio al acontecimiento de la revelación de Dios en la historia. Nos encontramos ante una sorprendente encrucijada de naturaleza e historia: el yo se comprende a partir de un acontecimiento histórico.

Es importante observar cuanto antes que esta encrucijada de naturaleza e historia es difícilmente soportable para la razón moderna. De hecho, Kant, Lessing y otros “padres” de la Ilustración europea tenían la pretensión de llegar a describir la naturaleza del yo a partir del solo uso de la razón, dejando fuera explícitamente una fe histórica, el cristianismo, en cuya tradición espiritual todavía se reconocían.

La alternativa, por tanto, está clara: seguir con un análisis que se ha mostrado fallido o volver, como habían todas las mañanas los primeros discípulos, a buscar a Jesús, el verdadero “descendiente de Abrahán” (cf. Gal 3,16), con quien eran más ellos mismos. Solo así se puede recuperar una comprensión nueva de los movimientos del propio corazón, tan extraña a la conciencia moderna. Los latidos del corazón se leen con una claridad nueva como nostalgia de un Tú que ha establecido una relación histórica con su criatura.

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