En Haití Dios sí existe

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14 febrero 2010
Páginas Digital publica las crónicas de Jordi Bach, director de la ONG CESAL en Haití. CESAL es una de las pocas ONG españolas con presencia en el país y que tiene en marcha una campaña de emergencia. Las personas interesadas pueden colaborar con donaciones a la cuenta: Banco Santander Central Hispano. 0049-0001-56-2010058858. Emergencia Haití

Un miembro del Comité Central del abrigo, campo de desplazados, que CESAL coordina, que consiguió varias bolsas de patatas fritas, improvisa una "distribución" con los niños del abrigo. Se hace una cola de pequeños que ríen y se empujan jugando, a cada uno le toca una ración de "churritos". Me viene el recuerdo de horas antes, cuando CESAL distribuyó 900 kits de higiene y mantas a otras tantas familias, con ayuda de los miembros de la comunidad. La persona que ahora da a los niños nos ayudó antes en la distribución masiva. Hacemos cadenas de personas en donde los kits pasan de mano en mano desde el almacén del abrigo hasta llegar a la familia que los recibe. Sentimos que hacemos algo en grupo y eso nos fortalece.

En las distribuciones todos experimentamos de primera mano el valor de la solidaridad, de dar al necesitado. La gratificación personal es inmensa. Veo la misma felicidad en el señor que reparte "churritos" a los niños. Las distribuciones que hace CESAL han sido pensadas para provocar las menos tensiones posibles y también para ser lo más justas posibles. Se hacen con colas ordenadas y de manera rápida, con mucha participación comunitaria. A diferencia de otras distribuciones, las nuestras son relativamente tranquilas. Las personas tienen su ficha de distribución, saben que van a recibir algo y por tanto no tienen que pelearse por conseguir lo que se da. Se registra la entrega del "kit" en su ficha, evitando que una persona reciba varias veces lo mismo y que luego haga negocio con la donación. La policía nos acompaña, pero no interviene. Pasados unos minutos, los tres agentes huyen del sol que nos cae encima y se sientan dentro del edificio de las Hermanas, dejándonos el control de la seguridad a nuestros técnicos y los miembros la comunidad.  

En la ciudad ya es patente la ayuda humanitaria de forma masiva, aunque a simple vista se me hace insuficiente y no del todo equitativa: las diferencias entre los abrigos, centros de desplazados, es abismal. No obstante, crece lentamente el número de letrinas, de clínicas móviles, de distribuciones, de puntos de acopio de agua potable, de tiendas y estructuras para alojar personas. Ya ha llovido durante dos noches, pequeños chaparrones que son un aviso de lo que vendrá. Muchos se mojaron; la alarma social crece. Cientos de ONG venidas de todo el planeta, instituciones internacionales y autoridades gubernamentales discuten juntos en los "Cluster" organizados por OCHA-ONU. Uno se podría pasar todo el día de reunión en reunión.

Tanto esfuerzo de coordinación empieza a dar resultados. Ya hay formaciones para la gestión de abrigos y otros temas, existen listas y mapas de todos tipos y tamaños, intentando explicar quiénes trabajamos en la emergencia, dónde y qué hacemos. Mi carpeta de entrada del correo electrónico, al principio sin mucha actividad, recibe ahora decenas de mails a diario de todo tipo de organizaciones, grupos y subgrupos de coordinación. Demasiados datos que no puedo procesar. Una buena noticia: nuestro abrigo es uno de los 4 "registrados y aprobados" por la ONU hasta la fecha, lo que nos garantiza seguir trabajando allí a medio plazo. ¿Qué pasará con los otros cientos de abrigos?

Pasear por el abrigo al atardecer es una experiencia maravillosa. Al final de la jornada, las gentes regresan poco a poco al abrigo: llega el momento para las familias de estar con los suyos o de verse con los amigos. Durante el día, cada uno ganó como pudo algo de dinero, encontró algo de comida u otro bien preciado que será mostrado a los otros con gran alegría. Las mujeres prepararán la comida calentada con el fuego del carbón que deforesta Haití año tras año. Los más afortunados comerán arroz y los menos, papilla de maíz. Malo cuando un haitiano no come su plato de arroz diario, algo aquí casi sagrado.

La lucha por la supervivencia, día a día, ya existía antes del terremoto para muchas familias, pero ahora es un hecho generalizado. No obstante, la sensación es que la ciudad va despertando, aunque lentamente y de forma precaria. Los comercios se restablecen y se reconstruyen, el número de vendedores informales crece, los negocios se multiplican y las vías principales están de nuevo llenas de vehículos provocando grandes embotellamientos. Pero es un espejismo. Puerto Príncipe sigue en ruinas. Es una ciudad destruida como por una mano gigante. Siguen sacando muertos de los escombros, sigue el olor insoportable. Cruzar la ciudad y ver los lugares que conociste como bombardeados siempre te deja en shock, uno no se acaba de acostumbrar. Pero a pesar de todo, la esperanza y el desenvolvimiento de mucha gente crece con cada día que pasa. Es como una fuerza misteriosa imparable e innata en el ser humano.

En el abrigo, con una bolsa de plástico y un hilo, un niño haitiano hace una cometa en un minuto, con la que jugará divertido toda la tarde. Muy cerca, con cuatro ramas de un árbol y un plástico, una familia se hace una cabaña con la que se protegerá del sol y dormirá algo abrigada durante las próximas semanas. Un carpintero del abrigo, más capaz, nos enseña orgulloso el prototipo de una tienda de campaña artesanal hecha con una lona, madera, tubo plástico y hierro. Nos dice que puede hacer una docena a la semana. La "tienda haitiana" cuesta tres veces menos que las que venden en cualquier tienda europea. La inventiva de los haitianos es realmente sorprendente. Seguro que el carpintero empezó haciendo cometas con bolsas de plástico cuando fue niño.

Duelo, plegarias y descanso

El Gobierno haitiano ha decretado tres días de fiesta de duelo y plegaria. Era necesario para todos. El haitiano no había tenido tiempo de llorar y rezar por los suyos. Y nosotros, los cooperantes, no habíamos tenido tiempo para descansar, volver por unos días a nuestras vidas anteriores, parar un poco, reflexionar y poner la mirada más allá de la emergencia, pensar en el futuro.  Además, nuestros técnicos locales de AVSI y Cáritas estaban exhaustos, después de casi un mes de trabajo ininterrumpido.

De noche, después de la larga jornada de trabajo, ellos duermen también en abrigos o en la calle. No les da tiempo a descansar bien, a reponerse. Ellos también son víctimas del terremoto, ellos también perdieron sus casas, familiares y amigos. Recibieron su primer salario tres semanas después del terremoto, cuando los bancos fueron operativos… Mientras, CESAL los ayudó a alimentarse y poder sufragar sus gastos de transporte y otras necesidades básicas. Pero sobretodo les acompañamos en todo momento, dando consuelo y apoyo moral. Son nuestros técnicos y nuestros amigos. Ningún técnico hasta el momento ha abandonado el equipo de trabajo, nadie se ausenta ni llega tarde. Hasta Jean Riviere, un promotor social que trabaja con Cáritas-CESAL en Fonds-Verrettes (frontera con República Dominicana) y que ahora nos ayuda en la emergencia, viene cada día, a pesar de sus heridas en el pie y la mano. No en todas las ONG pasa lo mismo. En otras ONG amigas, sus técnicos han huido en desbandada, atraídos por los salarios exagerados de los cientos de ONG venidas por el terremoto o simplemente descontentos por el trato recibido en estas semanas. El terremoto, además de llevarse miles de vidas y edificios, ha quitado muchas máscaras y disfraces en la gente y en las instituciones.

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