En el camino

Cultura · Juan Orellana
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3 noviembre 2010
La directora bosnia Jasmila Zbanic, después de su ópera prima, Grbavica, vuelve a los conflictos internos de Sarajevo. En esta ocasión muestra la incompatibilidad entre una versión secularizada de la religión musulmana y el islamismo más radical. Amar y Luna son una pareja muy enamorada que habita en Sarajevo. Amar tiene graves problemas con el alcohol y Luna es azafata de avión. Tienen dificultades para tener un hijo y se están preparando para la inseminación artificial. Pero un día Amar se va a topar casualmente con un compañero de guerra que se ha pasado al wahhabismo radical. Ya nada volverá a ser como antes.

La película hace un dibujo muy inquietante del fundamentalismo islámico, un dibujo que le representa casi como una secta. De hecho, el personaje de Amar sufre una especie de lavado de cerebro, deja la bebida, y cambia todas sus costumbres. Algunos cambios pueden parecer "morales", otros son claramente deshumanizantes, pero Amar es incapaz de ofrecer a su novia razonamientos convincentes. Un esquema muy elemental de pecado – no pecado es el único criterio que asume Amar, sin atisbos de verdadera religiosidad. El cambio ha sido más psicológico que ontológico. Su "todo ha cambiado; quiero ser un hombre mejor", aunque expresa un sentimiento noble, no es en el film expresión de un camino aceptable de conversión. Por ello su nueva vida es de un formalismo claustrofóbico y asfixiante. Esta interesante crítica al fundamentalismo no se ve compensada en el film por la propuesta de una verdadera religiosidad. La familia de Luna representa un islamismo secularizado, contaminado del laicismo occidental, y la propia Luna tiene una mentalidad liberal y proclive al aborto.

Este desequilibrio en la propuesta del film hace que este se pueda interpretar como una crítica al hecho religioso universal, más que al radicalismo islamista. Parece que esa irracionalidad rigorista sea una característica de toda religión, que sería por naturaleza contraria a la modernidad y al progreso. En ese sentido no es nada inocente el plano en que vemos a Luna mirar a unas monjas de hábito, cuando antes se nos ha mostrado la irracionalidad del velo islámico. Ciertamente hay un personaje desenfadado, amigo de las fiestas y del buen beber, que se declara cristiano. Un personaje positivo que se ve respaldado por una secuencia en la que vemos a las mujeres cristianas que ocupan la antigua zona musulmana de Sarajevo: unas mujeres que cantan, bailan y se divierten en la calle sin prejuicios ni tapujos.

Así pues estamos ante una película muy compleja, poliédrica en sus propuestas, pero de inclinaciones laicistas -aunque en ciertos momentos sean sutiles-. Desde el punto de vista formal es una gran película, con mucha fuerza, y con mucha personalidad en el uso de los encuadres. También cuenta con una extraordinaria Zrinka Cvitesic como protagonista.

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