En Cuba todo sigue igual
Así pues, esta partida la han ganado aquellos que desde dentro del régimen han apostado y trabajado por un castrismo sin Castro o, más bien, con otro Castro. Ese otro Castro, el hermano pequeño del comandante, Raúl, enigmático y reservado, ha dirigido el país con puño de hierro durante los últimos 19 meses y de él se dice que ha ejercido el mando del aparato represor de la dictadura. Parece, pues, el perfil menos indicado para iniciar un proceso de transición política, si bien ha demostrado ya en el pasado su posición favorable hacia la apertura económica, por lo que el horizonte probable que se dibuja es el de una liberalización económica según el modelo chino.
Es cierto que para mantener un sistema tan corroído sus dirigentes necesitarán del apoyo económico de Hugo Chávez y echarán mano de ciertas reformas de maquillaje que servirán para que los sempiternos partidarios del régimen sigan justificándolo, pero todo lo que no sea respetar los derechos humanos, dejar de perseguir las ideas y caminar hacia unas elecciones libres no podrá ser considerado avance sino retroceso.
No podemos olvidar que en las prisiones de Cuba todavía quedan 58 presos de conciencia (periodistas, escritores, profesores…) que fueron encarcelados hace cinco años por impulsar un movimiento cívico, oriundo y pacífico que reclamaba reformas que avanzaran en la democratización del país. Nada que ver con maniobras de injerencia diseñadas por Estados Unidos y ejecutadas por agentes infiltrados de la CIA.
Reacciones en España
La mayoría de los políticos españoles reaccionaron con optimismo al mensaje de renuncia de Fidel Castro. Prácticamente todos, salvo alguna excepción, expresaron su deseo de que Cuba estuviera ante el inicio de una transición a la democracia. Por improvisación, ingenuidad o cálculo estratégico, la vicepresidenta De la Vega y el ministro Moratinos se expresaron en términos idénticos. Sería bueno que quienes se pronunciaron en este sentido explicaran ahora dónde están los signos que les hacían ser tan optimistas.
El Gobierno no puede sentirse muy orgulloso de su papel con respecto a Cuba en estos cuatro años. Los opositores reprochan duramente la indiferencia que les ha demostrado el Ejecutivo de Zapatero y sus excesivas muestras de simpatía al régimen, que incluyeron una visita oficial a la isla por parte de Moratinos y la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, en la que no se reclamó a las autoridades cubanas un esfuerzo democratizador.
La tolerancia cómplice hacia el régimen de Castro es un instinto natural que comparte toda la izquierda española aunque con distintos grados. El caso extremo es el del líder de Izquierda Unida, quien hace solo unos días calificó a Cuba de "referente de dignidad nacional". Uno de los rasgos preocupantes de nuestra izquierda es precisamente que siga optando por tolerar o condenar los sistemas totalitarios en función de su signo político.