En busca de la política
El pasado 5 de marzo David Trueba fue trending topic en Twitter España durante buena parte de la mañana. Lo fue por publicar un artículo en El País en el que decía que “la política actual parece empeñada en lograr que se odien los hombres con las mujeres, los de aquí con los de allá, los taurinos con los que tienen perro y los que van al gimnasio con los que escuchan a Bach. Todo eso es una puesta en escena de los odios más rentables. La locomotora electoral está alimentada por un combustible obsceno que se derrama por las calles, por los salones, a través de tertulias sostenidas con aspavientos y no con argumentos, por dicotomías imposibles donde has de decidir si prefieres matar a papá o a mamá. Muy ciegos hemos de estar para no escapar de ese bochornoso juego. Pero se estimula la ceguera. Nos lanzan ácido a los ojos. Nos sacuden donde más duele. Sentimos la espuela en el lomo. Somos caballos con anteojeras, galgos tras liebres, ratones hambrientos de queso rancio. Pero en realidad somos los dueños de todo esto. Necesitamos que nos muestren las diferencias evidentes entre unas prácticas políticas y otras, pero que lo hagan al mismo tiempo que exhiben su profesionalidad, su capacidad de acuerdo, su dinámica flexible y su talento para no transformar en algo personal lo que solo es una rivalidad saludable. Déjennos convivir”.
La viralidad de este mensaje demuestra que son muchos los que se suman a esa petición: “Déjennos convivir”. De hecho, estos días, con la máquina electoral en marcha, son muchos los artículos que aparecen denunciando la polarización, cada vez más creciente. Javier Pérez Andújar, también en El País, escribía: “se ha impuesto en el diálogo el conmigo o contra mí, que está dando al traste con el juego democrático. Este término nos advierte de que ya nada cabe en política al margen de la adhesión ciega. Los bandos se han conjurado contra las personas. Cualquier gesto hecho aparte de un grupo, de un partido, supone pertenecer al enemigo. Cualquier margen para respirar ha quedado proscrito, y cuanto más negro se pone el ambiente más se acusa de blanquear. Bajo la acusación de blanqueo yace una invocación a la pureza, una cruzada contra lo sucio. Porque sin la pureza es imposible el puritanismo, el agua limpia de la que bebe toda Inquisición. De esto nos están hablando nuestros políticos”.
Con otras palabras, Antón Costas en La Vanguardia, dice algo parecido: “Tenemos que dejar de pensar que nuestra visión está basada en buenos sentimientos y la de los demás en el odio. Tenemos que salir de nuestras respectivas tribus y ponernos de nuevo a escuchar y hablar entre nosotros. Y, en segundo lugar, necesitamos políticas públicas y empresariales que hagan que la economía y la democracia funcionen en favor de la mayoría. De lo contrario, tenemos populismos nacionalistas para rato”.
Y, ¿ahora qué? Pablo Simón advierte en El País: “la marejada continua en la que estamos enfrascados es perfectamente compatible con que nada cambie en las corrientes de fondo. Ojalá, incluso en este ambiente preelectoral, saquemos un rato para, aparte de discutir sobre qué gobierno, también sobre gobernar para qué”.