Elecciones italianas 2018: populismos y funambulismos

“Cataclismo electoral en Italia”. Este es uno de los titulares más manidos para definir lo que ha sucedido en este país tras las elecciones legislativas del 4 de marzo de 2018, pero a decir verdad, es un tanto exagerado. Con la ley electoral que ha funcionado por primera vez en estos comicios, se ha conseguido un resultado que era de prever. Una ley en la que se combina la representación proporcional (2/3) con la mayoritaria (1/3) nunca puede desembocar en mayorías estables y suficientes, un fenómeno extraño en la Italia de las sempiternas coaliciones desde los inicios de la Primera República. Desde el final de aquella República, hace un cuarto de siglo, víctima de una corrupción endémica, se diría que Italia intenta encontrar su futuro y su papel en la Europa y en el mundo del siglo XXI. La vieja Italia murió a finales del siglo pasado, pero la nueva no acaba de nacer. ¿Y qué hacen sus políticos? No tienen, por lo general, miras de futuro sino que solo apuntan al corto plazo y buscan chivos expiatorios para ocultar sus debilidades: la globalización, los inmigrantes, los políticos corruptos, Europa, el euro… Esto explica que muchos electores voten como signo de protesta, pero también de desconfianza, y otras veces simplemente dejan de votar. En la Italia actual las negociaciones para formar gobierno serán largas y los gobiernos resultantes estarán en la cuerda floja, pero siempre se ha dicho que los italianos son maestros en el arte del funambulismo.
Se habla de la amenaza populista, aunque en realidad el populismo irrumpió en la política italiana en la Segunda República de la mano de Silvio Berlusconi, que en 1994 aseguraba que quería salvar a Italia de manos de los comunistas, aunque en realidad estos habían dejado de existir y dieron paso al partido democrático, un partido en el que debía caber todo el centro-izquierda o lo que quedaba de él: ex comunistas, socialistas, socialdemócratas, democristianos de izquierda… Berlusconi y su Forza Italia recurrieron entonces al voto del miedo, y hoy han señalado como amenaza al populista Cinco Estrellas, que ha sido el partido más votado (32%) en la democracia italiana, aunque esta formación política ha convertido en uno de sus mantras el cuestionar la democracia representativa. Para populismo, el de la Liga Norte, un populismo del acomodado norte italiano, enfrentado a la mentalidad asistencialista del populismo del sur, donde precisamente ha ganado Cinco Estrellas.
Los dos grandes vencedores son populistas, aunque la Liga Norte va en coalición con el partido de Berlusconi y otros. Algunos analistas se alarman y aseguran que la democracia está en peligro y, de paso, el proceso de integración europea. Un poco menos. Para empezar, nunca será sencillo constituir un gobierno anti-UE, y el caso de Grecia, pese a tener al izquierdista Syriza en el gobierno, lo demuestra. Y ni que decir tiene que el presidente de la República, Sergio Mattarella, tendrá un papel destacado en el futuro de Italia, como lo han tenido los anteriores presidentes en el último cuarto de siglo. Se sucederán las reuniones, los contactos discretos, las invitaciones a los líderes políticos para que negocien… ¿Y el resultado? En el mejor de los casos, una coalición frágil de centro-derecha (siempre lo es una combinación en la que estén Forza Italia y la Liga Norte) o una coalición extravagante, en la que Cinco Estrellas consiguiera algún tipo de alianza, lo que no es fácil para un partido que fundamenta su existencia en el rechazo de los profesionales de la política.
Las elecciones italianas han pasado. Los italianos pueden dedicarse ahora a otras ocupaciones. El baile de los partidos, como tantas veces en más de setenta años de historia contemporánea, va a comenzar pero no ocupará de momento los principales titulares de prensa.