Elecciones en Italia: ¿sólo pierde Berlusconi?

En Milán, la ciudad del primer ministro y su bastión, la alcaldesa saliente, Letizia Moratti, no sólo ha quedado, contra toda previsión, por detrás del candidato comunista Giuliano Pisapia (que se sitúa como favorito para la segunda vuelta), sino que su partido ha sido alcanzado por los demócratas. Los apoyos a Berlusconi se han reducido a la mitad respecto a 2006: veintiocho mil frente a cincuenta y tres mil. ¿Es el fin del berlusconismo, que desde hace diecisiete años marca la política italiana? Por ahora, falta una alternativa de liderazgo y de establecimiento de coaliciones.
Más allá de Milán, ningún partido ha ganado: le ha ido mal a la Liga Norte, que pierde posiciones en toda la parte septentrional del país. Mal también el Partido Demócrata, que ha conservado Turín y Bolonia cediendo votos, pero que ha perdido Nápoles, donde después de quince años de gobierno ha quedado fuera de la segunda vuelta. Mal el Tercer Polo de Fini y Casini, lejos de tener el peso de un verdadero centro. Los tres protagonistas son Luigi De Magistris, un polémico procurador y ahora eurodiputado en el partido del antiguo juez de Manos Limpias, Antonio Di Pietro; un cómico metido en política, Beppe Grillo, que ha llegado al diez por ciento en algunas ciudades; y Nichi Vendola, líder de la izquierda radical, de cuyo partido procede el probable nuevo alcalde de Milán. Todos ellos outsiders, alternativas impensables de gobierno, que roban votos al Partido Demócrata.
La crisis más evidente, agravada por un fuerte voto mixto (voto de alcalde y de concejales diferente), es la de la política, incapaz de hacer una representación creíble: esto debe preocupar más que el posible, aunque todavía lejano, ocaso de Berlusconi.