Elecciones en Alemania. “Willkommen” al futuro

Mundo · Ángel Satué
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1 octubre 2021
Cuando pienso en la política alemana, siempre alcanzo a recordar a Helmut Kohl. También me saltan a la memoria Margaret Thatcher, Mitterrand y González, al que el tiempo mejoró. Los cuatro son parte del pasado político de Europa, y piezas fundamentales.

Pero también de Alemania, porque con ellos la locomotora alemana tuvo que bregar, acordar, ceder, presionar, manteniendo siempre un buen equilibrio para el continente.

Merkel se incorpora por derecho propio al Monte Olimpo de la política europea, pues es uno de esos políticos fundamentales. Ha sabido labrar su porvenir como camina, es decir, paso a paso, sin salirse del camino, con una meta, dosificando esfuerzos. Esfuerzos de mujer. Sin hacer bandera de ello.

Merkel ha permitido, como hizo Kohl con González y los Fondos de Cohesión, que España, entre otros, pueda recibir el maná europeo en forma de dinero y créditos –gracias a que el Tribunal Constitucional alemán levantó su veto, por esta vez–. Merkel se enfrentó con el drama de los refugiados de la guerra de Siria, haciendo relucir los valores de acogimiento cristiano del Occidente de siempre –pero sin lograr cerrar el sistema de acogida y protección a escala europea, que acaso deba partir de la propia sociedad civil que les acoge–. Merkel ha profundizado en su relación con Francia, clave para la estabilidad europea, pero con sus dimes y diretes industriales –exportación de armas a Arabia, por ejemplo–. Merkel ha logrado ser la fábrica de China, sí, aunque sorprenda, siendo China más socio comercial que EE.UU. para Alemania, pues ha entrado de pleno en la cadena de valor de la economía oriental, y de esos lodos, ya veremos los polvos. Merkel prometió a Rajoy detener a Puigdemont si pisaba suelo germano, y lo detuvo –el resto ya fue cosas de jueces y de estado de Derecho–. Merkel contemporizó recientemente con Marruecos, a ver si nuestro vecino le perdonaba algunas veleidades y declaraciones de la diplomacia germana, en sede de las Naciones Unidas –pero recibió el mismo jarabe que lleva España recibiendo de la joven nación marroquí–. Merkel logró que el Brexit fuera menos portazo, y que Reino Unido (“Britain Global”), desabastecido últimamente, se haya tenido que echar en manos del primo americano (“AUKUS”). Aunque sabemos que no habrá defensa de Europa sin un Reino Unido cercano y leal.

Las elecciones del pasado domingo, las ganó, como el Cid, sin presentarse, la canciller alemana Angela Merkel –aunque haya perdido su partido. El hasta ahora su vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz, del partido vencedor (“Partido Socialdemócrata”), asume ahora las largas negociaciones para conformar gobierno a tres (la primera vez que ocurre desde los años 50 del siglo XX).

Echaremos en falta un director de orquesta en la “Scala” de Europa, capaz de hablar en ruso con Putin, comprarle el gas y defender a Ucrania, y de tener cierta mano izquierda con los países del sur europeo, mientras dialoga con el amigo americano, o le pone firme (como a Trump). Pero no parece que para España el cambio vaya a resultar a peor, dado el mismo color político de los partidos de gobierno, de España y Alemania, y su coincidencia en el campo de negociación de Bruselas (seguro de desempleo europeo, salario mínimo, eurobonos…). Alemania ahora apostará muy posiblemente por reactivar su economía con mayor gasto público, en digitalización e infraestructuras, por atraer a cientos de miles de necesarios inmigrantes dadas las tasas de jubilación y de escasa natalidad, y tratará de forjar un futuro mejor para los cientos de miles de jóvenes alemanes, que han votado mayoritariamente por verdes (ecologistas) y amarillos (liberales). La cuestión social y la cuestión medioambiental pasarán a primera línea. Cuestión social, no entendida a la española, como ingeniería social.

El reloj ya está en cuenta atrás. Scholz, de la rama centrista del partido socialdemócrata, espera ser el canciller antes de Navidad, pero si se prolongan las conversaciones es muy posible que sea Merkel la que pronuncie el discurso de Navidad. Entonces ahí veremos si su discurso será el del fantasma de las navidades pasadas, como la obra de “Cuento de Navidad”, de Dickens, o acaso, el del futuro, postulándose a algo parecido a “presidenta de la Unión Europea”, en un futuro no muy lejano.

Sobre esto último, todo dependerá del grado de escalada y de concreción de todos los riesgos a los que actualmente se enfrenta Europa: cambio climático, escasez y precios del gas natural, polarización social, cuestionamiento institucional, acceso a tierras raras, gestión de la pandemia, de los sistemas de salud, de la seguridad del suministro industrial, de la propiedad intelectual de las patentes de las vacunas, evolución de la industria tecnológica y de la hiperconectividad, la inmigración y refugiados, la transición ecológica (que  encierra el coste de abandonar las nucleares, en Alemania), la defensa  y seguridad de la Unión –fronteras incluidas–, la crisis de modelo social para jóvenes y ancianos y jubilados, la vivienda y el empleo, la relación con China… A España siempre le ha faltado lo que decía Madariaga sobre Alemania, aquello de la obediencia gregaria y a la técnica. En cambio, a Alemania le ha faltado siempre el fuego de lo espontáneo e individualista de nuestro carácter. Tal vez Merkel, en algunos aspectos de política europea, haya sido un vago intento de fusión. “Willkommen” al futuro.

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