El suicidio de enfrentarse a la Merkel

Cambio del mercado de trabajo, transparencia de las instituciones financieras (para despejar dudas sobre el agujero inmobiliario) y reforma del sistema de pensiones. El estribillo de las recetas lo repiten las instituciones europeas sin cesar. El presidente, como es habitual, ha optado por ganar tiempo. Las reformas sólo se irán aprobando en función de la presión de los mercados para intentar aguantar hasta las elecciones generales. Entretanto parece buscar un enfrentamiento con Angela Merkel para justificar su resistencia al cambio. Posiciones como las que tomaron la canciller alemana y Sarkozy en el consejo de ministros conjunto que celebraron en Friburgo, el pasado 10 de diciembre, abonan la imagen de que el eje franco-alemán protagoniza un nuevo rapto de Europa. ‘El rapto de Europa': la crisis desde Alemania era el título de un artículo que firmaba este verano en la revista Política Exterior (www.politicaexterior.com) Ulrike Guérot.
Alemania, desde el pasado mes de mayo, habría destapado las frustraciones que le causan los vecinos del Sur y estaría renegando del proyecto europeo. Merkel encarnaría ese nuevo nacionalismo que olvida la antigua generosidad y apuesta por una solidaridad limitada. Su negativa a apoyar la emisión de los eurobonos, su oposición a la ampliación del fondo de rescate y su propuesta de que se produzca una quita de la deuda de los países más puestos en cuestión vendría a abonar esa tesis. En la Cumbre de esta semana se discute precisamente la modificación del Tratado de Lisboa que permite que el Fondo de Rescate sea permanente. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, ha reprochado a Alemania su actitud "antieuropea" por su oposición a la creación de los eurobonos y Zapatero se ha sumado a la germanofobia. El pasado viernes en el teatro de la Zarzuela, en presencia de Van Rompuy, decía aquello de que si "Barcelona florece, Berlín prospera".
Nuestro presidente ha equivocado el bando. La fórmula de los eurobonos, pensada para que los estados miembros del euro sean menos vulnerables a los mercados, no es una mala solución en abstracto. Resolvería en gran medida el déficit de gobierno económico de la moneda europea. La defiende el grupo socialista en el Parlamento Europeo, pero también son partidarios de ella destacados dirigentes del Grupo Popular. Si todos los países del euro somos disciplinados con nuestros déficits y con las reformas, si no hay divergencia entre las economías europeas tendríamos una fórmula óptima para frenar a los especuladores. Al inicio del euro era así. Pero, como explica el catedrático de Economía Aplicada Javier Andrés en su artículo ¿Hay alguien ahí? (http://www.fedeablogs.net/economia/?p=8205), en este momento "si no hay un mecanismo efectivo que asegure la disciplina fiscal de cada uno de los países, la posibilidad de emitir bonos sólo limitará el coste soberano de algunos a costa de aumentar el coste de todos o de poner en peligro la estabilidad financiera de la Unión". Por eso la Merkel se opone. No quiere seguir pagando los platos rotos de otros.
La mala política económica de un gobierno como el de Zapatero ha aumentado el diferencial de la deuda, no se trata de esconderla detrás de otros países que están haciendo los deberes. Nuestro presidente adopta una posición suicida. En un momento en el que España plantea serias dudas en el mercado su enfrentamiento con la Merkel y su apuesta por los eurobonos se interpretará como el intento de esconder la porquería debajo de la alfombra. Merkel no es probablemente la líder que necesita en este momento ni la CDU, ni Alemania ni Europa. Ha entusiasmado su lema para afrontar el reto del multiculturalismo: "aquí no hay mucho islam, sino poco cristianismo". Habría, en cualquier caso, mucho que decir sobre su política y su fidelidad a la buena tradición democratacristiana. Pero lo último que necesita España son justificaciones para no mirar a la cara los ajustes que tenemos por delante. Los sacrificios para nuestra entrada en el euro vinieron acompañados de un ejercicio pedagógico del Gobierno que la sociedad civil aceptó casi con entusiasmo. ¿Por qué no volver a ello?