Entrevista a Nicolás Redondo Terreros

´El sectarismo se ha adueñado de la política´

España · Juan Carlos Hernández
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17 octubre 2016
Nicolás Redondo Terreros apela a lo mejor de nuestra transición, donde afirma había una cultura no de aceptar pero sí de comprender las razones de la otra parte. El que fuera presidente del PSE cree que hay diferencias esenciales entre el PSOE y Podemos.

Nicolás Redondo Terreros apela a lo mejor de nuestra transición, donde afirma había una cultura no de aceptar pero sí de comprender las razones de la otra parte. El que fuera presidente del PSE cree que hay diferencias esenciales entre el PSOE y Podemos.

Usted ha señalado recientemente, en un artículo en El Mundo, dos características a su juicio del PSOE actual. La imposibilidad de diferenciarlo de los nacionalistas y su sumisión intelectual frente a Podemos. ¿Cree que falta un proyecto nacional en el PSOE?

El PSOE tiene algunas deficiencias después de muchos años de gobierno. Se tiene que sentir uno orgulloso de lo que ha hecho en estos últimos cuarenta años desde la transición. Pero es verdad que de hace un tiempo para acá tiene, a mi juicio, esos dos problemas. Una parte del PSOE, obnubilados por ese oscuro objeto de deseo que es Podemos, que lo ha habido siempre en el PSOE, siempre ha existido una parte que es más irreverente, menos partidaria de pertenecer al sistema, que adquiere una cierta forma con la expresión poderosa de un partido de izquierda como Podemos y efectivamente yo creo que eso es un error. El presidente de la gestora ha llegado a decir que se está podemizando una parte del PSOE. Hay otra parte que es pragmática, que se asocia para llegar a acuerdos y que se remanga la camisa, que es la que mejores años le ha dado al partido socialista; y hay una izquierda discursiva, utópica… que siempre ha sido minoritaria en los últimos años pero que ahora adquiere una cierta fuerza con la irrupción de Podemos. Y efectivamente es un elemento sobre el que tienen que debatir, y yo creo que los que deciden por una izquierda pragmática, realista, tienen motivos para exhibir los logros que se han conseguido estos últimos años y no avergonzarse de lo que hemos hecho. Porque hemos hecho lo mejor de nuestra historia en el último siglo, hemos sido protagonistas de la transición española. Ese debate lo deben de tener con tranquilidad y con sosiego.

Es justo reconocer que el PSOE es uno de los protagonistas de la transición, con él se culmina la entrada de España en la CEE y España se abre al mundo cuando llevábamos varios años de aislamiento… Una vez que Felipe González abandona su liderazgo se produce una crisis, como es normal, luego tenemos el paréntesis con Almunia y Borrell pero desde entonces con Zapatero y más tarde con Pedro Sánchez ha habido una tendencia hacia una izquierda más radical de la que usted hablaba antes. También más marcada por una dialéctica de derecha-izquierda.

Yo creo que hay que separar, si no nos equivocamos, la etapa de Zapatero de la de Pedro Sánchez. Yo me fui de la política por desavenencias con Zapatero. Pero hay que tener en cuenta que Zapatero, en mi opinión, en algunas ocasiones se equivocó claramente pero logro dos éxitos electorales, y eso en los partidos aglutina mucho, uno en unas circunstancias determinadas y otro sin contestación desde el centro-derecha. El problema de Pedro Sánchez es que coge el partido en una situación depresiva y se refugia, a mí juicio, con pasión y con mucha determinación en un discurso radical. Efectivamente, y estoy escribiendo ahora sobre eso, como en España y en todos los países su historia reciente les influye; el problema es cómo les influye. Los franceses cuando han sido atacados por el yihadismo apelan a la resistencia nazi que tiene tanto de verdad como de leyenda. Los alemanes, vemos durante finales del siglo XX hasta hoy en día, se debaten sobre cómo deben encauzar sus políticas internas, las externas, su producción cultural y hasta su política económica es debatida en relación con la Segunda Guerra Mundial hasta el holocausto. El pasado siempre influye y lo hace en Francia de una forma proactiva y en Alemania de una forma que podríamos decir negativa en el sentido de no repetir lo que provocó aquel desastre. En todos influye, ¿cómo no va a influir en nosotros? Nuestro problema es que en la transición, que fue un periodo que yo defiendo, tal vez no se integró de una forma explícita nuestro pasado. Es verdad que todo se hizo para que no sucediera lo que había sucedido pero no de una forma explícita y entonces hoy todavía existen esas líneas rojas, el guerracivilismo permanece, si no, no se entendería lo que cuesta poder formar un Gobierno después de dos elecciones y, sin embargo, ha sido fácil un acuerdo de Gobierno de coalición con el Partido Nacionalista Vasco, ¿por qué es más fácil aquí que allí? ¿Qué diferencia hay? Si además ellos también son de centro-derecha y además son nacionalistas. Si no entendemos que la sombra del pasado influye todavía en la política española nos estaremos equivocando. Utilicemos el pasado para evitar los errores y fortalecer el sentido de pertenencia, no el sentido de patria, sino el sentido patriótico que debe tener cualquier sociedad.

En una entrevista para Páginas el hispanista Stanley Payne hablaba de la transición como un periodo de “un deseo positivo por construir” y eso hizo posible que gente ideológicamente diferente pudieran edificar juntos. ¿Falta este deseo positivo hoy en día?

Estoy de acuerdo con Stanley Payne. Ese deseo positivo, deseo basado en la esperanza de construir, y es verdad que fue muy difícil hacer lo que se hizo, pero se hacía nuevo. Que tiene una mayor facilidad que hacerlo sobre lo construido. Estábamos partiendo de cero aunque es verdad que con todos los requerimientos legales que exigían una cierta continuidad pero en contra de lo que dicen los nuevos profetas del Apocalipsis. Aquello fue partir desde cero, pasar de un sistema dictatorial a la democracia. Aquel 77, cuando votaron con esperanza, sin miedo, con seguridad de que iban a construir algo y ahora eso nos falta. Se ha adueñado de la política el sectarismo y, efectivamente, hay un instinto negativo que nos lleva a estar con los nuestros sin esa vocación de la transición no de aceptar pero sí de comprender las razones de la otra parte.

Un buen ejemplo de esto último fue su famoso pacto con Mayor Oreja. Ustedes fueron capaces de ponerse juntos. Sin embargo muchas veces esos pactos, al menos en una parte de la sociedad, se consideran como una debilidad cuando a mi juicio es justo al contrario.

Bueno, aquel acuerdo no lo hicimos ni siquiera nosotros, hemos adquirido un protagonismo inmerecido, lo hizo lo mejor de la sociedad española. Liderada por gente como Savater, periodistas, intelectuales, profesores de universidad, mucha gente anónima… que estuvieron allí presentes efectivamente por lo que nos unía y nos puede unir al centro-derecha y al centro-izquierda, por la defensa de la libertad, la defensa de la democracia, la defensa de la Constitución del 78 y no tenemos que avergonzarnos por este pensamiento común. Otras muchas cosas me diferencian a mí de Mayor Oreja pero la lucha por la libertad, el derecho a expresarnos libremente sin peligro de nuestras vidas, nuestra libertad, nuestra dignidad es algo que nos unía. Sin embargo, efectivamente, no fue comprendido bien por todo el mundo. Al fin y al cabo cómo no se va a entender que dos partidos se pongan de acuerdo cuando les está matando la banda terrorista ETA, cuando las casas del pueblo y las sedes del Partido Popular estaban resguardadas por la policía… ¡¿No hay momento más oportuno y razonable para ponerse de acuerdo?! Pues ni siquiera eso se comprendió bien del todo, como no se comprendió tampoco bien aquel esfuerzo que hicimos los socialistas vascos y que luego recogió Zapatero del “Pacto de las libertades”, que veníamos a decir que se decida la política, que se decida en la lucha contra ETA, que no se cambie por el hecho de cambiar de Gobierno, es decir, convertirla en política de Estado. Aquello de los que fuimos pioneros, de lo que me siento muy orgulloso, no se realizó. No fue grave porque el sistema era fuerte todavía y estábamos todavía bajo el éxito de la transición, no teníamos una crisis económica fuerte y no habían aparecido partidos como Podemos pero eso genera un caldo de cultivo que luego hace más justificable todo lo que ha sucedido después, por desgracia. Pero no es momento de pasar facturas sino de mirar al futuro.

Usted citaba antes a la sociedad civil, también en alguna ocasión ha escrito que los partidos se han convertido en un fin en sí mismo y que es necesario que se autolimiten. ¿Es posible esto si no hay una sociedad civil fuerte?

La aparición de otros partidos, que han roto en cierta medida el bipartidismo, obedece a cierto desagrado por parte de la sociedad a la ocupación de todos los espacios por la política, la política no tiene que ocupar todos los ámbitos, la política partidaria digo, no la otra política. Nosotros hicimos una transición que tiene muchas virtudes pero, como es lógico, con una cierta desconfianza. En ese sentido, instauramos un sistema basado en partidos políticos muy fuertes, al contrario, por ejemplo, que en Francia, donde el partido socialista francés no ha existido nunca en los términos que ha existido en España, siempre ha sido fluctuante, con luchas internas, con conflictos… pero hasta la propia derecha. Hay que recordar que la refundación de la derecha actual francesa la presidió Aznar. En ese sentido allí tienen partidos débiles e instituciones y sociedad civil muy fuertes y aquí tenemos partidos fuertes, instituciones débiles y sociedad civil precaria. Y tenemos que ir poco a poco, una vez andados cuarenta años de democracia dándole vueltas. Los partidos son imprescindibles, tienen que estar pero tienen que dejar margen a la sociedad, tienen que dejar respirar a la sociedad. Y desde luego eso lo puede hacer el Partido Socialista, el Partido Popular, supongo que C´s también, el que no lo va a hacer nunca, por su propia filosofía, es Podemos que va en sentido contrario. Eso es un elemento que nos diferencia de Podemos, no es solo ese derecho a decidir que dicen sino la forma de ver la política. La política no puede estar en todo en la vida. Los ciudadanos tienen cosas que hacer, tienen que trabajar, tienen problemas de salud, tienen que educar a sus hijos, tienen problemas con los padres, con los hijos… tenemos muchos problemas en la vida privada que tenemos que afrontar individualmente con una sociedad que todavía sigue siendo del bienestar pero que, al fin y al cabo, tenemos que decidir nosotros mismos, y eso no puede estar continuamente condicionado por la justicia, la sanidad, la educación… por la política.

¿Los partidos perciben esto en España?

Esto la socialdemocracia lo tiene claro pero Podemos no lo tiene claro. Es un elemento básico para hacer política. Unos lo hacen desde un punto de vista y otros lo hacen desde otro. Como esos puntos de vista son diferentes todo lo demás también es diferente y eso es lo que a mí me enerva cuando hay gente en mi partido que no ve diferencias, cuando las hay y siderales. Ya causaron una quiebra en los años veinte cuando se rompió el PSOE creándose el Partido Comunista de España. Efectivamente los partidos tienen que cuidar a la sociedad civil, ha habido un gran rechazo, un miedo a esta sociedad civil, se ha mirado con precaución a los movimientos de los intelectuales, hay que dejarles libertad, hay que patrocinar la discrepancia, también fuera de los partidos. Que no sea un acto meritorio discrepar. En Francia creo que hay 4 ó 5 candidatos a Presidencia de la República por la derecha y hay otros tres o cuatro candidatos por la izquierda teniendo un presidente socialista. Eso es bueno pero en España eso sería impensable, no ya si ganas, aun perdiendo es difícil quitar al líder o presentar alternativas al líder… es necesario un acto de valor. En Francia no son más valientes que nosotros, simplemente es más fácil hacerlo y lo hacen. Eso da vida a los países, eso da vida a las sociedades, eso hace que la política sea grande y no pequeña y en esa dirección tienen que ir los que se dedican a la política.

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