El Reino Unido puede ganar con una May débil
Salvo sorpresa, este jueves Theresa May va a sufrir un importante revés. No va a vencer por el amplio margen que establecían las encuestas cuando convocó las elecciones. Llamó a las urnas para ganar legitimidad en la negociación de un Brexit duro, para que no hubiera quien le tosiera en su nacionalismo frente a Europa.
Ya antes del ataque del pasado sábado, May perdía margen frente a Corbyn. La primera ministra ha querido explotar durante los últimos diez meses un fuerte sentido de la identidad británica esquemático, el que tenían muchos de los votantes del UKIP. Sus discursos han estado impregnados de un nacionalismo barato. Ha asegurado que “si crees que eres ciudadano del mundo no eres ciudadano del mundo”. Su carta de salida de la Unión Europea contenía amenazas sobre la cooperación en seguridad, un tema que se ha vuelto delicadísimo tras los últimos atentados.
Su campaña ha pretendido relativizar al Partido Conservador y ensalzarla a ella y a su gestión. Lo que ha resultado contraproducente. Y la idea del “impuesto de la demencia”, que haría pagar a los mayores parte de su asistencia sanitaria pública, le ha hecho mucho daño. En los últimos días se la ha visto rígida, robótica. A todos sus errores precedentes se ha sumado el de querer utilizar los atentados en su provecho. Ha hecho lo mismo que Corbyn, pero ella estaba al frente del Gobierno.
¿Cómo acabaran votando los británicos que están preocupados por un futuro sin Unión Europea, por el destino del Sistema Nacional de Salud, por el incremento del extremismo y por el crecimiento de la desigualdad? Lo sabremos dentro de unas horas. Pero, a lo mejor, esas preocupaciones, muy reales, dan lugar a un Gobierno menos presuntuoso.