El punto es una mirada

España · Costantino Esposito
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22 agosto 2020
El extraño Meeting de este año nos reserva sorpresas. Digo ´extraño´ porque cuando llegué inmediatamente pensé, formulando una pregunta muda para mis adentros: ´¿¡Bueno, y!? ¿Dónde está el Meeting?´.

El extraño Meeting de este año nos reserva sorpresas. Digo ´extraño´ porque cuando llegué inmediatamente pensé, formulando una pregunta muda para mis adentros: ´¿¡Bueno, y!? ¿Dónde está el Meeting?´.

Lo que faltaba era una pieza hasta ahora absolutamente necesaria, o más bien el protagonista principal, que son las personas, los rostros, los propios cuerpos, el movimiento de las personas, a veces incierto, a veces decisivo, pero siempre movido por algo que valía la pena descubrir, seguir, compartir. Gente de carne y hueso: esto es lo que no encontraba, una ausencia que dejó los espacios un poco sin sentido, casi inútiles. Vacíos. Pero incluso la ausencia –como pronto descubriría– puede traer consigo una promesa de plenitud.

Con unos amigos que afortunadamente había encontrado ´presencialmente´ –y con los que al principio nos miramos como si fuéramos supervivientes– algo absolutamente interesante despegó de inmediato: estábamos viendo a nuestro alrededor y en nuestros propios rostros por qué habíamos venido a Rímini (dejando en casa familia, amigos, compañeros, personas a las que hubiéramos invitado a venir con nosotros…).

Buscábamos, íbamos a la caza de lo que en teoría siempre habíamos sabido, y ahora, cuando la grandiosa maquinaria de las sucesivas ediciones ya probada durante cuarenta años no nos esperaba… pues ahora no era más difícil, sino paradójicamente más fácil, menos evidente, menos ´sabido´, buscar la presencia que nos había vuelto a atraer este año. Aunque con la mascarilla y el distanciamiento y la medición de la temperatura. Era como algo nuevo, y renacía el desafío y el placer de interceptarlo.

Había que mirar, mirar atentamente lo sucedido en los estudios equipados como una televisión en vivo, las pantallas con los grandes rostros de los invitados conectados a distancia, la forma de estar allí de los invitados que llegaban en persona, que aunque no tenían enfrente a los miles de espectadores del público, sabían que a través de la cámara estaban interactuando con personas de todo el mundo, en sus casas y en las muchas plazas conectadas. La ausencia estaba resultando una presencia aún más concreta, difundida y compartida.

Y es entonces cuando comprendí el punto decisivo, o más bien lo volví a entenderlo, como todas las otras veces que había venido al Meeting, pero esta vez de una manera inédita, extraña, más aguda incluso que cuando creía conocerlo por costumbre y lo esperaba a priori. El punto es una mirada, la mirada de alguien sobre la realidad, sobre el mundo y sobre sí mismo. Porque lo humano se juega todo en una sola mirada, que no es solo una capacidad visual, sino una posición, una ´postura´ del yo. Tanto es así que muchas veces miramos las cosas pero no las vemos, no las notamos. El punto decisivo, la razón por la que habíamos venido, era una invitación a mirar, seguir e identificarse con la mirada de quien ve más que nosotros, más lejos, más cerca o más profundamente. Y era la misma invitación dirigida a los muchos (la mayoría) que no habían venido, pero que estaban con nosotros siguiendo el rastro de las mismas miradas en diferentes partes del mundo, en diferentes husos horarios, en las más variadas condiciones.

Quisiera indicar solo algunas de estas miradas en las que ´se despertaba lo humano´, como dice el título del libro de Julián Carrón, que para mí ha marcado el horizonte de todo el Meeting de este año. La primera mirada fue la de Mario Draghi el primer día. No voy a los contenidos específicos de su discurso, portador de una visión amplia, crítica y consciente del dramático momento que vive Italia y el mundo entero con la pandemia del Covid-19. En cambio, me detengo en un punto aparentemente secundario, pero que en realidad constituye la clave secreta de la intervención de Draghi. Lo que he visto y oído es la mirada y el tono de un hombre para quien el análisis preciso de los factores técnicamente en juego en la actual situación socioeconómica iba acompañado y apoyado por una especie de anhelo por la vida y el destino de los jóvenes. Que no se pierda ni una sola vida. ¿No es este el objetivo de todas las estrategias bancarias, financieras y políticas del mundo?

Y fue una sorpresa ver al vasco Mikel Azurmendi entrevistado por Fernando de Haro, a propósito de su libro ´El abrazo´ (Rizzoli). Ya lo había escuchado criticar con pasión y ferocidad los prejuicios de la sociología y antropología modernas, que nunca se involucran con su verdadero objeto, es decir, la experiencia humana. Pero esta vez la crítica se había convertido en una libertad de propuesta, una nueva mirada sobre la experiencia de las personas, una cultura nueva nacida del encuentro con una comunidad cristiana viva que había cambiado radicalmente la vida de Mikel. La novedad cultural que se propondría a todos coincidió con su experiencia histórica particular.

Y cuando Eugenio Borgna, el icono mismo de la psiquiatría fenomenológica, hablaba de su trabajo con enfermos mentales y de la aventura de la investigación a lo largo de su vida, citó a su antiguo profesor que le decía: ´aunque salves solo a uno, tu vida habrá tenido sentido”. Siempre es esa presencia irreductible que vuelve, la presencia del yo, la mirada de un hombre, la posibilidad de ser arrancado de la nada.

Umberto Galimberti lo relanzó a su manera, arriesgándose incluso a contradecirse a sí mismo. En un primer momento decía que ante el nihilismo que vacía de sentido la vida de los jóvenes y ante la técnica que reduce a las personas a meros ejecutores del mecanismo económico del consumo, había apelado, como vía de salvación, a la recuperación del sentido griego de la medida, es decir, a limitar sus deseos para no correr el riesgo de quemarse. Pero luego, inmediatamente después, con una mirada de conmovedora sinceridad a sí mismo, frente a todos nosotros, afirmó que del nihilismo solo puede arrancarnos una experiencia amorosa, un amor que es el único que nos hace conocernos verdaderamente a nosotros mismos y al mundo. Y lo hizo en primera persona recordando la figura de su esposa ausente.

Por eso vine al Meeting, por eso tantos se conectan con el Meeting para descubrir el origen de esta mirada. Una mirada humana que el hombre no podía darse con sus solas capacidades. Porque solo cuando eres amado puedes ver todo así. Hace falta un padre, uno que genere la mirada y reabra la esperanza. Como él decía –quisiera decir como ´vio´ y nos mostró Carrón en su diálogo con el presidente Scholz– se necesita un punto de certeza ahora, en el presente, un agradecimiento por el hecho de que la realidad está y yo estoy y tú estás, para seguir esperando. No por ilusión, sino por sorpresa, por asombro. Esa maravilla sin la cual no podríamos escuchar lo sublime que nos habla en las cosas cotidianas.

(traducción de Pablo Recalde)

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