El PSOE reforzó los Acuerdos

España · Pablo Martín de Santa Olalla
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20 mayo 2013
Acaba de ser aprobado el anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) preparada por el actual titular del ministerio de Educación, el independiente José Ignacio Wert. Y la respuesta por parte del principal partido en la oposición, el PSOE, no ha tardado en llegar: cuando los socialistas vuelvan a llegar al poder, lo ha dicho su Secretario General (Alfredo Pérez Rubalcaba), harán derogar la ley.

Para no perder las "viejas costumbres", los ataques del socialismo español se han centrado en los mismos temas de siempre, y uno de ellos, como no podía ser de otra manera, es la asignatura de Religión Católica. Alfredo Pérez Rubalcaba ha afirmado taxativamente: "Ha ganado la Iglesia, pero la ley Wert va a durar muy poco". Y es que, según el anteproyecto de ley (que todavía ha de pasar el trámite parlamentario completo y por tanto no puede entrar en vigor hasta, como mínimo, el curso académico 2014-2015), los alumnos de Educación Primaria y de Educación Secundaria podrán matricularse en Religión Católica, una formación alternativa de valores o ambas (se trataría de asignaturas de "carácter específico"), aunque no tendrían que examinarse de ellas en la evaluación final para obtener el título. Sí es cierto, no obstante, que, por primera vez en veinte años (es decir, antes de la implantación plena de la LOGSE), la asignatura de Religión Católica contará para la media final de curso y servirá para pedir ayudas y becas.

Este cambio de la situación de la asignatura de Religión Católica lo único que hace es cumplir los actuales acuerdos Iglesia-Estado, que fueron firmados entre 1976 y 1979 (remito a los lectores de este artículo, y que me disculpen si peco de falta de modestia, a lo que describo en mi último libro, titulado El Rey, la Iglesia y la Transición (Sílex Ediciones)). En él cuento cómo, según los acuerdos firmados por el entonces Gobierno de Suárez con la Santa Sede, el Estado español incluiría "(…) la enseñanza de la religión católica en todos los Centros de Educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales" (artículo II del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre enseñanza y asuntos culturales de 3 de enero de 1979). Rubalcaba es conocer de esta realidad, y por eso ha dirigido sus ataques, no ya contra el anteproyecto de ley, sino contra los acuerdos con la Santa Sede, afirmando: "este partido va a volver a gobernar, y cuando lo haga, modificaremos los acuerdos con la Santa Sede".

Con ello, Rubalcaba lo que ha hecho es recuperar el viejo discurso anticlerical de un sector del PSOE (cuyo líder, en los últimos tiempos, ha sido el diputado Álvaro Cuesta), ese discurso que alguien tan juicioso como el ex Embajador ante la Santa Sede, el también socialista Francisco Vázquez, tildó hace años de "casposo".

Lo más llamativo de ello es que este discurso no sólo es "casposo", sino que contradice el pasado reciente. Porque, si ha habido un partido que ha protegido esos acuerdos Iglesia-Estado, ese ha sido el PSOE. En efecto, son ellos los que han gobernado durante la mayor parte de la actual democracias (concretamente, entre 1982 y 1996, y entre 2004 y 2011) y, no sólo no han denunciado nunca estos acuerdos, sino que incluso los llegaron a reforzar a finales de 2006 con un documento que modificó en parte el acuerdo sobre asuntos económicos en unos términos que, por cierto, eran bastante generosos con la Iglesia: concedieron a la Iglesia el 0.7% del IRPF en la declaración de la Renta frente al 0.52% anterior a cambio de eliminar una dotación anual complementaria que, en la práctica, era una pesada carga para la Iglesia porque suponía poco dinero y en cambio permitía una falsa imagen de institución subvencionada. Lo diremos bien claro: el farol del Sr. Rubalcaba "no cuela". Porque lo mejor de todo ello es que él ha sido un destacado elemento del mismo PSOE que ha permitido que los acuerdos de 1976-1979 mantuvieran su vigencia, como Secretario General del ministerio de Educación, luego Ministro de Educación, luego Ministro del Interior y finalmente Vicepresidente del Gobierno. La realidad es que su discurso puede servir para exaltar a una parte de las bases socialistas, pero no para los que conocemos la Historia reciente de nuestro país.

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