Entrevista a Valentí Puig

´El procés está finiquitado´

España · P.D.
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30 octubre 2017
El “procés” –el procesismo– no es exactamente lo mismo que el independentismo. Los independentistas con cierto sentido de la realidad sabían que no existía amplia mayoría social para intentar una DUI, ni apoyos internacionales, ni vía jurídica. Eso ahora les obliga a una larga espera, mientras contemplan cómo el “procés” ha quedado en manos de una gestualidad radical y grotesca. En fin, se aplaca el “votarem” ilegal del secesionismo y tiene más eco el “votarem” legal constitucionalista. La nulidad estratégica de Puigdemont ha generado la reacción expresiva de quienes se sienten tan catalanes como españoles y que ya están en campaña electoral para intentar un giro sustancial.

¿La fórmula utilizada por el Gobierno para aplicar el artículo 155 ha sido la adecuada?

Diría que sí. De entrada ha dejado estupefactos a los secesionistas entre otras cosas por su acotación en el tiempo y su acertada dosificación. La aplicación está bien modulada y, puesto que hablamos de un horizonte electoral para el 21 de diciembre, era mejor dejar temas difícilmente abordables en tan poco tiempo: educación o sanidad. Quedan fuera del marco ejecutivo del 155 y en manos de la Junta Electoral los medios de comunicación de la Generalitat. Tiene sentido pero TV3 y Catalunya Ràdio ya han comenzado a provocar para conseguir que el Estado tenga que imponerse y así tener su momento numantino. Respecto a los “mossos” el 155 parece bien encaminado. Por supuesto, se habla de gobiernos en el exilio, de parlamentos alternativos, pero lo cierto es que el “procés” está finiquitado. El “procés” –el procesismo– no es exactamente lo mismo que el independentismo. Los independentistas con cierto sentido de la realidad sabían que no existía amplia mayoría social para intentar una DUI, ni apoyos internacionales, ni vía jurídica. Eso ahora les obliga a una larga espera, mientras contemplan cómo el “procés” ha quedado en manos de una gestualidad radical y grotesca. En fin, se aplaca el “votarem” ilegal del secesionismo y tiene más eco el “votarem” legal constitucionalista. La nulidad estratégica de Puigdemont ha generado la reacción expresiva de quienes se sienten tan catalanes como españoles y que ya están en campaña electoral para intentar un giro sustancial.

¿Qué puede pasar en las elecciones?

A mi entender, las encuestas van a subir y bajar mucho, con un alto porcentaje de indecisos y mucho voto oculto. No pocos analistas auguran una coalición Esquerra Republicana, las huestes de Ada Colau y el PSC que es la que ahora suma. En tal caso, aunque todo sean hipótesis, el PSC –con todos sus matices– sería el cortafuegos al independentismo. Pero no todo está tan claro. Insisto en que puede ir habiendo notables sorpresas demoscópicas. A pesar de la prima en escaños que –por ejemplo– tiene Girona, en estas elecciones Barcelona va a tener mucho peso si esta vez –como parece– no se repite el abstencionismo crónico en el cinturón industrial. Un factor en el aire es la reconversión del PEdCAT al catalanismo clásico, sumando grupos como liberales Lliures y núcleos democristianos de Unió. En esa incógnita el “conseller” dimisionario Santi Vila busca su lugar. En general, cuando las circunstancias se polarizan tanto, las posiciones de centro pueden verse arrolladas. Y no hay tiempo material para constituir nuevos movimientos o partidos.

Hemos visto manifestaciones a favor de la España constitucional en Barcelona, secundadas de forma masiva. ¿Qué efectos tienen unas manifestaciones de este tipo?

Fundamentalmente, han logrado activar un movimiento ciudadano por parte de quienes estaban en casa, silenciosos o silenciados, mientras el “procés” daba por sentada su hegemonía, una hegemonía excluyente y hostil. Lo han dado tanto por hecho, falseando la realidad, que han provocado la reacción cívica anti-independentista. En estas manifestaciones, muchos ciudadanos que habían estado callados se han visto gratificados por el encuentro con tantos otros que también callaban, mientras veían con gran recelo el hundimiento de la legalidad, el destrozo de las instituciones autonómicas que dimanan de la Constitución, el enfrentamiento social provocado por los sectarismos nacional-populistas y tanta inestabilidad que ya ha generado daños económicos.

¿A medio o largo plazo cree que el sentimiento independentista volverá a ser minoritario?

Por ahora sí, sin descartar que sectores de la CUP y del independentismo más radical acaben en una suerte de “kale borroka” o se vayan organizando como otra HB. Para quienes participaron honestamente en la ilusión independentista, la frustración va a ser de toda una generación, como mínimo. La aceleración del proceso iniciada por Artur Mas ha llevado a este fracaso ingente, y más en manos de un político tan menor como Puigdemont, un agitador de toda la vida, en realidad.

¿Cuál es la respuesta más adecuada a la ideología de la independencia?

Se habla mucho de relatos. Se dice que el independentismo tuvo un relato sugestivo y que la España –la Cataluña– constitucional no lo tienen. Francamente, no lo veo así. El relato independentista siempre ha sido irreal, falaz, incierto y su propagación ha cuajado gracias a un bloqueo mediático pagado por el contribuyente y por los contenidos del sistema educativo. Pero la Cataluña constitucional también es un relato, el que va del retorno de Tarradellas y la transición hasta un autogobierno de tal nivel competencial que dejaría asombrados a los fundadores del catalanismo. ¿Qué historia han estudiado tantos adolescentes que equiparan la España de hoy con Franco o con Turquía? Parece evidente que en la escuela se tergiversan los valores constitucionales y se habla de una España enemiga de Cataluña. Para cambiar eso hacen falta muchas energías y una reconsideración mesurada del sistema educativo.

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