“El Papa no es solo el líder católico, sino un icono de paz”

Entrevistas · Claudio Fontana
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5 marzo 2021
La visita del papa Francisco a Iraq según Jawad al-Khoei, secretario general del Instituto Al-Khoei, en Nayaf, que promueve el conocimiento teológico chiíta y el diálogo interreligioso

En un primer m omento, el programa de la visita del papa Francisco a Iraq no incluía la ciudad de Nayaf. Su instituto fue de los primeros en lamentar públicamente esa ausencia, afirmando la necesidad de un encuentro entre el Papa y el Gran Ayatolá Ali Al-Sistani. ¿Por qué le parecía tan importante?

Nayaf tiene buenas relaciones de trabajo con el Vaticano. En el pasado ha habido múltiples visitas por parte de estudiosos de la Hawza de Nayaf al Vaticano y de sacerdotes católicos a Nayaf.

Además, en 2015 tuvo lugar en Roma un encuentro religioso entre chiítas y sunitas en colaboración con la comunidad de San Egidio. En 2016 participamos en una conferencia sobre las relaciones entre chiítas y católicos en el Instituto Católico de París, y dos años después una delegación de dicho instituto vino a vernos a Nayaf. Pero esta vez sería el primer encuentro en la historia entre el líder de la Iglesia católica y el líder del establishment religioso de Nayaf.

La visita del Papa a Iraq es un evento histórico, altamente significativo y simbólico porque pasará por varias ciudades iraquíes, de norte a sur. Supone un mensaje de fraternidad humana y un llamamiento a la paz y al rechazo de la violencia en nombre de la religión. No creemos que el Papa sea simplemente el líder de los católicos, sino que lo consideramos un icono de paz. Por eso, muchos iraquíes, de toda procedencia y clase social, han recibido esta visita con alegría, orgullosos de que el Papa haya elegido Iraq para su primer viaje desde la pandemia del Covid-19.

El Instituto Al-Khoei está especialmente comprometido con el diálogo interreligioso. ¿Qué papel cree que puede desarrollar el diálogo interreligioso en el futuro de Iraq y de Oriente Medio en general?

El diálogo interreligioso es la única opción viable en esta región. Este diálogo entre credos distintos es vital para todas las sociedades pacíficas. Nos permite entendernos, al margen de nuestras diferencias, y darnos cuenta de que todos estamos en la misma barca, todos juntos ante los mismos desafíos. Además, la seguridad de los musulmanes depende de la seguridad de los cristianos, y la seguridad de los cristianos depende de la seguridad de los musulmanes. No puede haber seguridad para los musulmanes si no la hay para los no musulmanes, y viceversa.

En este sentido, Oriente Medio no es una excepción en términos de violencia en conflictos religiosos. Muchas otras religiones del mundo, incluida Europa entera, han atravesado siglos de conflictos, guerras civiles y enfrentamientos religiosos. Pero al final han superado estos problemas, creando sociedades pacíficas. Creemos que el futuro de Oriente Medio será parecido.

En los últimos años, la sociedad iraquí se ha ido militarizando progresivamente. También las comunidades religiosas, a veces, se han convertido en cierto modo en grupos militarizados. ¿Cree posible invertir esta situación?

Por desgracia, nuestra sociedad se ha militarizado debido al número de guerras que Iraq ha vivido en su historia reciente, sobre todo después de la ocupación por parte del Isis de grandes territorios del país y la necesaria respuesta militar para liberar a nuestra tierra de este grupo terrorista. Es posible invertir esta situación, pero requiere tiempo y voluntad política por parte de los líderes locales y de la comunidad internacional para que dejen de combatir en luchas de poder, y de usar la religión para justificar la violencia política.

En 2014, cuando el ISIS ocupó Mosul y otras ciudades iraquíes, la fatwa del ayatolá Al-Sistani dio un vuelco a la situación, invitando a todos los iraquíes a defender Iraq. Si no hubiera sido por su intervención y por los 30.000 mártires que dieron su vida por derrotar al terrorismo, la visita del Papa a Mosul y Bagdad habría sido imposible.

La situación actual en Iraq se caracteriza por las protestas antigubernamentales, limitadas en parte por el Covid-19. ¿Cuáles le parecen los problemas más urgentes en su país?

Iraq afronta una gran cantidad de problemas que se han ido acumulando a lo largo de décadas y que han contribuido al deterioro de los servicios públicos. No cabe duda de que la corrupción sigue siendo el mayor desafío desde la aparición del ISIS y en cierto modo se trata de dos caras de la misma moneda. La corrupción permite el terrorismo y el terrorismo ofrece una excusa a los corruptos para seguir extendiendo su red de malhechores.

La actual situación económica también es consecuencia de una mentalidad que desde hace décadas confía en la expansión del sector público, pero la caída de los precios del petróleo hace que la reforma sea urgente. Esperemos que eso también obligue a la clase política iraquí a pensar seriamente en un programa económico más sostenible, que no solo se base en los ingresos del petróleo para mantener el status quo.

Sobre todo desde 2003, la influencia extranjera en Iraq es muy fuerte. ¿Es realista imaginar un futuro donde Iraq, unido a pesar de todas sus diferencias internas, sea de nuevo un país autónomo?

Cuando el ISIS ocupó Mosul por primera vez, muchos decían que se trataba del fin de Iraq. Al contrario, la llegada de este grupo terrorista en realidad unió al país porque todos se dieron cuenta de que tenían un enemigo común. El sentido de patriotismo que vemos ahora en Iraq es mucho más fuerte. Además, esta odiosa ideología no solo es una amenaza para Iraq y para los iraquíes, sino para toda la humanidad.

Si prestamos atención al discurso político, el sectarismo, del que antaño se valían los políticos en las citas electorales para ganar votos, ahora cuenta con el rechazo del pueblo iraquí y de esos mismos políticos que antes usaban un lenguaje sectario y ahora practican una retórica mucho más nacionalista. Han entendido sobre todo que los iraquíes han superado todo sectarismo. Por último, hemos asistido al surgimiento en Iraq de una sociedad civil y de movimientos políticos menos sectarios y más interconfesionales, activos en su intento por cambiar la situación sobre el terreno.

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