El Papa enciende el Sínodo

Mundo · José Luis Restán
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8 octubre 2012
"Detrás del silencio deluniverso, detrás de las nubes de la historia, ¿hay o no hay un Dios? Y si lohay ¿nos conoce?, ¿tiene que ver con nosotros? ¿Es un Dios bueno y la realidaddel bien tiene poder en el mundo o no?" Con estas palabras pronunciadas mirandoa la cara a los padres sinodales, Benedicto XVI ha sacudido literalmente elcomienzo del debate sinodal sobre la Nueva Evangelización.Estas preguntas, ha dicho el Papa, son tan actuales hoy comoayer. Quizás hoy están teñidas de una amargura plomiza como en pocos periodosde la historia. Yante la inquietud que crece, muchos contemporáneos se atormentan: ¿por qué esteDios que nuestro corazón busca e intuye, no se deja oír? 

¡Así se comienzaun Sínodo! La Iglesia entera debe acoger esta zozobra, como ha hecho el Papa,para poder decir a los hombres con autoridad: sí, Dios ha hablado, nos conoce ynos ama, ha entrado en la historia; Jesús es su palabra, el Dios con nosotros,que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita. Para que esta realidad quenutre las venas de la Iglesia cada segundo de su existencia llegue al corazónde los hombres, el Papa señala tres pasos fundamentales. Primero la oración,que nace del hecho de que no somos los hombres los que hemos pensado y construidola Iglesia. "Los apóstoles no han empezado laIglesia con la forma de una Asamblea Constituyente que debía elaborar laConstitución; sólo por iniciativa de Dios podía nacer la Iglesia, y también hoyel inicio tiene que venir de Dios". De ahí la necesidad dramática de laoración, para implorar que hoy de nuevo, Él actúe.

El segundo paso lo ha designado Benedicto XVI con la palabra latina "confessio", que va más allá de la meraprofesión de la fe.Confesar la fe nos hace pensar en afirmarla delante de untribunal, delante de los ojos del mundo, sabiendo que puede costarnos caro, másaún, que el precio puedes ser la propia vida. Pero esta confesión de la fe noes cosa de algunos momentos dramáticos, requiere un hábito que la haga visibleen lo cotidiano. A esta forma visible de la fe el Papa la ha denominado "caritas". "La caridad es la gran fuerzaque debe arder en el corazón de un cristiano, la llama que alimenta el incendiodel Evangelio en torno a él". Con una intensidad que hace pensar en la predicaciónprimera de los apóstoles, Benedicto XVI ha encendido la llama de este Sínodoapenas comenzado: "la fe debe convertirse en una llama de amor que realmenteencienda nuestro ser, debe convertirse en la gran pasión de nuestro ser y asípodrá encender al prójimo: esta es la esencia de la evangelización".            

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