El origen del planeta de los simios

Cultura · Juan Orellana
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29 agosto 2011
Las modas en Hollywood son sagradas, porque si son modas es que dan dinero. Cuando dejan de ser rentables, pasa la moda. Ahora están en auge las precuelas, secuelas, capítulos olvidados, spin-offs... todo aquello que permite explotar una fama consolidada y que por tanto puede arrastrar a varias generaciones a las salas. En 1968 la Fox estrenó El planeta de los simios, de Franklin J. Schaffner según la novela de Pierre Boulle, con tal éxito que luego tuvimos que sufrir numerosas secuelas (Regreso al planeta de los simios, 1970; Huida del planeta de los simios, 1971; La rebelión de los simios, 1972 o La conquista del planeta de los simios, 1973). Por tanto, toda esa generación nacida en los sesenta, e incluso algo antes y algo después, siempre acogerá -al menos con curiosidad- cualquier película que emplee las modernísimas técnicas digitales para revisitar esas inquietantes aventuras de la infancia.

Tras el relativo fracaso del film de Tim Burton de 2001, en el que el singular director trató de hacer una lectura personal de la novela de Boulle, llega diez años después y de manos de la Fox, una precuela que quiere contarnos cómo empezó todo, precisamente ahora, en los tiempos que nos ha tocado vivir. Y todo empezó con la lucha contra el Alzheimer, según los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver, ¡que afirman inspirarse también en la novela de Boulle! Will es un científico que está probando con simios un virus que parece reactivar las células cerebrales. Cuando llega el momento de probar con seres humanos, la empresa farmacéutica se echa para atrás y el proyecto queda frustrado. Pero Will va a seguir clandestinamente sus pruebas, tanto con humanos -su padre- como con simios -su mascota César-, y el resultado parece ser un éxito.

La película tiene dos aciertos, dentro de las convenciones de una producción con vocación prioritariamente comercial. El primero es haber conseguido un diseño de los simios que, sin dejar de serlo, tienen una impronta de humanidad sutil pero elocuente. Sobre todo César, el simio protagonista, que sin dejar de ser un chimpancé, es capaz de expresar sentimientos como decepción, odio, arrepentimiento, dolor… El otro mérito del film es que sólo dedica la parte final a la exhibición de efectos digitales en escenas de acción y espectáculo. El resto del metraje se ciñe al desarrollo dramático de personajes, a la evolución de los conflictos interiores de un hombre y un simio, lo cual hace que el interés del film sea más universal, más perdurable, más hondo. Consigue que el espectador se crea a un simio que vive unos dramas propios de la condición humana, y todo ello de forma discreta, sutil, lo cual aumenta su verosimilitud.

El resto el lector ya se lo puede imaginar. Por tanto creo que estamos ante una cinta interesante, entretenida, quizás ligeramente larga, pero recomendable, sobre todo para los amantes de la ciencia ficción.

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