Entrevista a Gilles Kepel

El nuevo 68 que seduce a los hijos de la Nada

Mundo · Maria Laura Conte
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24 abril 2015
El Estado islámico empieza en Occidente. La tercera generación del yihadismo. El miedo a que la carcoma consuma desde dentro a la monarquía saudí. La fascinación del IS, algo parecido a lo que fueron el comunismo o el 68 en Europa. Son algunas de las tesis de Gilles Kepel, profesor universitario de ciencias políticas en Science Po de París, miembro del Institut Universitaire de France y de la London School of Economics desde 2010, uno de los principales expertos en islam y mundo árabe.

El Estado islámico empieza en Occidente. La tercera generación del yihadismo. El miedo a que la carcoma consuma desde dentro a la monarquía saudí. La fascinación del IS, algo parecido a lo que fueron el comunismo o el 68 en Europa. Son algunas de las tesis de Gilles Kepel, profesor universitario de ciencias políticas en Science Po de París, miembro del Institut Universitaire de France y de la London School of Economics desde 2010, uno de los principales expertos en islam y mundo árabe.

El IS se vale de todas las novedades y tecnologías comunicativas de última generación: redes sociales, videos, etc. ¿Cómo hay que interpretar esta hábil apropiación del modelo occidental?

Porque, en mi opinión, el IS forma parte de Occidente. Hay miles de yihadistas occidentales que han ido a combatir la yihad en Siria o Iraq. Ingenieros franceses, italianos, ingleses, holandeses, o de origen norteafricano, inmigrantes de segunda o tercera generación, o conversos, que ahora son miembros a todos los efectos del Daesh, acrónimo árabe del IS como prefiero llamarlo. Pero eso no es una sorpresa. Más allá del IS en sí mismo –porque el IS existe hoy, pero en un año o dos podría ya no existir–, la cuestión es que estamos en la tercera generación del yihadismo. Eso es lo más importante que debemos entender.

¿Puede describir las diversas fases de desarrollo del yihadismo?

La primera generación era la yihad afgana de los 80, financiada con los petrodólares de Arabia Saudí y ayudada por Estados Unidos en su objetivo de derribar a la Unión Soviética. Esta yihad se desarrolló luego en Argelia, Egipto, Bosnia, siguiendo el mismo modelo, pero fue un fracaso total. El medio de comunicación de esta generación era el fax. Si recordamos el final de los años 90, Abu Musab al-Asuri, sirio-español que jugaría un papel clave en la evolución del yihadismo, vivía en Londonistán, como se solía llamar a Londres en la época en que acogía a líderes del islamismo de todo el mundo. Todos los viernes, al-Asuri tenía la costumbre de mandar por fax las noticias de la yihad argelina, enviando así una suerte de boletín semanal. Pero como el fax cayó en desuso, del mismo modo se agotó también esta generación, que fue sustituida por la segunda, la de Al–Qaeda, Bin Laden y Al-Zawahiri.

¿Y entonces?

Para ellos el medio de comunicación era la televisión vía satélite. No se puede concebir Al-Qaeda sin Al-Yazira, crecieron juntos, siguiendo un mismo desarrollo. Entretanto se extendió también el uso de internet, pero no en su versión interactiva 2.0. Se trataba de un internet unidireccional. Su objetivo ya era Occidente, pero Occidente visto desde lejos. Si recordamos el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas, no lo cometieron musulmanes americanos sino 15 terroristas sauditas, más algunos de los Emiratos Árabes y un egipcio. Fue un ataque de arriba abajo, y el medio televisivo fue la caja de resonancia especial para este ataque “espectacular”. La narrativa era hollywoodiana, la caída de las Torres Gemelas era un “espectáculo” extraordinario que transmitir por los canales vía satélite para reclutar nuevas fuerzas para la causa yihadista. Pero esta segunda fase del yihadismo también fracasó, porque las masas musulmanas no se unieron a luchar bajo la bandera verde de la yihad del profeta, como decía Al-Zawahiri en su famoso libro publicado en internet “Caballeros bajo la bandera del Profeta”. Y luego llegó la nueva.

La tercera generación. ¿Cómo nació?

En enero de 2005, Abu Musab al-A¬suri publica en internet un libro de más de mil páginas que incluye un llamamiento a la resistencia islámica global, pero con una perspectiva totalmente nueva: criticaba el 11-S como expresión de la hybris de Bin Laden, explicaba que había que cambiar el modelo de arriba abajo, invertirlo desde abajo arriba. Eso implicaba utilizar a yihadistas de baja intensidad, reclutados en los ambientes musulmanes europeos, entre musulmanes mal integrados en Francia, Italia y otros países. Para estos nuevos terroristas, el objetivo eran personas que tenían cerca, tres categorías concretamente: los hebreos, los intelectuales laicos anti-islámicos y los musulmanes traidores, los apóstatas. En esta nueva etapa la opción seguía siendo atacar a Occidente, pero ya no con un ataque directo a América, demasiado fuerte, sino a Europa, que parecía más débil, más vulnerable.

¿El ataque a Charlie Hebdo sería un ejemplo?

Claro. Las personas que murieron allí y en los atentados previos en Francia entran justamente en las categorías indicadas por al-Asuri, que invitaba a utilizar las redes sociales, en busca de una difusión desde abajo. El modelo de la segunda generación era la televisión tipo Al-Yazira, controlada por los petrodólares de Qatar, mientras que para la tercera generación el modelo es desde abajo. Quisiera destacar una coincidencia muy interesante, me atrevería a decir sorprendente. El llamamiento de al-Asuri fue en enero de 2005 y las condiciones para la realización de este llamamiento se materializaron un mes después, el 14 de febrero de 2005, día de San Valentín, cuando se emite en YouTube, condición previa para poner en marcha la tercera fase del yihadismo. YouTube, Twitter, Facebook: todos son medios que favorecen la penetración de los mensajes yihadistas.

Luego estallan las revueltas árabes…

Precisamente. La evolución de las revoluciones árabes y el caos que siguió crearon después el contexto ideal para la tercera fase del yihadismo. La proximidad a Europa del campo de batalla de la yihad no es secundaria. Con un vuelo low cost, con 70, 80 euros, se podía volar a Milán, París, Estambul, y desde allí volver rápidamente a Siria. Además, hay que considerar que todos esos jóvenes europeos que salen hacia Oriente Medio van equipados con su GoPro, una cámara ligera y de fácil uso. La nueva generación del yihadismo en Europa conoció el ataque más espectacular con el joven de 23 años Mohammed Merah, en marzo de 2012 en Toulouse y Montauban. Merah grabó sus acciones y las habría podido subir inmediatamente a las redes sociales. Solo que estaba aún parcialmente en la fase previa, porque envió las imágenes a Al-Yazira, que las bloqueó. No se le ocurrió la idea de compartirlas en las plataformas on line, cosa que Amedy Coulibaly, el terrorista que atentó contra un supermercado judío de París el pasado mes de enero, sí hizo inmediatamente.

Las agencias internacionales estiman en seis mil los combatientes extranjeros procedentes de Europa que han ido a luchar en Siria e Iraq. ¿Qué lleva a estos chicos y chicas tan jóvenes a dejarlo todo y partir, cuando todavía están estudiando e incluso parecen estar integrados? ¿Cuánto hay de “religioso” en esta decisión?

Concurren varios factores, porque hay un tiempo de religiosidad islámica que viene del salafismo, algo muy importante, capaz de controlar gran parte de la narrativa pública del islam suní. Al principio, el salafismo moderno era una creación saudí para controlar el lenguaje del islam suní, una forma de que régimen de Riad se extendiera e hiciera frente a sus enemigos. Pero el salafismo, por decirlo así, en cierto momento se revolvió contra sus “padres”. Al-Qaeda es un ejemplo muy interesante porque Osama Bin Laden formaba parte del establishment saudí, se fue a la yihad de la primera fase en Afganistán con la bendición de la familia real saudí. Pero pronto creó Al-Qaeda en la península arábiga, que cometió muchos atentados en Arabia entre 2003 y 2006. Con el Daesh se repite más o menos la misma historia: se le ha, si no creado, al menos ayudado desde el riguroso ambiente salafita saudí, porque para Riad –y para otros– era una forma muy eficaz de combatir contra la influencia chií en Oriente Medio. Destruir Damasco y a Bashar al Assad era la forma más segura de debilitar a Teherán. Sin embargo, el Daesh también decidió ir por su camino y ahora también está en peligro Arabia Saudí, porque la sociedad, al menos una parte, ya es permeable a su influencia. Lo hemos visto con la sucesión del rey. Salman y sus consejeros son mucho más hostiles al Daesh de lo que era el rey Abdalá, algunos de sus consejeros, los que eran pro-¬Daesh, se han echado a un lado y ahora creo que los saudíes tienen miedo. Este aspecto, que es importante en la tradición salafita, tan persuasiva, lo es también en el islam europeo.

¿Pero por qué el salafismo resulta tan atractivo para los jóvenes europeos?

Creo que por la fascinación de lo radical y de lo “anti” que el salafismo ejerce. Un poco como el comunismo con su propuesta de un “futuro brillante”, o el movimiento del 68, cuando los jóvenes seguían modelos alternativos. Se trata de la fascinación de una narrativa totalmente opuesta a la que prevalece en la sociedad. Ahora el comunismo y el 68 han acabado, queda el reclamo del islam radical, como documentan las conversiones que se suceden a un ritmo constante. Nunca hemos asistido a un fenómeno así: de los casi seis mil europeos que han partido hacia Siria e Iraq, entre una cuarta parte y un tercio son jóvenes convertidos, no chicos que salen de los suburbios de la periferia o de las clases más pobres de la sociedad. Existe sin duda una exigencia de sentido, la búsqueda de un contra-modelo. Se trata de un sujeto nuevo, pero lo poco que sabemos de la situación de estos chicos, jovencísimos, es que en la mayoría de los casos su ambiente familiar era crítico, con el padre ausente, por ejemplo. En cierto modo son el resultado de la sociedad contemporánea, en la que ya no hay valores fijos de referencia. La globalización puede ser maravillosa para quien tiene la posibilidad de viajar, para quien forma parte de la clase media-alta. Pero entre los “olvidados” de abajo, se dan dos tendencias: el crecimiento, por un lado, de grupos islámicos contra la sociedad; y por otro, de movimientos de extrema derecha, como por ejemplo en Francia con el Frente Nacional.

Hay por tanto una falta de sentido, de valores de referencia. Algunas estadísticas muestran que una buena parte de las familias de los que marchan a la yihad se declara atea. Por tanto, el factor religioso parecería “expulsado”…

Sí, muchas familias son ateas. También hay muchos jóvenes yihadistas convertidos del cristianismo o del judaísmo, una cosa extrañísima. El IS forma parte del vocabulario de esta tercera generación del yihadismo, pero creo que tal vez mañana o más adelante veremos algo diferente.

Oasis

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