El nombre, el nacimiento y el frenesí de la sociedad de los like

España · PaginasDigital
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21 agosto 2019
“Todos hemos recibido el nombre al nacer y en casi todas las culturas son los padres los que piensan un nombre para el hijo. Nos llamaron por nuestro nombre desde pequeños”. Así comenzó Guadalupe Arbona Abascal, profesora de Literatura Comparada y coordinadora del máster de Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid, su explicación del lema de la XL edición del Meeting de Rímini en un encuentro moderado por Emilia Guarnieri, presidenta de la Fundación Meeting por la Amistad entre los Pueblos.

“Todos hemos recibido el nombre al nacer y en casi todas las culturas son los padres los que piensan un nombre para el hijo. Nos llamaron por nuestro nombre desde pequeños”. Así comenzó Guadalupe Arbona Abascal, profesora de Literatura Comparada y coordinadora del máster de Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid, su explicación del lema de la XL edición del Meeting de Rímini en un encuentro moderado por Emilia Guarnieri, presidenta de la Fundación Meeting por la Amistad entre los Pueblos.

Pero si siempre nos han llamado, ¿por qué el propio nombre debería nacer de lo que miramos?

“Conciencias agudas de nuestro tiempo han percibido la urgencia de volver a nacer, de nacer de nuevo, como García Lorca o Camus”, explica la docente. “Giussani y Testori dialogaron en 1980 en torno al tema del nacimiento, en una conversación que parte del gemido de Camus y de una generación que padece una ausencia. Es como si la conciencia de nacer no estuviese presente en su juventud, como si no hubieran asumido todavía esa dependencia. Es decir, que han sido queridos, decía Giussani. Mientras que hoy la búsqueda por ser alguien se hace frenética y se pretende nacer a cada instante, o ser muchos”.

Esta condición actual es muy diferente a la de entonces, pero no por ello es menos interesante.

“Los jóvenes de hoy ven las cosas separadas, cada cosa debe ser abandonada para ser reemplazada por la siguiente. Se busca ser uno mismo en las posibilidades y reflejos que ofrece la realidad virtual, cada nuevo like es una forma de preferencia. Se dice que los algoritmos pueden definir quiénes somos, que un algoritmo permite el conocimiento de una persona, incluso superior al del padre o la madre, o de uno mismo. El historiador Harari habla de una cultura datacéntrica. Se cree que nuestro yo se resuelve con el cálculo de sus likes, sus compras en Amazon y sus fotos en Instagram. ¿Pero los datos que dejamos en la red son suficientes para definir quiénes somos? Se busca y rebusca en las múltiples posibilidades, ¿pero se puede esperar que haya un pixel, un punto de color, que permita renacer y nos remita a nuestro origen?”.

Y si así fuera, ¿qué pixeles tendría la realidad?

“Queremos ser preferidos y seguidos. Necesitamos de alguien que nos lo diga. Pero Giussani invita a imaginar un nuevo nacimiento, y para mí este ejemplo es decisivo. Si abriéramos los ojos ahora, con una conciencia nueva, ¿qué sería más importante, las cosas que tenemos o el estupor de una presencia?”. De hecho, según la ponente, “lo que propone Giussani constituye un giro antropológico de tal envergadura que necesitaba ser seriamente comprobado. Una presencia que hace atractivas y vivas las cosas y permite que el yo se conozca en un encuentro. Este giro antropológico propuesto por Giussani funciona”.

Un ejemplo especial procede del relato evangélico de Zaqueo, que “era rico y no era querido. Nadie quería estar a su lado. Las mujeres lo evitaban, las ancianas lo maldecían y los jóvenes le volvían la cara. Por eso fue tan raro que Zaqueo saliese de casa aquel día. Había escuchado que el Galileo pasaría por la ciudad. Zaqueo tenía todo y no tenía nada, y decidió salir a verlo. Se sentía inseguro, temía a todos y solo hablaba con los que le adulaban. Salió a la plaza de los sicomoros y tuvo la idea de subirse a uno de ellos porque lo único que quería era verlo”.

Jesús le miró, mientras Zaqueo pensó que era extraño porque estaba acostumbrado a evitar las miradas, y le habló. “Nunca le habían llamado así. Fue mirado, y entonces vio. Todo para él volvía a tener color, nacía de nuevo, se movía de otra manera, sonreía. Caminaba con un tesoro que no se podía contar ni acumular. Llevaba dentro de sí la cara y el corazón de aquella mirada. Fue mirado por alguien que le restituyó la manera de ver todo lo demás”.

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