El niño 44
No suele ser muy habitual que en un thriller aprovechen la oportunidad para criticar a regímenes de la órbita comunista. No obstante, existen excelentes excepciones como La vida de los otros o Bárbara. Hace unas semanas se estrenó El niño 44, que es una adaptación del éxito de ventas de Tom Rob Smith en la que se habla del psicópata Andrei Chikatilo, más conocido como “El Carnicero de Rostov”, que mató a gran cantidad de personas, sobre todo niños, de ahí el título de la obra.
La dirección ha corrido a cargo de Daniel Espinosa que, aunque suene a español, es sueco, siendo su tercer trabajo tras El invitado y Dinero fácil. Tengo que decir que este drama de suspense me parece impecable y que, no resultando demasiado inquietante, te atrapa por lo bien contada que está la historia y por lo bien que van dosificando la información, donde ninguna conversación tiene desperdicio.
El reparto lo encabezan Tom Hardy, recordado por la última entrega de Mad Max, y Naomi Rapace, protagonista de la saga de Stieg Larsson, Millennium. Y si las caracterizaciones son magníficas, las buenas interpretaciones hacen el resto. Tom Hardy interpreta a un agente dedicado a detectar traidores a Stalin, tal y como declaró a Fotogramas: “Es un huérfano que se convierte en héroe de guerra, un símbolo del comunismo que cae en desgracia cuando pierde la fe en el régimen y se niega a denunciar por traición a su esposa”.
El citado escritor de la novela en la que se basa esta película declaró a Cinerama que lo estupendo de las historias de detectives y de investigaciones policiales es que reflejan mucho sobre la sociedad en la que se producen. Si se quiere entender el mundo, no hay nada más que fijarse en cómo actúa la policía de un determinado lugar. Lo que da pie para hablar del protagonista que, a pesar de ser un policía político, muestra una ética que le impide actuar en contra de sus principios. Es interesante el modo en que este va evolucionando, dándose cuenta de que esos ideales que defendía eran una falsedad. Por último, el director presta una especial atención al valor de la acogida.
Por otra parte, la cinta deja caer la dureza de los gobiernos totalitarios, en este caso el comunista, cuyas barbaridades han sido silenciadas por algunos medios de comunicación, llama la atención cómo liquidaban a quien no pensaba como ellos o la forma en que los trasladaban a los temidos gulags.