El mito del presupuesto europeo

Las palabras del presidente italiano Monti al día siguiente de la reunión están más que justificadas: «Resulta un tanto demagógico el uso que se está haciendo de la fustigación al presupuesto comunitario, y también un poco incoherente».
Es necesario aclarar que el presupuesto de la UE no se añade al de los respectivos países. Si pensamos así, seguiremos cometiendo un error de fondo, que corre el riesgo de hacer vanos todos los esfuerzos que están haciendo los ciudadanos europeos.
El presupuesto de la Unión Europea es un instrumento sintético, que tiene la capacidad de multiplicar los efectos de las inversiones. En este sentido, sirve para generar más eficiencia y eficacia. Cada euro sustraído al presupuesto de la UE incrementa el gasto público de los estados miembros.
Si seguimos pensando que la Unión Europea es una entidad que se añade a los Estados miembros, o que las embajadas de la Unión en los diversos países extra-europeos se añaden a las de los Estados miembros, perseveramos en el error. Nos engañamos pensando que contribuimos a un ahorro y rigor general recortando el presupuesto de la Unión, es un error imperdonable. Al contrario, con el presupuesto de la Unión Europea permitimos a los Estados que ahorren y favorecemos el rigor en los propios países al promover al mismo tiempo el crecimiento y el desarrollo.
En este momento, con su posición, los Estados miembros están justificando su nacionalismo soft frente a la opinión pública nacional; la consecuencia de esta actitud es que el problema de reducir el presupuesto de la UE se volverá a presentar en el futuro y la única respuesta que habremos aprendido a ofrecer será la de aumentar los presupuestos de los Estados nacionales.
Si no hay un acuerdo sobre el presupuesto europeo, los Estados nacionales se gastarán esos 140 mil millones, pero lo harán con una menor eficiencia. De hecho, los estudios realizados por la Comisión europea ya nos dicen que cada euro invertido por la UE obtiene un rendimiento de 95 céntimos, mientras que cuando lo invierten los Estados el rendimiento es de 50 céntimos.
Si tuviera que prevalecer la línea de los países que piden la reducción del balance comunitario, estaríamos obligados a abandonar algunas inversiones cruciales para el presente y para el futuro, como por ejemplo la construcción de infraestructuras para el transporte, la financiación del proyecto Erasmus o el fondo para indigentes. Gastos, en definitiva, que contribuyen a incrementar la eficacia y la eficiencia del sistema Europa y que, sobre todo, favorecen a los protagonistas de la vida social: las empresas, los estudiantes y las personas en situación de dificultad, que no pueden ser tratadas como un peso, sino que forman parte de nuestro potencial de crecimiento.