Terremoto en Japón

El misterio, lejos de esta vida

Mundo · Lorenzo Albacete
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16 marzo 2011
El terrible terremoto que devastó Japón el pasado 11 de marzo protagoniza los informativos de los últimos días, dejando a un lado lo que está sucediendo en Oriente Medio. La mayor parte de los artículos e imágenes se concentra en las víctimas, en los daños físicos y económicos provocados por el terremoto y en la amplitud del área afectada por el seísmo y el tsunami.

El único artículo que me parece que ha abordado en los grandes medios de comunicación lo que podemos llamar la cuestión cultural o espiritual de la tragedia apareció en el blog de la CNN el 12 de marzo, firmado por Marnie Hunter.

En el artículo, hace notar, como también había notado yo, la diferente reacción de los japoneses frente a esta tragedia en comparación a otras catástrofes similares, como las de Haití o Chile. Hunter subraya la ausencia de bandas de saqueadores o de indicios de robos o disturbios, ni siquiera para conseguir alimento.

Para entender esta situación, se dirige a dos autoridades en materia de cultura e historia japonesa. Uno es Gregory Pflugfelder, director del Centro Donald Keene de cultura japonesa en la Universidad de Columbia, según el cual el saqueo sencillamente no existe en Japón. La razón, dice, es el "sentimiento de ser ante todo y en primer lugar responsable de la comunidad".

La segunda experta es Merry White, profesora de antropología en la Universidad de Boston y estudiosa de la cultura japonesa. El verdadero problema, afirma, no es que no haya saqueos en Japón, sino que los hay en América. La razón de los saqueos en América es "la alienación social y la diferencia entre clases". Sin embargo, "también en Japón hay alienación social y diferencia entre clases", pero, en su opinión, en la sociedad japonesa "la violencia y el robo no están bien vistos, ni se sostienen culturalmente".

No estoy seguro de la validez de esta observación, porque no creo que se pueda decir que la violencia y el hurto están bien vistos socialmente en los Estados Unidos, y sin embargo suceden. Por tanto, el hecho de que no suceda en Japón no puede ser debido completamente a la desaprobación social.

El doctor Pflungfelder se encontraba en la National Diet Library (Biblioteca Nacional del Parlamento) en Tokio cuando sucedió el terremoto y, con gran sorpresa para él, la biblioteca permaneció abierta una hora y media más que el horario habitual. ¡Este hecho le hizo entender la gravedad de lo que estaba sucediendo! En torno a la medianoche el metro reanudó su servicio y se formó una fila ordenada de personas para subir a los trenes, en lugar de una multitud intentando salir.

Pflungfelder afirma que "el orden y la disciplina social están tan inculcados en tiempos normales que creo que es muy fácil para los japoneses seguir comportándose como lo suelen hacer normalmente, incluso en situaciones de emergencia". Por el contrario, atribuye el comportamiento de los americanos al sistema económico capitalista, porque se trata de un sistema en el que cada uno protege sus propios intereses personales, y de ahí nace un cierto orden.

Esta observación me plantea algún problema sobre la base de mi experiencia personal respecto a los comportamientos sociales después del atentado del 11 de septiembre. Al menos aquí, en Nueva York, se comprobó lo contrario: la solidaridad hacia los demás y la voluntad de ayudar hasta extremos heroicos.

También quiero añadir que en terremoto de Haití los periodistas señalaron cómo los afectados que lo habían perdido todo y que tenían pocas probabilidades de encontrar un alojamiento o un refugio a largo plazo, se dirigían hacia la religión en busca de consuelo e incluso alegría en medio de un desastre de tal magnitud. Recuerdo la catedral de Puerto Príncipe que se derrumbó sobre los fieles, incluido el arzobispo, que murió allí. Sin embargo, la gente seguía viendo a Dios a su lado y la pregunta "¿por qué ha sucedido todo esto?" nunca se planteó.

Creo que la razón de todo esto es la confirmación cristiana de la cultura religiosa haitiana, donde el misterio es reconocido en las cosas de esta vida, en el espacio y en el tiempo, como parte de la experiencia de nuestra humanidad. La doctrina de la Encarnación implica que el hombre y Cristo comparten el mismo destino. Por eso, no someten a Dios a esa pregunta cuando suceden desastres de este tipo, porque quien cree en Cristo experimenta que Dios está al lado de los hombres.

En la cultura religiosa de Japón, el misterio está alejado de esta vida, de la carne, del espacio y del tiempo. Por eso, la realidad no se ve como amiga. Cuando sucede un desastre, lo importante es afrontar la tragedia con coraje, porque no se espera que la realidad pueda ser amigable.

Para mí, sin embargo, se ha mostrado una vez más la fuerza humana del cristianismo frente al sentido religioso, que tiene que resignarse a no poder encontrar nunca por sí solo el misterio que afirma el valor de la vida humana.

Il Sussidiario

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