El mayor problema no es Sánchez sino nuestro miedo
Pedro Sánchez, que va por la vida haciéndose pasar por moderado, no ha hecho ningún esfuerzo por llegar a un entendimiento con los partidos constitucionalistas. Por otra parte, tanto el PP como Ciudadanos se lo han puesto en bandeja y el presidente no ha tenido y no ha querido ver otra posibilidad que volverse hacia la izquierda y los independentistas. Por mucho que los editoriales de El País lo vean como una ocasión es necesario volver a recordar lo obvio y es que, como Díaz-Ambrona afirmaba en una entrevista a este periódico, no es concebible que ERC coopere a la gobernación de España como ellos mismos han manifestado.
Posiblemente llamar socialista a Pedro Sánchez sea darle un sustrato teórico del cual adolece en buena medida. Sánchez es lo que haga falta. Tanto en la ideología liberal como la conservadora o la socialdemócrata podemos encontrar virtudes y debilidades pero el presidente es fundamentalmente un buen producto de marketing. Sin duda, es esta una época de la política de la imagen y en esos parámetros Sánchez o sus asesores han ganado por goleada. Con mensajes en positivo (“Somos la coalición progresista”), con sus eslóganes de campaña… ha ganado la carrera por la imagen de la moderación, ha ocupado el centro político y es la imagen de la modernidad al menos para una gran parte de los españoles como han demostrado los resultados electorales. También aquí PP y C´s se lo han puesto fácil.
Pero más allá de la imagen, es preocupante ver cómo un sector amplio del PSOE se ha “podemizado”. El PSOE ha sido unas de las patas de nuestra democracia y esta deriva y este dar por bueno el discurso de los independentistas, insisto de un sector del partido, pone en riesgo nuestra estabilidad constitucional.
Una buena pregunta para los sociólogos sería si el votante medio socialista está más cerca del PP que de Unidas Podemos en cuestiones prácticas pero se siente sentimentalmente más cercano al partido de Pablo Iglesias. Una cuestión similar se podría plantear de los votantes del PP cambiando Unidas Podemos por Vox.
No cabe duda que este gobierno va a ser muy dañino para España, hará un país más pobre y menos solidario. ¿Pero son unos malvados todos los que no piensan como yo? ¿Puede un gobierno por malo o bueno que sea sustituir mi responsabilidad frente a mis hijos, frente a mi trabajo…? Existe un mal mayor aún que el gobierno que se nos viene encima y es el miedo que nos paraliza que se observa estos días en nuestras conversaciones. En medio de nuestro enfado no deberíamos caer en la tentación de considerar enemigo al que piensa distinto porque cuando uno se encuentra con otro que narra sus razones descubres que tu razón se abre. Muchos quieren vencer este miedo votando a Vox, que por supuesto que es un voto legítimo, pero que expresa este malestar de muchas personas que en realidad no son extremistas.
Otro corolario del desafío que afronta nuestro país es entender qué sujeto humano está detrás del votante porque los políticos, no nos engañemos, son una expresión de la sociedad. En estos días de vacaciones paseando por las calles, viendo a decenas de personas haciéndose selfies, pensaba que esta moda es expresión de una sociedad individualista y autorreferencial. Otro buen ejemplo es la exposición narcisista en las redes sociales. Luego no nos extrañe que otro aspecto que domine nuestra política son los fenómenos identitarios, el qué hay de lo mío por encima de todo con la brava excepción de Ana Oramas. Este fenómeno identitario ¿no será también un reflejo de una inseguridad de confrontarse con el otro? ¿No habremos perdido la capacidad para asombrarnos por la belleza y, por tanto, de mirar fuera de nosotros mismos? ¿En qué momento hemos perdido el sentido del bien común?
Mientras tanto Pedro Sánchez, con su coalición ¿progresista? o ¿será racista? de victoria en victoria hasta la derrota final.