El liderazgo de Angela Merkel

Mundo · Eugenio Nasarre
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18 septiembre 2013
Ninguna elección nacional es tan influyente para Europa como la que el próximo domingo va a celebrar Alemania. En cierta medida, el futuro de Europa va a depender de los votos de los alemanes. A algunos les irrita esta afirmación. Pero las circunstancias históricas han convertido a Alemania hoy por hoy en el país motor del continente, al menos de los países que hemos avanzado más en el proceso de integración.

Ninguna elección nacional es tan influyente para Europa como la que el próximo domingo va a celebrar Alemania. En cierta medida, el futuro de Europa va a depender de los votos de los alemanes. A algunos les irrita esta afirmación. Pero las circunstancias históricas han convertido a Alemania hoy por hoy en el país motor del continente, al menos de los países que hemos avanzado más en el proceso de integración.

Gran Bretaña, en parte también por la decepcionante y errática política de Cameron, ha abdicado en ejercer un papel influyente en la Europa continental, aunque ya su aislamiento haya dejado de ser espléndido. Y Francia presenta debilidades en su interior, que le impiden ser par de Alemania.

Los datos que ofrece la Alemania de Merkel son a simple vista apabullantes. Representa ya casi el 30 por 100 del producto interior bruto de la zona euro. El paro es del 5,3 por 100 con una población activa (76,7 por 100), que es quince puntos superior a la española. Por cierto, su población inmigrante paradójicamente es inferior a la española en relación con la población total, mientras nosotros padecemos una tasa de paro cinco veces superior a la suya.

Claro está que no todo es floreciente en Alemania. El número de sus habitantes se ha estancado desde hace diez años. La crisis demográfica, con una tasa de fecundidad de 1,3 hijos por mujer, genera un sombrío panorama para su futuro. Las familias alemanas siguen ya desde hace tiempo sin creer en los hijos. Es ésta la cuestión que suscita mayor debate en amplios sectores de la opinión pública. El gran éxito del libro “Alemania se desintegra” de Thilo Sarrazin, veterano político de origen socialdemócrata, en el que arremete contra la inmigración y el euro, es prueba de un malestar de fondo en un sector de la sociedad alemana, que puede alimentar un nacionalismo suicida.

Porque el porvenir de Alemania está anclado en Europa. No tiene otra alternativa. Este es el pensamiento básico de Angela Merkel, que no ha dudado en asumir el legado que puso en marcha la democracia-cristiana de Adenauer, y al que fue fiel Kohl en los gloriosos días de la unificación de Alemania. Sin Kohl no hubiera sido posible el paso gigante que para la construcción europea supuso el tratado de Maastricht. Alemania sería un ser extraviado si no formara parte de la Europa integrada.

La ya larga gran crisis  –¡está durando más que la segunda guerra mundial!-  ha consagrado el liderazgo de Angela Merkel. Lo ha ejercido con tenacidad, firmeza,  ideas claras, coherencia y sentido de la autoridad. ¿Ha sido un liderazgo equivocado, causante de los males que nos afligen, sobre todo a algunos países europeos? ¿Podemos descargar las culpas en la dirección que, con cesiones y capacidad de llegar a acuerdos, ha ido imponiendo la canciller? A mi juicio la respuesta es no, aunque fuera de Alemania se haya ganado muchas antipatías. La falsa dicotomía austeridad frente a crecimiento ha alimentado discursos inconsistentes, que, de prosperar,  nos hubieran conducido a la ruina al conjunto de Europa. Es cierto que a algunos nos ha ido peor que a otros. ¿Pero podemos decir que lo ha sido sin culpas propias?

La victoria de la CSU en Baviera es preludio de la victoria democristiana –no sabemos en qué términos- del próximo domingo. Probablemente Angela Merkel saldrá fortalecida. Y podrá impulsar una política europea, que habrá que seguir con la máxima atención. Conocemos bien sus convicciones y sus ideas- fuerza. Creo sinceramente que entre ellas está la de salvar la integración europea y profundizar en ella con pasos prudentes. Cuando da la impresión que Alemania frena determinados impulsos integradores, lo hace porque es el país que más cree en el “principio de subsidiariedad”, que procura que el ente superior no invada lo que pueda hacer el inferior. Y yo estoy convencido que este principio es vital para la construcción de Europa.

Las elecciones alemanas marcan el inicio de un tiempo nuevo en Europa. Muy pronto se celebrarán las elecciones europeas, que serán cruciales para la superación de la crisis. Nos esperan grandes decisiones que habrá que acordar y poner en práctica con inteligencia y conciencia histórica. Una Alemania liderada por Angela Merkel para mí es una garantía de un camino en la buena dirección.

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