El individuo es persona

Mundo · Nicolás Jouve de la Barreda
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17 diciembre 2008
Comentarios al documento Dignitas Personae, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre cuestiones de Bioética.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en virtud de la misión doctrinal y pastoral de la Iglesia, ha sentido el deber de poner al día la postura de la Iglesia Católica en cuestiones de Bioética, respecto a anteriores documentos, como la Instrucción Donum Vitae (22 de febrero de 1987). En Dignitas Personae se trata de reafirmar la dignidad y los derechos fundamentales e inalienables de todo ser humano desde las primeras etapas de su existencia y de explicitar los requisitos de protección y respeto que el reconocimiento de tal dignidad exige. Esta instrucción se justifica por dos motivos: los avances científicos en torno a las nuevas tecnologías que afectan a la vida humana, y la falta de una información veraz de su trascendencia tanto en los resultados técnicos reales como en los aspectos éticos.

En cuanto al contenido, el documento es un tratado de bioética desde la perspectiva de la moral cristiana, que trata de orientar sobre una correcta interpretación de los temas que suponen una acción a favor o en contra de la vida humana. Es de destacar la exactitud y comprensión de los temas tratados y el perfecto conocimiento de los avances científicos y técnicos en los campos de la biología, la biotecnología y las aplicaciones biomédicas en relación con la vida humana. En cuanto a la forma, el documento trata de forma ordenada y comprensiva todos los aspectos referentes a las perspectivas que ofrecen estas áreas de la ciencia en tres grandes apartados: la concepción del ser humano desde el punto de vista antropológico, teológico y ético; los nuevos problemas relativos a la procreación; y las nuevas propuestas terapéuticas que implican la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano.

Los avances científicos en las áreas de la Genética, la Biología Celular, la Embriología, la Genética del Desarrollo y la Genómica no dejan lugar a dudas de que el comienzo de la vida humana tiene lugar en el momento de la concepción. Lo avalan los datos de la Genética (momento en que se constituye la identidad genética singular), la Biología Celular (los seres pluricelulares conservan en todas las células réplicas de la misma información genética del cigoto), la embriología (el desarrollo sucede sin solución de continuidad), la genética del desarrollo (el desarrollo obedece a un programa de actividades genéticas establecido en el momento de la fecundación y que se va desenvolviendo en espacio y tiempo) y la genómica funcional (el genoma es el gran centro coordinador del desarrollo de cada ser vivo. El genoma individual, constituido en el momento de la fecundación nos acompaña durante toda la vida y es de la que depende la ontogenia).

Dignitas Personae tiene en cuenta estos avances y es respetuoso con los descubrimientos científicos recientes sobre el comienzo de la vida humana, que por otra parte confirman los planteamientos tradicionales de la Iglesia. De acuerdo con estos avances no hay enfrentamiento ni contradicción entre Ciencia y Religión en materia del inicio de la Vida Humana.

No hay saltos cualitativos en la constitución genética, ni por tanto en la condición humana desde la fecundación hasta la muerte. El embrión es la primera etapa de la vida humana que merece la calificación de ser humano y el ser humano es inmutable en su identidad genética a lo largo de su vida. Por esto, desde la Biología no hay argumentos para discutir la condición de la vida humana con la misma intensidad en todas y cada una de sus etapas y, en coherencia con este dato de la ciencia, el documento plantea la pregunta ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana? La conclusión lógica es que el ser humano debe ser respetado y tratado con la dignidad propia de la persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable a la vida de todo ser humano inocente. La Iglesia apuesta coherentemente por la protección de la vida humana desde la concepción a la muerte natural.

Un principio fundamental de la Iglesia es que la fe no sólo acoge y respeta lo que es humano, sino que también lo purifica, lo eleva y lo perfecciona. En este sentido el documento destaca la dignidad especial de la vida humana, que posee una vocación eterna, y el reconocimiento de su carácter sagrado. Es a partir del vínculo de las dimensiones humana y divina, como se entiende mejor el por qué del valor inviolable del hombre. Un valor que se debe aplicar  indistintamente a todos, ya que sólo por el hecho de existir, todo ser humano tiene que ser plenamente respetado. Por ello, se afirma en el documento que se han de excluir los criterios de discriminación de la dignidad humana basados en el desarrollo biológico, psíquico, cultural o en el estado de salud de los individuos.

Ante los avances de las tecnologías relativas a la reproducción, en los aspectos de fecundación in vitro y regulación de la procreación, y todas sus derivaciones, la Iglesia recuerda que el valor ético de la ciencia biomédica se mide en referencia tanto al respeto incondicional debido a cada ser humano, en todos los momentos de su existencia, como a la tutela de la especificidad de los actos personales que transmiten la vida.

Por ello, se destaca que el origen de la vida humana tiene su auténtico sentido natural en el matrimonio y la familia, como fruto de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer, y se afirma que una procreación verdaderamente responsable para con quien ha de nacer es fruto del matrimonio. Es en este sentido en el que debe entenderse la no aceptación de todas las técnicas de fecundación artificial heteróloga y las de fecundación artificial homóloga que sustituyen el acto conyugal. En estos casos se concibe el hijo como un producto de la tecnología. Sin embargo, sí resultan admisibles las técnicas que se configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad, así como todas las intervenciones que tienen por finalidad eliminar los obstáculos que impiden la fertilidad natural.

La iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad. Con el fin de paliar los problemas de la infertilidad y satisfacer los deseos de tener un hijo,  Dignitas Personae promueve la adopción y las investigaciones destinadas a la prevención de la esterilidad.

En coherencia con los avances de la Biología se hace hincapié en que el embrión no es un simple cúmulo de células, sino una vida humana en sus primeras fases de desarrollo. Resulta contundente en este sentido la afirmación de que las técnicas de fecundación in vitro se aceptan porque existe la presuposición de que el embrión no merece pleno respeto cuando está en competición con un deseo que hay que satisfacer.

En este sentido, el Magisterio de la Iglesia condena el uso puramente instrumental de los embriones y considera contrario a la ética la crioconservación de los embriones, su utilización con fines de investigación y su destrucción para la extracción de las células madre embrionarias. Lo cierto es que el proceso de la congelación es traumático para los embriones, con un riesgo de muerte de los embriones así manipulados que se estima en torno al 30%. Esta tecnología  supone el abandono de las vidas así producidas a un destino incierto, siendo el más probable su muerte por abandono. Aunque no se ha llevado a cabo un registro de los embriones congelados, a pesar de tratarse de una obligación establecida en la legislación, se estima que tan solo en España, desde la autorización de estas técnicas se han acumulado más de 200.000 embriones en congelación.

En el documento se destaca la falta de soluciones para los miles de embriones congelados, producidos en los centros de reproducción asistida, para los que no hay una salida moralmente lícita, por lo que se hace una llamada a la conciencia de los responsables del mundo científico, y de modo particular a los médicos para que se detenga la producción de embriones humanos.

En coherencia con el sentido de la vida humana, el Magisterio de la Iglesia considera contrario a la ética otros modos de manipulación de la vida humana o de la procreación, como la congelación de óvulos, los métodos interceptivos destinados a evitar la implantación de los embriones, la implantación de múltiples embriones, la reducción embrionaria, la selección de embriones consecuencia del Diagnóstico Genético Preimplantatorio, la clonación reproductiva y la llamada «terapéutica», así como la transferencia de núcleos humanos en ovocitos de animales. El documento refleja una situación real de relajación sobre el auténtico significado de la vida humana y en particular de los embriones producidos por FIV. La reducción embrionaria, es una práctica abortiva que consiste en  reducir a dos y en algunas circunstancias a uno, los embriones que en mayor número se hayan implantado en el útero, con el fin de garantizar el buen desarrollo del que quede y evitar los embarazos múltiples. Se lleva a cabo mediante envenenamiento con consecuencia de muerte inmediata de los embriones «sobrantes». Es de hecho un acto abortivo.

Respecto al Diagnóstico Genético Preimplantatorio, desde instancias científicas no se resiste la calificación del método como una práctica de carácter eugenésico, por cuanto se propugna la selección de embriones en base a sus cualidades genéticas. Es por otro lado una tecnología muy cara, injusta dado que no llegaría al alcance de cualquier economía y de muy baja eficacia. La ESHRE (European Society for Human Reproduction and Embryology) organismo europeo que agrupa a los profesionales de la medicina y la biología de la reproducción,  arroja algunos datos sobre la práctica de la FIV y el DGP, en el período de 2004 a 2007 procedentes de 45 centros de diversos países europeos. España aparece como uno de los países con más casos de FIV, con más de 17.000 casos en el citado período. Respecto al DGP, de 20.000 embriones biopsiados en el conjunto de los centros europeos, se transfirieron 2.400, nacieron 479 niños y se contabilizaron 2 errores diagnósticos. Según estos datos solo el 12% de los embriones procedentes de FIV y sometidos a DGP fueron finalmente implantados (poco más de uno de cada diez), y solo el 20% de los embriones transferidos tras una biopsia llegaron a término. Si nos fijamos en el número de niños nacidos respecto al total de embriones biopsiados la estadística es aun menos favorable, ya que solo el 2% de los embriones procedentes de la FIV y sometidos al DGP llegaron a término. Todo esto supone un auténtico encarnizamiento reproductivo.

Respecto a las dos modalidades de clonación Disgnitas Personae destaca la mayor gravedad de la mal llamada «clonación terapéutica», que supone la destrucción de los embriones, con respecto a la reproductiva, que supone la imposición arbitraria a un ser humano del patrimonio genético idéntico al de otra persona, lo que en cualquier caso, representa una grave ofensa a la dignidad del sujeto clonado y a la igualdad fundamental entre los hombres.

La Instrucción Dignitas Personae acierta en la descalificación moral y en el diagnóstico de la ineficacia de la «clonación terapéutica», que supone la destrucción de embriones y que no ha resuelto ningún problema de restauración de tejidos deteriorados. La extracción de células madre de embriones vivos comporta su destrucción por lo que resulta éticamente inaceptable. Frente a esta tecnología se ha desarrollado una alternativa eficiente,  con células madre adultas (sangre de cordón umbilical, grasa, médula ósea, piel, fibroblastos, etc),  A esta se añade la novedosa tecnología de la «reprogramación genética», debida a recientes investigaciones en Japón y EE.UU (2006-2008), que permite obtener líneas celulares útiles para la medicina regenerativa a partir de células adultas diferenciadas. Dignitas Personae destaca la utilidad de estas alternativas y alienta  el impulso y el apoyo a la investigación sobre el uso de células madre de cordón umbilical, troncales adultas y otras fuentes somáticas, que no implican problemas éticos y ofrecen las mejores perspectivas para la producción de líneas celulares con el fin de atender las necesidades de la restauración de tejidos degradados.

También se destaca como contrario a la dignidad de la vida humana el uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentación. La Instrucción Dignitas Personae hace referencia también a la situación del uso de las células procedentes de  embriones muertos o de las que se hallan disponibles en el comercio. En este sentido se discute el principio de independencia respecto a la responsabilidad del uso de los «materiales biológicos» obtenidos por otros investigadores, y procedentes de embriones o de fuentes ilícitas. El Magisterio de la Iglesia hace una declaración sobre la urgente movilización de las conciencias en favor de la vida y apela a la dimensión ética de la profesión sanitaria, en el contexto del juramento de Hipócrates, según el cual se exige a cada médico el compromiso de respetar absolutamente la vida humana y su carácter sagrado.

Resulta especialmente relevante la calificación de prácticas eugenésicas del diagnóstico genético preimplantatorio, la ingeniería genética con finalidad diferente a la terapéutica y todas las técnicas que implican un dominio del hombre sobre el hombre. En este sentido el Magisterio de la Iglesia reclama la necesidad de volver a una perspectiva centrada en el cuidado de la persona y de educar para que la vida humana sea siempre acogida, en el cuadro de su concreta finitud histórica.

Se consideran lícitas las técnicas que tratan de corregir defectos congénitos por medio de la terapia génica somática. No así en la línea germinal por los daños potenciales consiguientes se puedan difundir en la descendencia.

Finalmente, el documento concluye sobre las reflexiones que en el mismo se recogen y nos orienta sobre su auténtico sentido al afirmar que los fieles se han de comprometer firmemente a promover una nueva cultura de la vida, recibiendo el contenido de la presente Instrucción con asentimiento religioso. El cumplimiento de este deber implica la valentía de oponerse a todas las prácticas que se traducen en una grave e injusta discriminación de los seres humanos aún no nacidos. Detrás de cada "no" brilla, en las fatigas del discernimiento entre el bien y el mal, un gran "sí" en reconocimiento de la dignidad y del valor inalienable de cada singular e irrepetible ser humano llamado a la existencia.

Nicolás Jouve de la Barreda es catedrático de Genética, Departamento de Biología Celular y Genética en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid)

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