El hilo que une Abu Dabi con Rabat

Mundo · Michele Brignone
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2 abril 2019
En el mapa del mundo árabe, Abu Dabi y Rabat se encuentran en las antípodas: en el extremo oriente y junto al golfo Pérsico la primera, en el extremo occidente y orientada hacia el Atlántico la segunda. Pero estos días su distancia geográfica se ha visto colmada simbólicamente por la presencia del papa Francisco. La secuencia extraordinariamente cercana de ambos viajes papales no parece simple coincidencia. De hecho, ambos países tienen varias características en común.

En el mapa del mundo árabe, Abu Dabi y Rabat se encuentran en las antípodas: en el extremo oriente y junto al golfo Pérsico la primera, en el extremo occidente y orientada hacia el Atlántico la segunda. Pero estos días su distancia geográfica se ha visto colmada simbólicamente por la presencia del papa Francisco. La secuencia extraordinariamente cercana de ambos viajes papales no parece simple coincidencia. De hecho, ambos países tienen varias características en común.

La primera viene representada por su compromiso para hacer frente al extremismo religioso. Marruecos y los Emiratos, que comparten además su pertenencia a la escuela jurídica maliki, han reaccionado con determinación al desafío lanzado por el terrorismo yihadista, promoviendo en su patria y en el exterior una lectura abierta y conciliadora del islam. La monarquía marroquí fue la primera en moverse, respondiendo a los atentados de Casablanca en 2003 con una significativa reforma de la estructura religiosa del país. A diferencia de Marruecos, que alberga una de las universidades islámicas más antiguas del mundo (Qarawiyyin di Fes) y cuyo jefe de Estado es llamado el “comandante de los creyentes”, los Emiratos no disponen de instituciones religiosas tradicionales tan prestigiosas. Sin embargo, en el contexto marcado por las revueltas árabes de 2011 y después con la afirmación del yihadismo terrorista, Abu Dabi impulsó la creación de nuevas organizaciones religiosas que rápidamente transformaron los Emiratos en un centro de referencia para el mundo musulmán contemporáneo.

En 2016, el esfuerzo de ambos estados asumió la forma de una iniciativa conjunta, la Conferencia de Marrakech sobre los derechos de las minorías religiosas en el mundo islámico, promovida por el Ministerio marroquí de Habous o Asuntos Islámicos, y por el Foro para la Promoción de la Paz en las Sociedades Musulmanas, una fundación con sede en los Emiratos Árabes Unidos dirigida por Abdullah Bin Bayyah.

No es casual que en sus viajes el papa Francisco haya visitado dos lugares simbólicos de la política religiosa de estos países, el Consejo de Sabios musulmanes de Abu Dabi, una red de ulemas presidida por el gran imán de Al Azhar, Ahmad al-Tayyeb, y el Instituto Mohammed VI para la formación de imanes en Rabat, nacido en 2015 para formar guías religiosos preparados frente a las interpretaciones fundamentalistas.

Pero la afinidad entre Emiratos y Marruecos no se limita al islam que promueven. También les caracteriza la presencia, en su territorio, de consistentes comunidades de inmigrantes. Hacia el país del Golfo convergen millones de personas procedentes de países asiáticos (India, Filipinas, Bangladesh, Pakistán, etc.); por su parte, Marruecos es territorio tanto de residencia como de tránsito para migrantes que llegan del África subsahariana. A este fenómeno va unida la presencia de la Iglesia tanto en el Golfo como en el extremo occidente norteafricano. Y ya sabemos la importancia que estas realidades tienen para el Papa, que nos tiene acostumbrados a mirar el mundo desde sus periferias.

Uno de los intelectuales más valorados por el papa Francisco, el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, leía las relaciones entre las iglesias europeas y latinoamericanas a la luz de la distinción entre “iglesia-fuente” e “iglesia-reflejo”. La elección de Bergoglio al solio pontificio marca en este sentido la consagración de la tradición latinoamericana como “fuente” para toda la Iglesia universal.

Con sus viajes, el Papa argentino no se limita a trazar el camino del diálogo interreligioso. También parece querer indicar que las iglesias de Asia y África han empezado a su vez la transición desde el “reflejo” a la “fuente”, y por tanto tienen mucho que decir a las iglesias europeas.

Oasis

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