El exbrigadista Alberto Franceschini: ´Para perdonar hace falta la verdad´
El acto que ha clausurado EncuentroMadrid llevaba por título “El rostro del otro es un bien para mí. Experiencias de perdón, reconciliación y convivencia”. Y para poner rostro a estas experiencias, esta mesa redonda ha contado con tres protagonistas que pueden decir en primera persona no solo que han pedido perdón, sino que han sido perdonados: Juan Manuel Cotelo, guionista y director de cine cuyo último largometraje, El mayor regalo, habla precisamente de la misericordia; Mikel Azurmendi, antropólogo y sociólogo vasco que estuvo en los orígenes de la banda terrorista ETA; y Alberto Franceschini, fundador del grupo terrorista italiano Brigate Rosse.
Marcelo López Cambronero ha sido el encargado de moderar el debate entre los tres ponentes. El profesor agregado de Filosofía en el Instituto de Filosofía Edith Stein ha comenzado recalcando que “el perdón es una de las necesidades humanas elementales, la única fuerza capaz de restituir un corazón herido que desea volver a mirar al futuro con la esperanza de un bien posible”.
Pero ¿qué ha llevado a figuras situadas en la ideología extrema, como Franceschini, a pedir perdón? el perdón es una de las necesidades humanas elementales “Mi vida ha sido muy complicada. Yo he disfrutado del perdón y también he perdonado. ¿Por qué? He pasado 19 años en la cárcel, aunque fui condenado a 72, y eso que no tengo delitos de sangre a mis espaldas: nunca maté a nadie, pero sí fundé una organización terrorista”, ha contestado el ex brigadista.
Aunque en los cuatro primeros años de las Brigadas Rojas no se cometieron asesinatos, Franceschini asume su culpa. “Me arrestaron antes de que llegara a matar a nadie, pero eso no me absuelve: si hubiera tenido que combatir en la calle en aquellos años probablemente lo hubiera acabado haciendo”, ha confesado, para después añadir que tenía que “arreglar cuentas” consigo mismo. “No podía esconderme detrás de la excusa de que yo no había matado a nadie, porque los que mataron lo hicieron por mí. Yo sabía lo que teníamos que hacer, y quién empuñaba el arma era un aspecto totalmente secundario”. El ex brigadista ha despejado las dudas afirmando que quien entra en una organización terrorista conoce “sus obligaciones”, y que después, desde la cárcel, él observaba a sus sucesores llevarlas a cabo. “Para ser honesto, algunas cosas no las compartía, pero siempre predominaba un sentimiento de solidaridad, que es algo que caracteriza a los grupos terroristas: el saber que, aunque seamos pocos, estamos unidos”.
En 1974, Alberto Franceschini fue detenido. Tras el secuestro y asesinato de Aldo Moro, presidente del partido Democracia Cristiana, por las Brigadas Rojas, el ponente comenzó a revisar sus posturas. “En un principio decidimos no adherirnos a la invitación a la pacificación e incluso estábamos dispuestos al sacrificio para obtener la victoria. En los años siguientes llenamos el país de muertos, en un enfrentamiento constante entre nosotros y el poder, y entonces nos dimos cuenta de que la batalla estaba perdida”, ha continuado el ex líder comunista, si bien afirma que “no hubo una reflexión inmediata acerca de si nos habíamos equivocado o no”.
Entonces, el Estado italiano comenzó un proceso para reducir las penas de los que se arrepentían, pero ello no incluía pedir perdón a las víctimas. “Fue un proceso, un análisis, individual. Cada uno debía sentirse responsable de lo que él mismo había hecho. Empezamos a pensar en el arrepentimiento”. En este momento tomó la palabra Mikel Azurmendi, vinculado a los orígenes de ETA que después tuvo que asumir el papel de víctima al dedicar su vida a luchar contra la banda terrorista que él mismo había contribuido a fundar.
Azurmendi ha relacionado la experiencia de perdón con el descubrimiento del rostro del otro, en alusión al lema de EncuentroMadrid 2019, “En busca del rostro humano”. “Para salir a encontrar el rostro del otro lo primero es estar dispuesto a sentirse culpable, ser consciente del mal que se ha hecho y estar dispuesto a no volverlo a hacer, y soportar una carga de tal calibre que no te quede otra que reconocer el perdón como única salida”. En ese sentido, el sociólogo se ha referido también a las víctimas y a su peso, explicando que el acto de perdonar es “un acto de abandono, un don, una liberación”. En ese confluir del dolor y la vergüenza de uno por lo que ha hecho y el dolor y el peso del otro por lo que ha sufrido es donde se encuentran los dos rostros: el otro es necesario, el otro es un bien, y amarle es una necesidad”.
Interpelado por el moderador, Cotelo ha expuesto, al hilo de uno de los testimonios de perdón que aparecen en El mayor regalo, que “lo que mejor puede ayudarnos a perdonar es sabernos perdonados”. “Cuando uno ha experimentado el perdón se pregunta: ¿quién soy yo para no perdonarte cuando toda mi deuda me ha sido perdonada a cambio de nada?”. El cineasta ha unido a este “perdón misericordioso y omnipotente de Dios” con otra pregunta: “¿Quién soy yo para no perdonarte y quién soy yo para juzgarte?”. Aludiendo a una conversación que mantuvo con uno de los protagonistas de su película, Cotelo ha cerrado su intervención afirmando que “lo peor que se le puede hacer a alguien es utilizar con él el verbo ‘ser’ de modo equivocado: nadie ‘es’ un asesino aunque haya asesinado. Porque nuestra esencia no viene definida por nuestros pecados. Si Dios es amor, yo soy ‘el amado’. Esa es mi esencia. Lo más central de mi existencia es que soy amado”.
Como a lo largo de su historia Alberto Franceschini ha relacionado la verdad con la reconciliación, López Cambronero ha querido interrogarle acerca de esta relación. “Para perdonar es necesaria la verdad. Tengo que saber qué es lo que tengo que perdonar”, ha explicado, entrando también a especificar que es necesario que el movimiento se inicie desde el lado del ofensor. “A menudo las víctimas no quieren entrar en relación con sus ofensores, por eso estos tienen que ser los primeros interesados en el perdón, en buscar una relación e incluso en aclarar aspectos de la ofensa. En ese sentido, el arrepentimiento es, antes que nada, una operación de verdad”. Azurmendi ha tomado entonces la palabra para decir que, por el contrario, “en el caso de ETA hay más de 300 asesinatos que no tienen culpable”, y que por eso mismo “las ofensas no las equilibra la justicia, sino el perdón”.