El estéril arte de la guerra

Mundo · Venezuela Actual
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6 mayo 2008
Las noticias en Venezuela son tan intensas y dinámicas que durante este mes se ha visto desde la reformulación del cálculo de muertos por violencia, pasando por el aumento de las alarmas en la economía y las estatizaciones por doquier, que no son más que signos claros de la improvisación en un mar de petrodólares, disidencias importantes dentro del chavismo y hasta una pelea de pulso entre el Gobierno y la sociedad sobre el tema educativo. Todo esto en un año que, para variar, es electoral.

Dentro de esta dinámica, marcada por la angustia que supone pensar en el futuro de los hijos mientras se recorren los supermercados buscando productos básicos o se calcula cómo llegar con el sueldo a fin de mes, es comprensible un poco de confusión. Es incluso posible no darse cuenta que el barco del Gobierno está haciendo aguas por muchos de sus flancos, de los cuales el ámbito educativo fue el más golpeado, pues tuvo que paralizar temporalmente la imposición del currículo de educación bolivariano.

Lo que no es posible para cualquier venezolano es obviar las consecuencias de la gestión económica del Gobierno cuando tiene que ir al supermercado. Porque poco tiene de socialista y revolucionario mantener un producto a precios congelados y, después de más de un año, tener que subirlo un 84% porque es inmanejable su política económica. Cuando se tendría que estar fomentando la producción nacional, gracias al exceso de ingresos por los precios del petróleo, hoy en día aumenta la importación de alimentos, lo que nos convierte cada día más en un país dependiente.

Evidentemente, no es un honor tener uno de los PIB per cápita más altos del continente y ser el número 1 en inflación. Además de la alimentación y la salud, lo más dramático, sobre todo para los sectores populares, es la inseguridad galopante. Es increíble pensar que los 10 años de gobierno de Chávez llegan a 150.000 los muertos por violencia. Pero el arte de la guerra parece que le está comenzando a fallar al comandante Chávez, que parece no haber entendido el mensaje que le dio la sociedad venezolana el 2-D, con el rechazo a la reforma constitucional.

El presidente constantemente lanza ataques por varios frentes, mira hacia donde encuentra a su enemigo más desordenado y débil, y por allí avanza. Cuando recibe mucha oposición se repliega e intenta más adelante. La equivocación de Chávez y de buena parte de los partidos políticos hasta ahora se encuentra en el origen, porque esto no se trata de una guerra, sino de la construcción de un país. Muestra de esto, tanto para el Gobierno como para la oposición, fue el resultado del 2-D del año pasado, donde el pueblo se manifestó de manera clara no gracias a un proyecto o anti-proyecto, sino a una exigencia de libertad y unidad que encarnó el movimiento estudiantil. En este mes de abril hemos sido testigos nuevamente de la negativa de la sociedad civil a la reforma educativa planteada en los términos alienantes e inconsultos por parte del Gobierno.

No podemos olvidar los numerosos intentos por parte de "la revolución" de secuestrar la educación venezolana, ya que entienden su carácter estratégico. Algunos de estos objetivos los han alcanzado parcialmente, tiñendo de rojo algunas escuelas, pero al final se encuentran con algo que el poder totalitario siempre quiere pero no puede dominar por completo: la persona. Y es que en el proceso educativo no se puede negar que el punto de partida es la persona. Ante todo el valor de los padres como una propuesta viva de una tradición que sirve al niño como punto de partida, como una hipótesis explicativa de la realidad. Y luego la figura del maestro, que, más que un portador de una idea o facilitador entre el alumno y el conocimiento, es una persona que se arriesga frente a la libertad del niño o joven. Por esto mismo, admitir una reforma al currículum de educación que no provenga del seno de los actores, es decir padres y maestros, es cercenar de plano la libertad de educación y por ende la libertad de un pueblo.

En Venezuela se está demostrando que la mejor forma de defender la libertad es ejercerla. En una entrevista a Teodoro Petkoff publicada en el diario El Universal con fecha 14 de abril, recuerda que el gran maestro "Cecilio Acosta identificó como factores determinantes de los males de la República la falta de constructores y el odio político". Los constructores no nacen por generación espontánea sino que se forman, más aún se educan, en libertad. Por lo tanto la educación no es un arma política para defender un gobierno o una ideología en particular y, en el caso que nos ocupa, una revolución, sino que es un derecho fundamental de humanidad y existe sólo si existe libertad.

La tarea de un Estado es garantizar la educación, no manipularla y mucho menos imponer un modelo ideológico al pueblo. La verdadera vocación de un Estado es servir y favorecer todas las iniciativas que partan de las personas, que, organizándose, dan respuesta a sus necesidades, y una de las fundamentales es la educación. Por eso, la guerra, incluso en su nivel de arte más elevado, es estéril, no construye. El protagonista de la historia no es el Estado, es la persona que, juntándose con otros, pueden construir una sociedad que tienda al bien común.

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