El ´don´ de una crisis que despierta nuestras preguntas

Mundo · Alfredo Marchisio
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13 marzo 2020
“Una crisis nos obliga a volver a plantearnos cuestiones y nos exige nuevas o viejas respuestas, pero, en cualquier caso, juicios directos. Una crisis se convierte en un desastre solo cuando respondemos a ella con juicios preestablecidos, es decir, con prejuicios. Tal actitud no solo agudiza la crisis, sino que además nos impide experimentar la realidad y nos quita la ocasión de reflexionar que esa realidad brinda” (Hannah Arendt, ‘La pluralidad del mundo’, Taurus, 2019).

“Una crisis nos obliga a volver a plantearnos cuestiones y nos exige nuevas o viejas respuestas, pero, en cualquier caso, juicios directos. Una crisis se convierte en un desastre solo cuando respondemos a ella con juicios preestablecidos, es decir, con prejuicios. Tal actitud no solo agudiza la crisis, sino que además nos impide experimentar la realidad y nos quita la ocasión de reflexionar que esa realidad brinda” (Hannah Arendt, ‘La pluralidad del mundo’, Taurus, 2019).

En este momento tan difícil y nuevo para todos, se despierta nuevamente la pregunta sobre el sentido, que tantas veces queda latente en nuestra vida y que de vez en cuando, en condiciones como la que estamos viviendo, sale a la luz potentemente. Solo eso ya puede ser un dato positivo. Nos estamos interrogando de manera radical sobre muchos aspectos de nuestra vida. ¿Qué sentido tiene este virus? ¿Por qué ha sucedido? ¿Pero el hombre no era “artífice de su fortuna”? Tanto los chicos estudiando en casa como los adultos teletrabajando se plantean estas preguntas y se dividen entre los que tratan de acallarlas y los que las toman en serio.

La provocación Arendt es como siempre radical y adamantina. Normalmente se oye hablar de esta situación a médicos y políticos, se percibe la confusión, en algunos casos la mala información, en otros la protesta y la rabia, pero en el fondo son pocos los que, a partir del dato concreto, tratan de ir a fondo, a la raíz de la cuestión.

No digo que no sea más que oportuna una adecuada información médica, de prevención y también de comportamientos, pero digo que aparte de eso me interesa comprender que tiene que decirme y cambiarme esta circunstancia. Por eso encuentro gran ayuda en figuras como Arendt, porque me obligan a hacerme preguntas y buscar respuestas, al menos me enseñan a estar en el presente con la mirada en tensión.

En el ámbito educativo, por ejemplo, ha supuesto una gran revolución cultural. Estando todos en casa, se buscan mil maneras de hacer frente a la imposibilidad de dar clases presenciales. Como pasa siempre, la circunstancia desvela “el secreto de los corazones” y por tanto la posición última que tiene una persona ante la realidad. Esta circunstancia nos ha traído una hermosa comprobación. La confusión y el miedo no han sido obstáculo sino que más bien han activado la creatividad y la fantasía de cada uno.

Ante todo, el primer resultado de esta comprobación ha sido sorprender a mis colegas deseosos de no retirarse ante la prueba, y luego han surgido todas las reacciones humanas conocidas, una gran solidaridad mutua.

Entre los docentes, la distancia física se ha vencido mediante el uso de videoconferencias y videollamadas y esta modalidad, aunque cansada y bastante invasiva, ha podido acercar a muchos que ni siquiera en la proximidad física se conocían muy bien. Me llama la atención sorprender en los profesores el deseo de “ver” a sus compañeros y alumnos, hasta el punto de organizar videoconferencias con todas las clases para ver “cómo va, qué estáis haciendo”. Aparte de los avisos técnicos sobre tareas y plataformas para compartir materiales, se ha establecido un precioso diálogo a campo abierto.

Esta semana, todos los departamentos han organizado momentos de trabajo remoto para programar la didáctica online de las próximas semanas. Ninguna disciplina ha quedado fuera. Hasta para educación física se piensa en videos y lecciones que puedan sugerir un correcto ejercicio físico en este tiempo tan estático, donde también se han suspendido las actividades deportivas.

Algunos profesores utilizan sus pasiones para acompañar a los chavales en este tiempo tan prolongado. Así ha nacido el canal de “películas recomendadas”, donde un profesor experto en cine cuelga videomensajes en los que presenta, por niveles de curso, una serie de films para ver en casa con toda la familia. Los de literatura y matemáticas también se están organizando para repensar la didáctica a la luz de las necesidades que vayan surgiendo. Y para religión se abrirá un canal para compartir lecturas interesantes y espacios de diálogo y preguntas abiertas.

Es verdad que la educación no se limita a la instrucción, pero acompaña a la totalidad de la persona y por eso piensa en el joven dentro de la globalidad de estas extrañas jornadas, tratando de llegar a él como sea para sugerirle propuestas inteligentes para emplear el tiempo de manera sensata.

Hay un detalle particular que me ha llamado la atención en los alumnos. Al principio, no veían la hora de estar en casa para no hacer nada, parecía un ideal finalmente cumplido; pero luego la rutina se ha presentado de manera distinta a lo que esperaban. Ha irrumpido la soledad y luego el aburrimiento.

No es simplemente gozar del tiempo libre en busca de satisfacción. En una videollamada con algunos de ellos, notaba justo esto, que necesitan una propuesta que les enseñe a usar el tiempo y necesitan a un adulto que les acompañe con sus preguntas. No basta con estar en casa, hacer los deberes, ver a alguien de vez en cuando. Hace falta alguien que les provoque para que se pregunten qué y cómo están viviendo, que suscite en ellos una mirada crítica, de pregunta por la realidad que tienen delante.

Resumiendo, aunque sea a distancia, hace falta una relación para vivir, para descubrir, para conocerse. Este está siendo el verdadero descubrimiento del tiempo libre y de la escuela como uso del tiempo a disposición de una personal y comunitaria búsqueda de sentido.

Cuando volvamos a las aulas, quién sabe si recordaremos y usaremos ese tiempo organizado y estructurado no como una jaula –como a veces piensan los chavales– sino como una feliz y nueva ocasión de descubrimiento y provocación. Esperemos de verdad que más allá de las mil tareas que desarrollemos en el ámbito informático, podamos reconquistar de nuevo juntos (alumnos–padres–profesores) el valor del tiempo y de las preguntas últimas de la vida y, no por último, también el valor de nuestras relaciones humanas.

Alguno me ha preguntado si el coronavirus es una patología que no puede traer más que mal o si era verdad el dicho de “no hay mal que por bien no venga”. Será interesante descubrir estas semanas qué podemos responder. A mí, últimamente, me acompaña comenzar las jornadas releyendo esta frase de Luigi Giussani: “Las circunstancias por las que Dios nos hace pasar constituyen un factor esencial de nuestra vocación, de la misión a la que nos llama; no son un factor secundario. Si el cristianismo es el anuncio de que el Misterio se ha encarnado en un hombre, las circunstancias en las que uno toma posición ante este hecho frente al mundo entero son importantes para la definición del testimonio”. (Luigi Giussani, ‘El hombre y su destino’, Encuentro 2003).

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