El doble juego de los Hermanos Musulmanes
El atentado contra el fiscal general Hisham Barakat y los ataques simultáneos contra puestos de control del ejército egipcio en el norte del Sinaí, así como el atentado ante el consulado italiano, confirman que Egipto está más que nunca en primera línea de la lucha contra el terrorismo. Aparentemente, se trata de una guerra en diversos frentes: el interno, representado por los ataques por parte de la red de los Hermanos Musulmanes; y el externo, por parte del Estado islámico, que aprovecha la inestabilidad en la península del Sinaí y el apoyo de varias tribus en la zona para minar la seguridad del país. De hecho, se trata de un frente común que ve al presidente Al Sisi como un tirano, un enemigo del islam al que eliminar.
No obstante, los Hermanos Musulmanes, con un comunicado emitido el 7 de julio del año pasado por la International Union of Muslim Scholars, presidida por Yusuf Qaradawi, fueron los primeros en declarar la ilegalidad, desde el punto de vista de la sharía, del califato de Abu Bakr Al-Baghdadi. Además, todas las organizaciones islámicas ligadas al movimiento de los Hermanos Musulmanes en Occidente siguen condenando los atentados cometidos por los fieles del Estado islámico, pero no han emitido comunicado alguno para condenar lo sucedido en el Sinaí. En cambio, Qaradawi sí condenó el asesinato de Barakat, pero al mismo tiempo atribuyó la responsabilidad de este acto al régimen de Al Sisi. Y no solo eso; el jeque de Al Yazira –acusado de aplicar un doble rasero en la condena del terrorismo– emitió un comunicado donde subraya que “condena todo el terrorismo”. El texto de este documento es fundamental para entender la verdadera posición del jeque que, a fecha de hoy, sigue presidiendo el Consejo Europeo para las Fatwa y la Investigación en Dublín.
“Condeno el terrorismo de los grupos extremistas armados como el Isis y sus asociados, que matan a la gente sin respeto al derecho, que ensucian la religión del Dios único, y se ocultan tras atentados atroces contra personas inocentes. Condeno el terrorismo sectario que pone en el punto de mira a los que siguen otra interpretación de la religión o a otra escuela, y matan a su antojo, creando división a nivel social y desencadenando reacciones sectarias. Condeno el terrorismo del régimen del golpe de Estado en Egipto, que se ha adueñado de las libertades, amenaza a la política y falsifica las sentencias, encarcela jóvenes, mata por las calles y tortura en las prisiones. Condeno el terrorismo del régimen sirio que mata a los ciudadanos (…) con armas químicas para destruir todas las ciudades y obligar a la gente a marcharse. Condeno el terrorismo de la ocupación sionista que gobierna sobre la tierra (santa) y mata a la gente (…)”.
Ninguna condena a los atentados de Hamas, ninguna condena a los atentados en Egipto, ninguna condena sin condiciones con la esperanza de que el lector asienta, ya sea por estar conforme con esa ideología que distingue entre yihad y resistencia o porque haya olvidado otras declaraciones y comunicados de Qaradawi en dirección contraria. Son famosas las fatwa de Qaradawi, y de la mayoría de los teólogos en la órbita de los Hermanos Musulmanes, a favor de los atentados suicidas en Israel. El 7 de abril de 2013 Qaradawi, en una entrevista emitida por Al Yazira, declaró que “la yihad en Siria es un deber que incumbe a todos los musulmanes”. Nada nuevo para los seguidores de la ideología de los Hermanos Musulmanes, pues el fundador Hasan al-Banna abría su Carta de la yihad con estas palabras: “Alá ha impuesto la yihad a todo musulmán, se trata de una obligación clara, inevitable, de la que no puede huir”. El mismo Al-Banna, en su Carta a los jóvenes, decía que “la yihad es nuestro camino”. Por tanto, es evidente que las condenas de “todo el terrorismo” de Qaradawi son relativas, pues como siempre depende de la identidad de las víctimas y de los que cometan las acciones.
Por otro lado, el propio Qaradawi tampoco se ha distanciado nunca de las declaraciones de Essam Teleima y Akram Kassab, dos de sus discípulos más fieles, que incitaron a aplicar la ley del talión por los juicios egipcios y del gran Muftí de Egipto, que condenaron a muerte a Mohamed Morsi y a otros líderes de la Hermandad. Akram Kassab, miembro de la International Union of Muslim Scholars, escribió en su muro de Facebook que “liberarse de los tribunales militares y de los jueces es una obligación prevista en la ley, una necesidad humana”. Por su parte, Essam Teleima, en la televisión Mekmeleen, ligada a la Hermandad y que emite desde Turquía, declaró lícita, desde el punto de vista de la sharía, la aplicación del talión para cualquiera que haya condenado a muerte a un oprimido.
Egipto, y los egipcios, conocen muy bien la historia de violencia “políticamente correcta según la sharía” vinculada a la Hermandad, saben perfectamente que –como ha afirmado la columnista Khayr Allah Khayr Allah en el periódico árabe Asharq Alawsat– “no se puede diferenciar entre un Hermano Musulmán moderado y un Hermano Musulmán extremista”, porque “todos los Hermanos Musulmanes están hechos de la misma pasta. Desde Osama Bin Laden hasta Abu Bakr al-Baghdadi, pasando por Abu Mus’ab al-Zarqawi y Aiman al-Zawahiri, todos están hechos por la misma pasta de los Hermanos Musulmanes”. Los egipcios saben que el problema no reside en lo que establece el ideólogo de la yihad, Sayyid Qutb, sino en las ideas del fundador de la Hermandad, Hasan al-Banna, que ha insistido muchas veces en sus textos en el deber de la yihad.
El relativismo de los valores y condenas de los Hermanos Musulmanes vuelve a verse confirmado, el mismo relativismo que recordó hace unos meses el francés Mohammed Louizi, de la Union des Organisations Islamiques de France (Uoif), subrayando la falsedad de quien condena los atentados del Isis cuando es necesario –para parecer moderado a los ojos de las instituciones– pero calla cuando los intelectuales y blogueros musulmanes son condenados por apostasía en Mauritania, Sudán o Arabia Saudí solo porque se trata de condenas “políticamente correctas según la sharía”.