El día en que todos fuimos del Atleti

Cultura · Jon González
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19 mayo 2014
Al final ganó la pasión. El Atlético de Madrid consiguió su décima Liga en un partido cuyo desenlace tardó más en resolverse que el de quién sería la mujer de Ted Mosby en Cómo conocí a vuestra madre.  El partido no decepcionó. Fue una final de esas que uno recuerda con el paso de los años, aunque no por la brillantez del juego; antes de la primera media hora de juego el Atleti había perdido a sus dos estiletes por lesión y poco después encajaría un golazo de Alexis, de ésos que entran uno de cada cien. Pero el equipo que jugó desde entonces fue, curiosamente, el que había ganado al Barça en la vuelta de cuartos de la Champions.

Al final ganó la pasión. El Atlético de Madrid consiguió su décima Liga en un partido cuyo desenlace tardó más en resolverse que el de quién sería la mujer de Ted Mosby en Cómo conocí a vuestra madre.  El partido no decepcionó. Fue una final de esas que uno recuerda con el paso de los años, aunque no por la brillantez del juego; antes de la primera media hora de juego el Atleti había perdido a sus dos estiletes por lesión y poco después encajaría un golazo de Alexis, de ésos que entran uno de cada cien. Pero el equipo que jugó desde entonces fue, curiosamente, el que había ganado al Barça en la vuelta de cuartos de la Champions. Es absolutamente conmovedor ver cómo un jugador llora a moco tendido por no poder ayudar a sus compañeros a conseguir una hazaña por la que llevan luchando toda una temporada. Como lo es ver a Diego Costa romperse una y otra vez por arriesgar,  a estas alturas de la competición, su maltrecha musculatura y su presencia en el Mundial por la causa de su club. Todos aquellos que dudan de su integración en nuestra selección deberían quedarse sin argumentos viendo jugar a La Pantera cada domingo.

En el polo opuesto parece haberse instalado hace ya algún tiempo Messi, quien ayer fue pitado por su público. El mejor jugador al que servidor ha visto jamás lleva jugando casi toda la temporada sin hambre, sin garra, sin motivación alguna. Muchos dicen que se reserva para el Mundial. Si tuviera oportunidad de volcar en el terreno de juego toda la entrega que se ha guardado a lo largo de la temporada, Argentina sería favorita, sin duda, para ganar el Campeonato en Brasil. Otros dicen que no se siente valorado por el club; pues a pesar de haber apalabrado su enésima renovación, el efecto Insert Coin  pareció no funcionar. A mí su apatía me trae a la cabeza la de otro jugador exquisito, inigualable, que llevaba la misma camiseta y el mismo dorsal hace unos años. La falta de alegría en el rostro de Messi me recuerda a cuando Ronaldinho dejó de sonreír jugando. A partir de ese momento su fútbol se apagó. Ojalá esta desidia sea sólo temporal y volvamos a ver pronto la magia del argentino. La del brasileño se apagó demasiado pronto.

De quien nadie pone en duda su entrega es del equipo de Simeone. El Cholo ha conseguido transmitir su fe y su pasión a sus jugadores haciéndoles mucho mejores de lo que ni siquiera ellos mismos podrían esperar. Gabi, Koke, Tiago, Juanfran, Raúl García… todos ellos han pasado a ser jugadores importantes. Lo más llamativo del Cholo es que sus jugadores creen en él, le siguen. Es curioso ver cómo le miran cuando les da instrucciones, cuando la estampa típica en cualquier otro equipo es ver cómo beben del bidón mirando a las musarañas mientras el entrenador les da sus consignas. Todos los jugadores juegan por y para el equipo; es evidente el sentido de pertenencia que estos jugadores tienen al grupo. Un grupo que salió la segunda parte presionando muy arriba y dominando el juego. Justo lo que se esperaba que hiciera el Barça para rematar el partido. El Cholo había dado tranquilidad y confianza a los suyos en el descanso: estaba convencido de que podían remontar. Esa confianza se traducía en el campo en batalla, anticipación, concentración. De ahí nace el gol de Godín. El mariscal charrúa entró libre de marca –al más puro estilo Julio Llorente en los años mozos del Tenerife de los noventa- a rematar un córner con la cabeza… y con toda el alma. Un testarazo que, según él, asestó con los ojos cerrados y que abría de par en par los ojos de la hinchada atlética, que veía cómo el balón tocaba las mallas del portero blaugrana, que estaría pensando “¡qué diablos Pinto aquí!”.

A partir de entonces el Atleti gozó de alguna oportunidad más y acabó replegándose ante el empuje del Barcelona, guiado más por arreones individuales y centros desde la derecha que por el juego asociativo que tantos éxitos le ha dado. El conjunto blaugrana se ha convertido apósTata del juego que le hizo ser el mejor equipo del mundo hace solo unos años. Era un empuje sin convencimiento. Parecía casi artificial. Y es que es difícil volver a competir cuando un equipo ha dado por terminada la temporada hace un mes. Aun así la calidad del conjunto azulgrana en los últimos metros les hacía mantener un halo de esperanza pero, como dijo Simeone tras el partido, “Luis defendió con nosotros”. Lo que es seguro es que el Sabio brindó ayer desde el Cielo por ver al equipo de su alma ganar con ese carácter tan propio de él.

Ayer el Atlético confirmó que deja de ser El Pupas de manera oficial, al menos por un tiempo. Y eso que con la derrota ante el Levante y el empate ante el Málaga parecía que el título se le había escapado de sus –históricamente- escurridizas manos. Pero este equipo ha alejado esos fantasmas. Se ha ganado el respeto de Europa entera a base de entrega, sacrificio, compromiso… y fútbol. Quizá no del más vistoso, pero puede que sí el más intenso. La filosofía del “partido a partido”, tan criticada por algunos que tachan a Simeone de demagogo, ha dado sus frutos. Y es que ayer quedó demostrado que los rojiblancos han tenido que jugar treinta y ocho finales para conseguir el título de liga, “nadie les ha regalado nada”. Le falta aún una final el próximo sábado ante el eterno rival. Una final en la que no parte como favorito, pero que no van a regalar. Esta competición tiene una deuda desde hace cuarenta años con ellos y Simeone aún no ha perdido una final con este equipo. Habrá que ir “Final a Final”.

Pero, sin duda, el mayor mérito del Atlético de Madrid es que el sábado la mayor parte del país se alegrara de que ganara la Liga. De acuerdo, los madridistas por alguna razón añadida.  Pero incluso el público del Camp Nou aplaudió a los jugadores rojiblancos coreando algún cántico. No son pocos los amigos culés que me reconocían su alegría por la victoria del Atleti. Y es que todos, de alguna manera, nos vemos identificados en este equipo. Porque todos deseamos -aun no teniendo las mayores capacidades, no siendo los más guapos, ni los más ricos, ni los más famosos- alcanzar la gloria. Y ésta no se consigue con nuestras individualidades. Y por esto todos somos un poco del Atleti. Aun siendo limitados, estamos hechos para la grandeza.

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