Editorial

El decisivo cuarto criterio

Editorial · Fernando de Haro
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9 mayo 2015
El ex-presidente del Gobierno, Felipe González, sigue funcionando como una especie de gurú de la vida política. Al menos para algunos. La semana pasada pronosticaba que, tras las próximas elecciones,  España ´se va a parecer a Italia, donde Renzi llega a acuerdos  con Berlusconi,  pero con la desventaja de que no somos italianos´. Aludía así a lo poco acostumbrados que están los políticos hispanos a llegar a acuerdos.

El ex-presidente del Gobierno, Felipe González, sigue funcionando como una especie de gurú de la vida política. Al menos para algunos. La semana pasada pronosticaba que, tras las próximas elecciones,  España ´se va a parecer a Italia, donde Renzi llega a acuerdos  con Berlusconi,  pero con la desventaja de que no somos italianos´. Aludía así a lo poco acostumbrados que están los políticos hispanos a llegar a acuerdos.

España se va a parecer después de las elecciones municipales y regionales del próximo 24 de mayo a la Italia anterior a la reforma electoral de Renzi. Va a haber pocas o ninguna mayoría absoluta, salvo que todas las encuestas se equivoquen. Y eso a pesar de que los regímenes electorales locales y autonómicos están copiados del modelo nacional, un sistema que beneficia a los grandes partidos por la estructura de la circunscripciones y por la corrección de la proporcionalidad. ¿La fragmentación es buena o mala? Depende.

Hay tres criterios claros para las elecciones que se celebran dentro de unos días. Conviene que no accedan al gobierno partidos que pongan en peligro la recuperación económica,  en tasas de crecimiento del PIB cercanas al 3 por ciento. Tampoco parece adecuado apoyar a aquellas formaciones que de forma directa o indirecta, a través de los pactos postelectorales, pongan en cuestión  la Constitución del 78. Sin duda hay muchas reformas institucionales que hacer pero en ningún caso parece adecuada la ruptura. Y del mismo modo, para aquellos que están convencidos de que la subsidiariedad es un principio determinante, lo más aconsejable sería votar a los partidos que en las distintas Comunidades Autónomas y ayuntamientos han favorecido más claramente la libertad de educación.

La combinación de estos tres criterios inclina, en principio, el voto en muchos casos en favor del PP. Sobre todo después de que el PSOE haya llegado a un acuerdo en el que se compromete a hacer una contrarreforma educativa para derogar  la última ley de enseñanza, ley que aunque no resuelve todos los problemas supone un cierto avance en la tutela de la libertad de los padres. Los socialistas se han negado a aceptar un pacto para que gobierne la fuerza más votada. No hay duda. Allí donde la izquierda pueda hacerse con el poder gracias a un acuerdo con los populistas de Podemos o con Izquierda Unida lo hará.

¿Está entonces todo claro? No. Porque junto a los tres criterios mencionados hay un cuarto  que también es importante: el de la renovación. La sociedad española se siente, con razón, muy distante del modo en el que han hecho política los partidos mayoritarios: PP y PSOE. Se habla mucho de regeneración democrática pero se han dado pocos pasos. La corrupción ha sido y es una lacra muy seria que mina la vida común. Está pendiente una reforma electoral seria para ir a modelos como el alemán. De ese modo  los electores podrán  compensar las decisiones de la dirección de los partidos. La segunda vuelta también sería una buena fórmula. La partitocracia que lo invade todo debe ir dejando paso a un mayor protagonismo de la sociedad civil.  El PP y el PSOE están acostumbrados a unos modos y unas maneras que los distancian de los ciudadanos. Han sido incapaces de llegar a pactos de Estado para cambiar una forma de hacer política que ha empobrecido  seriamente la vida democrática. La necesidad de regeneración es imperiosa. Y  siempre es más difícil cuando los grandes partidos tienen mayorías holgadas.  Obligarles a pactar no garantiza ´per se´ el cambio. Hace falta una sociedad que lo reclame de forma activa. Pero desde luego  ese cambio no es   favorecido por una situación como la que ha vivido España desde hace cuatro años,  en la que el PP ha acumulado un  poder hasta ahora casi inédito  en todos los niveles de la Administración.  Los populares han ejercido ese poder como si fueran simples gestores sin reconocer que la economía no lo  es todo.

El cuarto criterio, el de regeneración, no puede utilizarse sin tener en cuenta los otros tres. Pero hay una cierta novedad.  Uno de los nuevos partidos, Ciudadanos, no pone en peligro ni la estabilidad económica, ni la Constitución, ni la libertad de enseñanza. En realidad compite en el mismo espacio político en el que hasta ahora estaban solos los  populares.  Es un partido con muchas limitaciones. Ha crecido demasiado pronto y en su programa no faltan las propuestas oportunistas. Hay que mirar con paciencia qué candidatos van en cada una de sus listas. Pero por primera vez aparece una formación de centro, no nacionalista,  que está dispuesta a apoyar a gobiernos del PP y que puede tener una representación no solo testimonial. Algunas de sus ideas han generado debates que hacía mucho tiempo que no se producían. Y en España hay que empezar a hablar de muchas cosas. Si en un ayuntamiento o en una Comunidad Autónoma no es posible el ´pacto de izquierdas´, votarles puede ser una opción para propiciar la entrada de aire fresco. No se vota al que encarna tus ideas sino al que propicia la libertad y el cambio necesario.  El voto exige ahora más inteligencia,  más concreción y menos automatismo que nunca.

Los pactos, si son dentro de la Constitución, no solucionan todo pero quizás predispongan. Habrá que empezar a ser un ´poco´ italianos.

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