El coste de la no oposición

Semana de debate presupuestario que empezaba con la confirmación en Bruselas: el anterior Gobierno ocultó 26.000 millones de euros. El peor pecado. La mentira que aumenta la desconfianza. Y el BCE que repite que no está dispuesto a comprar deuda. Pero en el hemiciclo el debate discurre por senderos ideológicos.
Rubalcaba plantea un aplazamiento de la reducción del déficit público que teóricamente es posible pero prácticamente impensable. Francia puede cuestionar la política de la Merkel. España no. Y Durán i Lleida, que siempre suele aportar materia para una discusión concreta y positiva, encastillado en la reivindicación de 219 millones para Cataluña que el Estado no puede pagar. En un momento en el que es más necesario que nunca un debate a fondo, las intervenciones en la Carrera de San Jerónimo han vuelto a repetir arquetipos ideológicos pensados para satisfacer a la parroquia de cada lado.
La esperanza es que, como dice el CIS, los españoles estén más centrados que los partidos. Esta semana se ha visto el coste de la no oposición -repetir consignas no es hacer oposición-. La reducción del déficit es ineludible. Pero la falta de una discusión seria de la clase política hace más difícil que la sociedad civil tome conciencia de la situación en que vivimos e impide realmente ir a las cosas. Porque el recorte del gasto es necesario pero no vale cualquiera.
Acción Familiar ha denunciado, por ejemplo, que los presupuestos no han supuesto un cambio de la cultura de la política familiar (http://www.accionfamiliar.org/fundacion). Luis Garicano, el economista español en la London Business School ha señalado que seguimos presos del populismo del pasado (http://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/09/opinion/1333968442.html). Florentino Felguroso, también reputado economista, ha explicado las consecuencias del ajuste educativo (http://www.fedeablogs.net/economia/?p=20973) y la necesidad de mirar más al futuro. ¿Por qué no hablamos de este tipo de cosas? ¿Por qué no hablamos de las cosas?