El cónsul de Sodoma

España · Juan Orellana
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3 octubre 2013
No es intención de este diario digital hacer publicidad de esta infame película que se estrena el 8 de enero, sino llamar la atención sobre algunos hechos culturalmente sintomáticos. Por un lado, El cónsul de Sodoma representa todo lo que debe ser incondicionalmente superado en el cine español; por otro lado, al ser calificada "para mayores de 13 años", pone de manifiesto que la calificación "X" otorgada a Saw VI no ha sido más que una maniobra política que nada tiene que ver con criterios de servicio público.

El cónsul de Sodoma es supuestamente un biopic del poeta español Jaime Gil de Biedma (1929-1990). Lo que hubiera podido ser una interesante indagación sobre este singular poeta y empresario homosexual se queda en una bazofia que irrita a poetas y homosexuales. La razón seguramente no esté en su director, Sigfrid Monleón, sino en su productor, un rey Midas que convierte en desastre todo lo que toca: Andrés Vicente Gómez. A Monleón le puede suceder lo mismo que le ocurrió a Ray Loriga con su film sobre Santa Teresa: al equivocarse de productor y trabajar con Vicente Gómez, en vez de dar a luz un film memorable, estrenó "algo" que el público rechazó frontalmente. Y es que este productor siempre ha pensado que el cine es sólo un negocio que funciona si alimenta los deseos sexuales más instintivos del ser humano. Esta obsesión enfermiza por llenar las películas de sexo explícito, venga o no a cuento, al no encontrar la respuesta deseada en el público, se ha intensificado progresivamente hasta llegar a El cónsul de Sodoma, una película que objetivamente entra dentro de la categoría del porno. Y aquí viene lo interesante. En vez de endosarle una calificación X, como corresponde a una cinta de esas características, el Ministerio de propaganda le concede un generoso "para mayores de 13 años", frente a la X de Saw VI, una peli de terror de la Walt Disney. Da la sensación de que, detrás de esta calificación hay una razón política. Parece más bien una medida destinada a castigar a una de las multinacionales que más trozo de la tarta de taquilla se come, la Walt Disney, que no se caracteriza precisamente por películas antisociales.

Si quitamos la carga sexual de El cónsul de Sodoma, además de quedarnos casi sin metraje, resta una historia pobre, mal interpretada, casposilla, de poco calado en los personajes. La tediosa voz en off que declama poemas de Gil de Biedma pone de manifiesto que el autor de esos versos no podía ser el imbécil integral que nos muestra la película. Por tanto, más que dar a conocer a este poeta, la película le eclipsa y crea un prejuicio descomunal hacia su figura. Bonito favor le han hecho los responsables de este film. Además ofrece una imagen de la homosexualidad con la que dudo que comulguen la mayoría de los que la practican. En fin, una joya de película.

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