El católico Berlusconi
Con Silvio Berlusconi se acaba una época en Italia. Berlusconi empezó a hacer política en los años 90 cuando el sistema de partidos nacido de la postguerra se derrumbó. Una serie de jueces estrella en aquellos años pusieron patas arriba el sistema de partidos, afectado por la corrupción, con una serie de investigaciones que no tuvieron las mínimas garantías jurídicas. Detenían a personalidades que no se hubieran fugado nunca y prolongaban la prisión preventiva más allá de lo que era mínimamente razonable.
El polémico personaje que ha marcado la vida pública del país vecino en las últimas décadas fue visto por algunos como una especie de sucesor de la democracia cristiana. Una parte importante de la derecha social vio en el magnate televisivo un líder que defendía los valores occidentales, los valores católicos. Berlusconi se benefició de la tradición del voto católico unitario que era propio de otro tiempo y de otras circunstancias históricas que habían quedado superadas. Encarnaba por eso un espejismo. Hubo incluso quien lo comparó con De Gasperi. El realismo político, la necesidad de frenar el “neocomunismo”, apoyado por los catocomunistas, exigía ponerse detrás de Berlusconi. Era una exigencia consecuencia de la defensa de una parte de la sociedad: “do ut des”.
La paradoja es que el mismo Berlusconi había tenido un gran protagonismo en la disolución de la cultura de base de Italia. El tipo de programas que emitían y emiten sus televisiones estaban basados en la zafiedad y en una banalización de aspectos esenciales. Berlusconi convirtió la política en un espectáculo personalista y rebajó de forma considerable el nivel cultural de la vida pública. Con una vida privada absolutamente alejada de los valores que, teóricamente defendía su formación, reclamaba el respeto a la esfera personal. Respeto que él mismo no tuvo.
Ni el centro ni la izquierda supieron construir una alternativa con peso. En ocasiones intentaron ganar en los tribunales lo que no se conseguía en las urnas. Durante demasiado tiempo la política italiana giró en torno al berlusconismo y el antiberlusconismo.
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