El caso Charlie Hebdo: libertades contra Libertad
La distinción entre Estado e instituciones religiosas fue planteada y racionalizada precisamente por Agustín de Hipona, conocido –mal que pese– como San Agustín. Ha sido la gran diferencia entre Oriente y Occidente, y es principio que sostiene la democracia; cuando se ha caído en la tentación de ignorarlo, se da lugar a opresión y muerte. Así ocurrió también con la elevación a religión de Estado del culto a la diosa Razón (el culto de la Razón y culto del Ser Supremo fue un conjunto de fiestas cívicas pseudo-religiosas que se celebraron durante el Terror, la fase de la Revolución Francesa dominada por el jacobinismo radical). La retórica librepensadora ignora convenientemente los crímenes cometidos contra el pueblo ´intolerante´ en nombre de la ´tolerancia´. Fue una enfermedad de la democracia moderna.
Otra catastrófica enfermedad en la democracia es la pretensión de irrespetar sistemáticamente al otro como alarde de libertad de expresión. Resulta contradictorio e hipócrita que esa libertad se instrumente sólo contra algunos sectores y otros se tornen intocables, la célebre Ley del embudo. Los cristianos sobrellevamos tal enfermedad sin violentarnos –a fin de cuentas seguimos a Uno que sobrellevó la corona de espinas, los escupitajos y las burlas– pero no todas las culturas están programadas para esto, en una sociedad pretendidamente multicultural ello debería ser tomado en cuenta.
Así pues, Europa contempla perpleja un confuso panorama donde las libertades proclamadas, inconexas y en mutuo conflicto (libertad de culto incluida), amenazan con destruir la Libertad. Esto es lo que Benedicto, el Papa emérito, denunció con valentía en su polémica conferencia de Ratisbona (¿o ya la olvidamos?). La gravedad de este desquiciamiento se manifiesta dura y violentamente, como acabamos de observar en hechos como el ataque homicida al semanario Charlie Hebdo. En repudio a la masacre de ciudadanos inermes, por justificaciones de fanatismo religioso, se ha intentado responder por ejemplo reivindicando un supuesto (y violento) “derecho a la blasfemia”: un inédito cliché modernoso que oscurece en lugar de aclarar.
No es momento para modernosos clichés anti-religiosos. Es hora, justamente, de razonar y de hacerlo de verdad. Contribuyamos.