El camino indicado por el Papa: comunicar una humanidad nueva
En este sentido el Papa ha pedido a los cristianos que presten su colaboración, realizando una "sinergia entre las familias, la escuela y las parroquias para una profunda evangelización y una potenciación de lo humano, capaz de comunicar a cuantos sea posible la riqueza que nace del encuentro con Cristo". Para Benedicto XVI, el camino está claro: del reconocimiento del Misterio presente nace una humanidad nueva, y es esta vida renovada fruto del encuentro con Cristo la contribución que los cristianos están llamados a prestar para la "construcción de una sociedad justa y fraterna". Una vez más el Papa ha pedido a los creyentes que busquen en su propia experiencia los recursos para contribuir a la construcción de una convivencia humana en la que el hombre esté realmente, y no sólo intencionadamente, en el centro de todo. Esto es la educación: la ayuda para encontrar dentro de sí la energía para vivir y construir. Y el mejor amigo para esta tarea es Cristo, en cuya mirada se encuentra la positividad de la que todos estamos hechos.
Por lo demás, el Papa, siempre en el discurso del Te Deum, ha querido evidenciar el momento tan delicado de emergencia educativa que vivimos, que implica la relación de los adultos con los jóvenes. Benedicto XVI ha subrayado con vigor algo que todos los jóvenes llevan, "la inextirpable pregunta de su corazón sobre el sentido último de la existencia humana", y en consecuencia ha pedido a los adultos que tomen en serio esta pregunta tan inextirpable como urgente durante la juventud. El método con el que ayudar a los jóvenes a encontrar la respuesta a esta pregunta que les urge en el corazón no consiste en darles reglas de vida o prescripciones inútiles, sino, como ha dicho el Papa, en "testimoniar a las nuevas generaciones la alegría que nace del encuentro con Jesús, quien naciendo en Belén no ha venido a quitarnos nada sino a dárnoslo todo".
Se educa dando testimonio: éste es el desafío decisivo de nuestro tiempo. Y es porque esto que frente a la pregunta de los jóvenes cualquier adulto está obligado a preguntarse si aquello por lo que vive le hace feliz. De otro modo, ¿qué podrá ofrecer a los jóvenes? Sólo instrucciones para el uso. Y esto sería una oferta del todo inadecuada: lo que un joven busca es la felicidad y sólo hombres y mujeres felices pueden estar a la altura de esta exigencia, la única exigencia verdadera de la vida. Y es aquí, en esta urgencia de testimonios, donde está el desafío del Papa, sólo desde la comunicación de una novedad humana se puede hacer frente de forma eficaz a la emergencia educativa.