El camino al sentido religioso es la experiencia

Carrón · Julián Carrón
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31 mayo 2023
¿Cuál es el método que nos propone don Giussani? Lo podemos decir sintéticamente: el camino a la verdad es una experiencia. El método que él nos ofrece es la experiencia, y debemos ser conscientes de esto, porque habitualmente, para responder a las preocupaciones que tenemos, como dice don Giussani, la mayoría de las personas se fía de lo que dicen los demás: Aristóteles, Platón, Kant... Y nosotros podemos añadir también: don Giussani.

Pero esto iría en contra del método impuesto justamente por don Giussani, porque él dijo a sus alumnos desde la primera clase de religión: «No estoy aquí para que vosotros consideréis como vuestras las ideas que yo os doy, sino para enseñaros un método verdadero de juzgar las cosas que os voy a decir». Éste es el planteamiento, el método que él nos propone: la experiencia. ¡Imaginaos lo que significaría para chicos de dieciséis años que un profesor les diese un método para juzgar hasta lo que él mismo decía! Nadie hace esto. ¡Qué exaltación de lo humano y qué certeza de que lo que él dice es verdadero! Ellos podrán reconocerlo, pero lo harán sólo si usan este método, porque no se trata de “un” método entre otros, sino que es “el” método, porque, como dice don Giussani, la experiencia es el emerger de la realidad en la conciencia del hombre, en la experiencia se hace transparente la realidad. Por ejemplo, si tenemos que entender qué es el amor, el Señor no nos da una clase sobre el amor, sino que nos hace nacer en una familia o nos hace enamorarnos. Para que podamos comprender en qué consiste el despertar del “yo”, se hace carne, sale a nuestro encuentro, como hemos escuchado hoy, porque si no, no sabríamos de qué estamos hablando.

Por eso debemos ser “feroces” con este método –yo os juro que lo seré–, porque en caso contrario no nos interesa en absoluto venir aquí a escuchar los pensamientos de unos y otros, incluidos los míos. Nos interesa que cada persona que intervenga nos cuente una experiencia. Por eso, para poder hacer una experiencia necesitamos, como veremos, un criterio que es el corazón que, cuanto más consciente sea de estas exigencias y evidencias originales, más sabrá juzgar. Este juicio será el inicio de una liberación, de una novedad en la vida, porque empezaremos a entender (…)

Para no perder la alegría

Retomo el texto “¡Buen camino!”, el saludo que había dirigido don Giussani hace años, en 1998, al CLU de la Católica que empezaba el trabajo sobre el sentido religioso: «Yo no pretendo convenceros a la fuerza, pero lo que no quiero es que nadie rechace lo que digo sin por lo menos haber leído las razones que aporto». Después hace algunas observaciones sobre el método que son decisivas para nuestro recorrido, observaciones que tenemos que tener siempre presentes a lo largo de todo el camino. «Las ideas y los valores sólo se comprenden si se comprueban en la propia experiencia personal». Es decir: no se entiende reflexionando, sino verificando en la propia experiencia las ideas y los valores. Si no, repetimos lo que hemos escuchado, la ideología se extiende, y así no podremos entender aunque repitamos cosas justas. «Experiencia puede ser incluso un impacto o un sentimiento determinado del que nos demos cuenta, en nosotros mismos, o en la historia de un pueblo o del mundo. La experiencia nos dice cosas que demuestran su verdad [por eso sin experiencia, la verdad no se muestra, no se demuestra, porque la realidad se hace transparente en la experiencia, la verdad se hace palpable en la experiencia]. Para mí, la experiencia [otra vez: es la cuarta vez que usa la palabra experiencia] es lo que enseña el verdadero valor que tienen las ideas y las cosas, al permanecer en el tiempo persuasiva o dubitativamente». Por eso, lo que le preocupa a don Giussani cuando un grupo del CLU empieza este trabajo es subrayar una cosa: la experiencia. ¿Por qué? Porque la experiencia es la que demuestra la verdad de las cosas. La realidad se vuelve transparente en la experiencia. Por eso es decisivo como método. Como éste es el punto central del primer capítulo, no podemos no referirnos a él: «Aprovecho esta ocasión que me habéis brindado para desearos que tengáis frescura, sinceridad [una vez que se hace esta experiencia, la cuestión es esta sinceridad, es decir, someter la razón a la experiencia, lo que se pensaba antes de esa experiencia, si no, no se aprende nada] y un amor a la verdad que podáis compartir. Mi vida ha conocido lo que es la alegría [¡ésta es la promesa que nos interesa!] sólo viviendo así». La promesa es la alegría, disfrutar de la vida. Por eso, si insistimos con nuestras disquisiciones, además de perder el tiempo perdemos la alegría (…).

¿De dónde nace el juicio?

Giussani dice que sólo se está preocupado cuando no se hace un juicio, y que uno se siente liberado cuando lo hace. La cuestión es que nosotros muchas veces vivimos agitados, sobre arenas movedizas, porque si no se llega a juzgar, si juzgar no se convierte en algo familiar, siempre habrá confusión. O si no –y ésta es la segunda tentación– nos quedamos esperando que alguien, al margen de la experiencia, nos confirme o nos diga lo que no hemos encontrado como confirmación de la experiencia. ¡Así no podemos crecer como adultos, porque siempre necesitaremos un suplemento de certeza que no encontramos en la experiencia! Juan y Andrés no tuvieron la necesidad de pedir a alguien al margen de su experiencia que les diese este suplemento. La certeza está dentro de la experiencia del juicio, por eso lo que nos libera es un juicio. Amigos, si no hacemos este recorrido, nos quedaremos siempre en el “a lo mejor”, en el pantano. Y así es difícil construir la vida. En cambio, deberían ser piedras sobre las que construir, incluso cuando nos equivocamos; porque cuando uno se equivoca, si lo reconoce, si hace un juicio, incluso eso es un paso hacia la verdad: no es esto lo que me corresponde, sino otra cosa. No siempre nos encontramos con la respuesta correcta, no importa; para mí lo decisivo ha sido que, cuando empecé a hacer este trabajo, todo lo que me pasaba, aunque me equivocase, era un camino hacia la verdad: el camino a la verdad es una experiencia. ¿Cuántas veces nos ha pasado estudiando matemáticas, que un error se ha convertido en decisivo para no volver a olvidarse de algo? Esto ha sido parte del camino hacia la certeza sobre las matemáticas, porque hemos aprendido algo para siempre. El problema es que cuando juzgo y me doy cuenta, incluso cuando me equivoco estoy dando un paso. Por eso es imposible que, si vivimos como personas, hoy no tengamos al menos quince experiencias de esto… Quiere decir que nos queda todavía mucho trabajo por hacer (…)

Muchas veces la dificultad que tenemos a la hora de juzgar es la misma: pensamos que el juicio es algo añadido, algo que se pega a la realidad (y entonces, decir que es necesario juzgar es algo para gente que se complica la vida). Y si una persona sale de aquí con esta convicción, aunque se aprenda “qué es” el juicio, no le sirve para nada. Si un amigo vuestro, una persona querida, o vuestra madre, tuviese síntomas de una enfermedad grave y empezara a hacerse pruebas para ver qué es, ¿os urge el juicio o no? ¿O pensáis que es algo añadido? ¿Que lo importante es seguir adelante y que se puede pasar por encima del juicio? Cuando la vida urge, el juicio es una necesidad, es una urgencia: ¡necesito saber si mi madre tiene un tumor o no! ¡Juzgar es una necesidad! Si no entendemos esto, si no lo percibimos en la experiencia, aunque nos estudiemos de memoria los pasajes del primer capítulo, siempre será algo para los que complican las cosas, y nunca lo sentiremos como algo necesario para la liberación. Esto lo podemos ver tanto en las grandes cuestiones como en las pequeñas preocupaciones: ¿cuántas veces, durante estos quince días, habéis sentido la urgencia de juzgarlas? Muchas veces las soportamos, están ahí, acechando sobre nosotros, haciendo difícil nuestra vida, y no las miramos a la cara, no las juzgamos, y por eso nunca experimentamos la liberación. Podemos haber leído todo el capítulo de El sentido religioso, pero si no sucede esto, no hemos aprendido lo que dice el capítulo. Por ejemplo, muchas personas están preocupadas porque vamos demasiado rápido; es posible, pero justo por esto me interesa que nos demos cuenta de un error: no por repetirnos una y otra vez las definiciones correctas vamos a llegar a usar la razón de una forma verdadera. De hecho, mucha gente se sabe el concepto de razón; estoy seguro de que si preguntase: «¿Qué es la razón, según don Giussani?», todos me diríais: «Conciencia de la realidad según todos los factores». ¿Verdad? Todos. Pero una persona, con este concepto de razón, puede ser aún así un racionalista, es decir, puede usar la razón en función de una medida. Éste es el problema. Por eso en la presentación dijimos que es la contemporaneidad de Cristo lo que permite a la razón abrirse completamente, adquirir una inteligencia de la realidad antes desconocida: cada circunstancia, cada cosa, incluso la más banal, se ve provocada, comprendemos todo su alcance. Pero, ¿quién nos permite usar así la razón? ¿Leer una y otra vez El sentido religioso? ¿Es un estudio más profundo lo que nos permite automáticamente hacer experiencia de lo que dice don Gius? No. No es repetir un concepto de razón, sino ver cómo sucede este concepto de razón del que después don Giussani nos da la definición. Pero, ¿de dónde saca don Giussani la definición del concepto de razón? Y nosotros, ¿de dónde la podemos sacar? Del reconocimiento de la experiencia que hacemos. Es entonces cuando se entiende el contenido del texto, y al leerlo uno dice: «¡Ah! Es esto». (…)  Todo lo que nos ha dicho Giussani es que nosotros no somos capaces de despertar en nosotros el sentido religioso, de despertar en nosotros la razón, la exigencia de nuestro “yo” y toda nuestra libertad; y por eso es necesario Cristo, ya que solo Él puede despertar el sentido religioso, educarlo y salvarlo. Por eso la educación en el sentido religioso sucede constantemente en la forma en la que nosotros vivimos la vida; la cuestión es si estamos atentos a lo que sucede, para poder empezar a entender qué es lo que dice Giussani; y podemos ir al texto, volver a leerlo, y entonces cada palabra adquiere una carnalidad. No es diferente este método de lo que hemos dicho con respecto a la Biblia, citando a san Agustín: «En nuestros ojos los hechos, en nuestras manos los códices». El trabajo que os propongo y que propone Giussani es éste; si nos dice que no somos capaces de despertar el sentido religioso en nosotros, nos lo dice por la conciencia que tiene y que le ha permitido escribir El sentido religioso: porque le ha sucedido algo que le ha permitido entender. Entonces: en nuestros ojos los hechos. Y con los hechos en los ojos podemos volver a leer el texto, y es entonces cuando lo entendemos –y dejaremos de decir que el texto es complicado, porque es complicado solo para quien le da la vuelta al método–. Que suceda algo que te abra completamente y te deje sin palabras no solo es difícil, sino que es imposible. Sin embargo, cuando sucede es facilísimo, aunque no lo podamos generar nosotros. Y entonces se entiende que el verdadero concepto de razón es la razón que se abre y que entiende que tiene todos los factores como nunca antes había sucedido. Como cuando uno se enamora; no es el análisis de todo (el pelo mejor que la cara, mejor que la altura), sino la capacidad de acoger la realidad con todos sus factores, de modo que en ese momento asimilas más que nunca, entiendes como nunca lo que tienes delante de ti. En ese momento, la razón se vuelve más razón que nunca. Nunca como en ese momento la razón cumple su naturaleza de razón: conciencia de la realidad según todos los factores. Esta exaltación es posible gracias a la experiencia cristiana, religiosa.

¿Cómo podemos adquirir cada vez más esta actitud (afrontar la racionabilidad la realidad de modo que las cosas sean distintas)? ¿Qué la hace posible? La hace posible el despertar continuo de la razón a causa de un acontecimiento, que nos educa constantemente para usarla de esta forma, de modo que llegue a ser cada vez más mía, más nuestra. Cuanto más percibimos esto, más volvemos al libro con esto en los ojos, con esta urgencia de comprender cada vez más. ¿Por qué, si no, leemos El sentido religioso? Porque ahí se describe qué es la razón, qué es la razonabilidad, qué es la certeza; y ahí podemos hacer la comparación. Y nosotros podemos reconocer de forma no intelectualista el alcance de lo que leemos justamente porque sucede. Entonces la cuestión no es únicamente darnos más tiempo, sino vivir con esta intensidad, porque es ahí donde nosotros aprendemos, no en las definiciones que todos sabríamos repetir casi perfectamente. No llegamos a ser menos racionalistas porque hagamos la crítica de la razón (como demuestra Kant). ¿Quién nos libera del racionalismo? ¿Quién nos educa para vivir la razón según todos sus factores, para conocer la realidad? Es lo que nos decía Giussani: «Esto se produce por un encuentro, por una relación», no por un empeño nuestro o porque leamos continuamente el libro sin más. ¿Por qué? Porque solo si vemos los hechos en el presente, podemos leerlos en toda su profundidad. En mi opinión, esto es decisivo para el camino que estamos haciendo, pues de otro modo perdemos aquello sobre lo que tanto ha insistido Giussani: que el punto de partida es el Acontecimiento como método, y que este Acontecimiento (el encuentro con la contemporaneidad de Cristo) potencia la evidencia elemental, potencia el uso de la razón, potencia el sentido de la realidad, potencia la libertad, potencia todo. Y esto es realmente decisivo porque, en caso contrario, un instante después, mañana mismo, estamos perdidos, esperando que la respuesta venga de un mayor conocimiento intelectual. ¡No! Porque si no usamos la razón de forma sana, no quiere decir que tengamos que ponernos a “aprender” mejor los contenidos del libro, sino que debemos vivir con sencillez el Acontecimiento cristiano que nos permite usar la razón como nos muestra don Gius.

 

*Textos extraídos de los apuntes de la Escuela de comunidad con Julián Carrón, Milán del 9 de febrero, 23 febrero y 9 de marzo de 2011

 

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