El arma ideológica del IS contra los enemigos del islam
¿Los bombardeos aéreos de Estados Unidos serán capaces de detener al Estado islámico? Esta pregunta se plantea en dos niveles semánticos: el primero es el avance físico de los guerrilleros del califato, el segundo se refiere en cambio a su difusión ideológica.
Por lo que se refiere a los resultados sobre el terreno, Estados Unidos y los miembros de la coalición anti-IS han ampliado sus bombardeos al área de Al-Raqqa, considerada la “capital” del autoproclamado califato, mientras que en Iraq fuentes gubernamentales hablan de casi 13.000 militares norteamericanos dispuestos a desembarcar en estos días en la base Speicher de Tikrit. En el Kurdistán los guerrilleros Peshmerga han llegado a reconquistar parte del terreno perdido los días previos gracias a las armas enviadas por los países occidentales. En el frente diplomático, el Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una resolución para frenar los flujos de guerrilleros extranjeros hacia Siria e Iraq. El documento, definido como “histórico” por el presidente Barack Obama, permite a los Estados aprobar leyes especiales para prohibir la expatriación a los individuos sospechosos de tener vínculos con los terroristas y castigar a los militantes a su vuelta a su patria. Según los datos proporcionados por el Consejo de Seguridad, los milicianos extranjeros a sueldo del IS ascienden al menos a 15.000, de los que 3.000 son de nacionalidades europeas.
Si por un lado la guerra sobre el terreno y en los ámbitos diplomáticos parece tener un discreto éxito, la verdadera batalla del IS, la ideológica, ni siquiera es tomada en consideración por las democracias occidentales, y mucho menos por los regímenes del Golfo, considerados por muchos como los verdaderos responsables del nacimiento del IS. Pero los hombres de Abu Bakr Al Baghdadi y sus simpatizantes no parecen preocupados por los bombardeos y las amenazas de una acción armada más consistente.
Los movimientos de los militantes del IS están guiados por razones históricas e ideológicas, y no por la estrategia militar normal. Un ejemplo de esta actitud es la reciente destrucción del santuario de Arbaeen Wali, situado en Tikrit, y de la Iglesia verde, uno de los monumentos cristianos más antiguos de Oriente Medio. Situado en la calle que une Tikrit, ciudad natal de Saddam Hussein, y Mosul, Arbaeen Wali es uno de los lugares de culto más importantes de la zona, y en su interior se custodiaban 40 tumbas de mártires del siglo VII d.C. La Iglesia verde, del siglo VIII, estaba gestionada por la comunidad siro-ortodoxa. Ambos eran lugares de peregrinación.
¿Qué otra cosa sino la conciencia de una superioridad ideológica puede llevar a un ejército cercado a perder tiempo devastando los símbolos culturales y religiosos de los enemigos?
Estados Unidos exultó cuando Osama Bin Laden fue capturado y asesinado en su refugio de Abbottabad en mayo de 2011, creyendo que había eliminado el mal de los males. Hoy un desconocido, Abu Bakr Al Baghdadi, probablemente ha cumplido el sueño de millones de musulmanes integristas: la creación del Califato y la reconquista de la tierra del islam. Millones de toneladas de bombas se han lanzado en Afganistán, Iraq y Siria desde 2001 hasta hoy, pero los datos actuales demuestran que tal vez hayamos perdido la guerra de las ideas.