El amigo del saxo de Bruce Springsteen

Cultura · Enrique Chuvieco
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27 junio 2011
Con su poderío con el saxofón, semejante a su humanidad, Clarence Clemons acentuaba las señas de identidad de la E Street Band, un grupo que, más allá del genio de su líder indiscutible, Bruce Springsteen, es un ramillete de talentos unidos por una forma de hacer y de contar-cantar música. Clemons era uno de ellos hasta hace unos días, que dejó a sus amigos para tocar sus solos de Jungleland, The rising o Spirit in the night en el cielo. ¿Quién no desea que este hombre vuelva a reunirse con sus amigos de la Banda de la Calle Este y haga tronar su saxo comunicándonos toda su pasión? Si existe este deseo, es que Algo o Alguien lo puede hacer realidad.

Tenía 69 años cuando el 18 de junio pasado moría de un infarto cerebral. Llevaba una década con dolores en los huesos y en los últimos meses le habían sometido a varias operaciones. Las últimas giras fueron especialmente dolorosas para él, y muchas veces tenía que sentarse para dar reposo a sus 130 kilos. Con todo, Springsteen no quería a otro saxofonista para acompañarles en sus giras. "El Jefe" se deshacía en mimos con el de Virginia delante de la audiencia: "Es el rey de Inglaterra, el señor del universo, el mejor músico que veréis jamás".

Se habían conocido en 1971, en una lúgubre noche de truenos cuando todos se buscaban la vida para tocar en cualquier tugurio: "Ellos (Clemons se refiere a Springsteen y al guitarrista Van Zandt en una entrevista a José Luis Fernández) sólo podían ver mi silueta iluminada por la luz de la tormenta. Así que le dije: ‘Hey, tío, ¿tú eres el tal Bruce?', y él asintió, y me miraba con cara de susto. Los demás se quedaron de piedra, en plan, ‘ooh, un tipo negro'. Recuérdalo, eran los 70, y no era algo nada habitual. Le dije: ‘Bruce, me gustaría sentarme contigo y hablar un rato'. Y me contestó: ‘De acuerdo, pero no me hagas daño' (risas). Después, todo se aclaró, y me invitó a tocar con su banda. Y entonces nos dimos cuenta de que teníamos algo especial, nos reconocimos el uno en los ojos del otro y supimos que nuestro destino estaba marcado. Y nunca he dejado de tener esa sensación cuando estoy con él en el escenario".

En aquellos años todo eran inconvenientes para salir adelante, y Clemons hacía honor a su apodo, "Big man", para hacerse respetar, como confesará en la entrevista a Fernández que recogemos en este artículo: "Bruce era claramente el líder, pero sin embargo muchas veces yo era el encargado de hacer el trabajo sucio y proteger al resto. Te pongo un ejemplo: cuando la E Street Band empezó, solíamos actuar como teloneros, como todos los grupos. Y muchas veces era en clubs de mala muerte, que los llevaban tipos bastante hostiles. Y lo normal es que tanto los dueños de los locales como las bandas principales quisieran jodernos. Y ahí es donde el Big man tenía que intervenir (risas). Muchas veces nos decían que teníamos media hora para tocar, y que si nos pasábamos un solo minuto, nos desenchufarían. Y entonces llegaba yo, me encaraba con el tipo en cuestión y le decía: ‘desenchúfanos, y esta noche dormirás en el hospital'" (carcajadas).

Paso a paso, la E Street Band iba recibiendo el beneplácito de crítica y público. Corría 1973 y presentaron Greetings from Asbury Park y The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle. Quedaban lejos los tonos grises de la infancia de Clemons, marcados por la situación política: "Era otra época, en el sur había mucha segregación, y las diferencias entre blancos y negros eran enormes. Tal y como yo lo veo, tenía dos opciones: quedarme allí, y seguir la senda que habían marcado para mí, o largarme y ser un hombre libre, escapar de ese sendero marcado. Y llegó el rock and roll, que estaba todavía en pañales, y yo creí en aquella música, supe que sería mi pasaporte a una vida mejor, y respondí a la llamada. Para mí, hacerme adulto significó eso: aprender a seguir mis sueños. Los he cumplido todos, y no creo que haya muchas personas que puedan decir lo mismo".

El hijo del reverendo baptista se fió de su corazón y reconoció a alguien excepcional en la potencia creativa de Springsteen y de la banda que comandaba. Como ocurrió cuando grabaron en un garaje su primer trabajo, Greetings from Asbury Park, en el que se desveló majestuosamente el mundo interior de "El Jefe" en cada tema. "Usaba muchas palabras -subraya Clemons-, metáforas muy complejas. La mayor parte del tiempo, yo ni siquiera sabía de qué diablos estaba hablando. Y dudo que él lo supiera (risas). Pero ni siquiera hablo del disco a nivel musical. Para mí, es un trabajo especial porque supuso dar el salto, pasar de ser un chaval a comportarse como un hombre. Cuando me uní a Bruce y grabamos ese disco, dejé atrás la vida que llevaba hasta entonces, y supe que no había vuelta atrás. Eso es lo que significa para mí".

Y en 1975 sucedió lo que muchos esperaban y pilló por sorpresa a Bruce, Clemons y al resto de la Banda de la Calle del Este: Born to run. Un éxito rotundo que el saxofonista practicante de rugby americano afirma que se debió a que la esperanza está presente en todo el disco y no sólo porque ese año terminara la guerra de Vietnam: "Es un tema universal. La esperanza era tan importante para mí en aquellos momentos como pueda serlo para un tipo de otro país que descubra el disco por primera vez este año. No está escrito desde el punto de vista de una estrella, de un triunfador. Sino desde el del hombre que sabe que hay algo grande en su interior, que se muere de miedo por fracasar, y que tiene que tomar una decisión. Nadie se atrevía a hablar sobre eso, y él lo hizo. Y todos se identificaron con ello".

Seguir esperándolo todo de la vida, porque cada día es un regalo espléndido, ¿es razonable cuando muere un amigo y compañero de fatigas como Clemons? Cuando se vive con un sí, a pesar del dolor de la pérdida, se continúa viviendo con esta certidumbre.

Con este anhelo anclado en la mirada y en el corazón, podemos decir que algún día se volverá a juntar Clarence Clemons con Bruce y la E Street Band, y volverá a romper el intermedio de Jungleland con su saxo al tiempo que miramos de reojo a Peter Falk, Colombo, porque está a punto de resolver el caso el lúcido, entrañable y querido detective.

Que descansen en paz ambos.

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