El aborto, un drama con muchas víctimas

En el Manifiesto de Madrid en defensa de la vida y dignidad humana, presentado en rueda de prensa en marzo de 2009, suscrito por cerca de 3.000 profesores de universidad, académicos, médicos de todas las especialidades, investigadores de diversas áreas de la ciencia y otras profesiones, decíamos que «el aborto es un drama con dos víctimas: una muere y la otra sobrevive y sufre a diario las consecuencias de una decisión dramática e irreparable. Quien aborta es siempre la madre y quien sufre las consecuencias también, aunque sea el resultado de una relación compartida y voluntaria». Hoy deberíamos añadir que también lo es para la sociedad española en su conjunto.
Lo de que el aborto es un drama parecen reconocerlo tirios y troyanos, proabortistas y sobre todo defensores de la vida. Creo que no ha de ofrecer ninguna duda que la primera víctima del aborto es el hijo que no nace. El aborto es no solo un atentado contra el don de la vida sino también contra la dignidad del ser humano en general. Si tenemos claro que cada vida humana, cada persona, desde la concepción se convierte en un fin en sí mismo, no puede ser tratado como un instrumento del que se puede disponer libremente. Eliminar un feto es fácil y cruel a la vez, se trata de un ser pequeño, menesteroso e indefenso.
La segunda víctima es la mujer que aborta, y aquí sobre el significado de la expresión drama, como en general sobre todo lo que atañe al lamentable asunto del aborto, los enfoques pueden ser diferentes, especialmente si a pesar de reconocer como algo negativo o trágico el hecho de abortar, se sigue defendiendo que eso se hace en aras del “progresismo” y de la “libertad” de la mujer. En estas circunstancias, se acepta el aborto como un mal menor frente a la continuación del embarazo, y se ejerce un deseo personal de liberarse de un embarazo no deseado o no esperado. Quienes mantuvimos una entrevista con la ex ministra de Igualdad Bibiana Aído, el 2 de abril de 2009, un par de semanas después de la difusión del Manifiesto de Madrid, recordamos la cara de no saber qué decir ante la pregunta que le formulamos: “¿por qué dicen ustedes que el aborto es un drama para la mujer?”. Tras un solemne silencio se nos lanzó el consabido “nosotras parimos nosotras decidimos”, no se atendieron las explicaciones científicas y médicas, y se nos despachó, no sin antes tildarnos de demagogos. La misma pregunta sigue sin contestación por parte de quienes propugnan el aborto, cuantas veces se les formula en foros de debate o tertulias.
Si se reconociese que realmente el aborto es un drama para la mujer habría que hacer varias preguntas más a quienes lo dogmatizan y sobre todo a las embarazadas que se lo plantean: ¿conoce bien la trascendencia personal de un acto que va a acabar de raíz nada menos que con la vida de su hijo?, ¿es realmente libre en su decisión de abortar?, ¿no se estará dejando llevar por un ambiente socio-político determinado?, ¿no estará siendo manipulada por una tercera persona?, ¿ha sopesado realmente las consecuencias de algo que la afecta personalmente? Fíjense que la afirmación de que el aborto es un drama se ha convertido en un tópico que a fuerza de oírlo sin profundizar en su significado y sobre todo en sus consecuencias, aboca en una decisión sobre la que no hay posibilidad de marcha atrás.
Se mire como se mire un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino un acto cruel de «eliminación de una vida humana», al que seguirá un drama psicológico que dejará una serie de secuelas afectivas y emocionales en la mujer que lo consiente y en particular un cuadro psicopatológico que se ha dado en llamar «síndrome postaborto», que se manifiesta con mayor o menor extensión en un cuadro depresivo, sentimiento de culpa, pesadillas recurrentes, alteraciones de conducta, pérdida de autoestima, etc.
Hay quienes realmente le dan sentido personal grave al aborto y piensan en que afecta al hijo que no nace y a la gestante que quedará psicológicamente afectada. La afectación psicológica a la madre debería hacer pensar a quienes defienden la aberración del aborto, pues de acuerdo con los estudios psiquiátricos desarrollados a nivel mundial, no existe evidencia de que el aborto resuelva ningún problema de salud mental de la madre ni pueden esgrimirse, con certezas empíricas, razones que aconsejen el aborto en ninguna circunstancia. Más bien hay evidencia de lo contrario, el aborto provocado, como un acto voluntario y consentido se convierte en un factor de riesgo para el equilibrio psicológico, especialmente en el caso de las menores o de mujeres que no desean abortar y lo hacen por presión de terceros. Desde las dos perspectivas pro aborto y provida, todos los estudios coinciden en que la madre que aborta requerirá un seguimiento psicológico, cosa que no se ha planteado en el momento presente en España.
También es posible que el significado de la expresión tenga diferentes interpretaciones para quien lo dice, según su grado de implicación en el problema. Hay quienes lo utilizan como un eslogan político, desde una equivocada posición progresista, o que lo usan como una concesión a la galería, muy habitual entre la mayoría de los proabortistas de salón y debate televisivo. Se trata de una defensa que nada tiene que ver con el auténtico progresismo, punto sobre el que Miguel Delibes nos regaló un artículo magistral publicado en ABC en diciembre de 2007, en el que señalaba: «Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí?».
El aborto es además una tragedia para la sociedad. Como declarábamos en el Manifiesto de Madrid “una sociedad indiferente a la matanza de cerca de 120.000 bebés al año es una sociedad fracasada y enferma”. Hoy constatamos que la Ley vigente, a derogar si continúa su trámite la reforma emprendida por el ministro Gallardón, ha añadido un elemento mayor si cabe de desprotección a la vida humana del no nacido, al elevarlo a la categoría de un método anticonceptivo más. El nosotras parimos, nosotras decidimos, unido al aborto libre durante las primeras 14 semanas tiene sus consecuencias y tal vez la más evidente es que se está convirtiendo en un método anticonceptivo más. De hecho, la tendencia en España parece ser esa, como lo demuestran los datos del Ministerio de Sanidad y del I.N.E. recogidos en el último informe del Instituto de Política Familiar titulado «El aborto en España hoy (1985-2012)» y según el cual en 2012, 9 de cada 10 abortos se han realizado “a petición de la mujer”, acogiéndose al derecho que le otorga la Ley de 2010 hasta la 14ª semana. Además, uno de cada tres abortos había sido precedido de otros abortos anteriores. De este modo, mientras en 2001 los abortos de mujeres que habían abortado más de una vez representaban el 24,5%, en 2006 la cifra ya había alcanzado el 31%, y en 2012 ascendió hasta el 36,2%.
La derogación de una Ley de Plazos y su sustitución por una Ley de supuestos, con la exigencia de garantías de su auténtico cumplimiento, debe traer como resultado una mayor protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, y un descenso notable del número de abortos. Ahora hará falta que se promueva una auténtica educación en el respeto a la vida humana, con todos los medios necesarios y que también se habiliten las ayudas psicológicas, económicas y sociales a las mujeres embarazadas que los necesiten.
Nicolás Jouve es presidente de CíViCa