El 5 es aprobado… raspado

Mundo · Antonio Amate
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8 mayo 2017
Durante las últimas semanas se ha hablado mucho sobre el nuevo Real Decreto que el Ministerio de Educación tiene que publicar para terminar de aclarar la evaluación final de la ESO y del Bachillerato. El protagonista del debate ha sido una cifra simbólica para la enseñanza, el tan maltratado 5. ¿Cuál era la sustancia de la polémica, el fondo de la cuestión?

Durante las últimas semanas se ha hablado mucho sobre el nuevo Real Decreto que el Ministerio de Educación tiene que publicar para terminar de aclarar la evaluación final de la ESO y del Bachillerato. El protagonista del debate ha sido una cifra simbólica para la enseñanza, el tan maltratado 5. ¿Cuál era la sustancia de la polémica, el fondo de la cuestión? Pues un enredo político motivado por la contramarcha en la aplicación de la LOMCE que el Ministerio de Educación aceptó desde comienzo del presente curso escolar para “facilitar” el diálogo en el nuevo Pacto de Estado por la educación. La LOE existe, está vigente, modificada por la LOMCE desde diciembre de 2013, aunque actualmente su aplicación está paralizada en aspectos tan relevantes como las condiciones para la obtención del título de Secundaria y del Bachillerato. Hemos llegado al estrambote de una convivencia indefinida entre lo viejo y lo nuevo, creando una situación ridícula e incomprensible. ¿Aprobado con menos de un 5? Pues sí, porque cumple los requisitos de titulación, o al menos así se explicará en el título de la ESO junto a una calificación inferior a 5.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Vamos por partes. El texto original de la LOE de 2006 era claro y generoso en relación a los requisitos mínimos para obtener el título de ESO. Se podía aprobar con dos asignaturas suspensas, e incluso tres excepcionalmente “cuando el equipo docente considere que la naturaleza de las mismas no le impide seguir con éxito el curso siguiente, se considere que tiene expectativas favorables de recuperación y que dicha promoción beneficiará su evolución académica”.

La LOMCE tenía como objetivo loable elevar un poco la exigencia de la evaluación final en esta etapa. Tan sólo un poco. Por ello, y para obtener el título de secundaria, era necesario alcanzar dos calificaciones de 5. El primero en el examen externo, “la archifamosa y siniestra reválida” y el segundo 5 en la ponderación entre la nota media de la ESO y esa prueba externa en una relación de peso entre ambas del 70% al 30%, siendo el 30% para la calificación de la prueba externa, en este momento desvirtuada y relegada a una especie de limbo, pues no tendrá efectos académicos.

Después viene el lío. Otro más. Cuando se quiere reformar lo reformado por la LOMCE sin claudicar ante el formato LOE primitivo. Y, además, con la emoción añadida de hacer todos estos cambios con el curso empezado. Todavía, a estas alturas de mayo, sigue sin estar publicado en el BOE ese Real Decreto que modifica a la actual LOE-LOMCE vigente y su sistema de calificación para la obtención de ambos títulos. Llegará en el último momento, como el 7º de caballería.

Como dije antes, a la espera de que seamos rescatados de este atasco monumental por un Pacto de estado educativo, “largo me lo fiais”, los restos legislativos de la LOMCE zombi se han transformado en obstáculos que hay que esquivar para poder transitar en los centros educativos a la hora de tomar decisiones. El famoso 5 final de secundaria es de los más folklóricos.

Cuando el Ministerio decide alterar lo previsto por la LOMCE para la obtención del título en la ESO con la intención de calmar las aguas en la agitada comunidad educativa, ¿no debería haberlo hecho “bien”? ¿No hubiera sido mejor, más operativo, la vuelta al texto original de la LOE sin más? De momento, claro. A la espera de acontecimientos. Porque mantener la calificación numérica en el título de secundaria conduce a decisiones tan extrañas como explicar un aprobado con menos de un 5 de media –un 4,8 es una situación posible– dado que se puede llegar a terminar 4º de la ESO con dos asignaturas suspensas o muy suspensas (siempre y cuando no sean a la vez Lengua y Matemáticas o la lengua cooficial). ¿No hubiera sido más fácil suprimir el numerito 5, conformarnos con el aprobado de antes y ahorrarnos este numerito?

Nos encontramos ante un episodio más de indecisión, de indefinición y de realpolitik del Gobierno del Partido Popular, todavía “grogui” por la paliza recibida en la pelea por la LOMCE. Aunque ahora se haya resguardado tácticamente detrás del argumento pactista para facilitar consensos, navega en un futuro no muy lejano hacia un nuevo y turbulento proceso legislativo, en el cual los otros parecen tenerlo muy claro y los propios no tanto, además, sintiéndose lastrados moralmente por el estigma de haber pisoteado con su LOMCE el sagrado lienzo de la educación única, pública, laica inclusiva y fuertemente descentralizada que la izquierda se afana tanto en tejer desde la LODE del 85.

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