¿Ejército o pueblo? China apoyará sus negocios
Hace unos días murió Mya Thwate Thwate Kaing, joven herida por la policía en Naipyidó, primera víctima civil tras el golpe de estado militar en Myanmar. Según los observadores internacionales, estamos ante una escalada de medidas represivas contra la población, que sigue saliendo a la calle para protestar contra el golpe y ya se teme que la situación pueda llegar a una guerra civil. Mientras, aumentan las acusaciones contra Aung San Suu Kyi, vencedora de las elecciones anuladas por los militares.
Según el padre Bernardo Cervellera, del Instituto Pontificio de Misiones y director de la agencia de prensa Asia News, “la situación por el momento es de espera por ambas partes. Tanto los militares como la población esperan saber quién de los dos contará con el apoyo de la comunidad internacional, por eso los militares han rebajado la violencia después de la muerte de esta chica. Se espera sobre todo una toma de postura por parte de China, que durante cincuenta años ha sido el mayor socio económico de Myanmar y que por el momento está guardando las distancias”.
Tras la primera víctima civil de las manifestaciones contra el golpe militar, Tom Andrews, enviado especial de la ONU a Myanmar, teme que la situación pueda descontrolarse aún más y llegar a desencadenar una guerra civil.
Quién sabe. La joven que ha muerto estuvo en el hospital varios días luchando entre la vida y la muerte. Creo que tanto una parte como la otra están esperando a ver con qué aliados pueden contar. La población está dando todos los pasos, no violentos e incluso irónicos, posibles (como la “campaña del coche averiado”: la gente paraba sus coches en las autopistas o en puentes, con el capó abierto, como si se hubiera averiado, para impedir el paso de los carros militares) pero saben que sin el apoyo de la comunidad internacional no podrán seguir adelante. Este apoyo ha llegado muy fuerte desde Naciones Unidas y también desde Occidente, pero poco desde el resto de Asia.
¿Y los militares?
Los militares han tomado el poder pero hay que decir que son mucho menos violentos que en 2007 o 1988, en las anteriores revueltas populares.
¿Por qué?
Porque ellos tampoco están seguros del apoyo que puede darles la comunidad internacional y los dos principales aliados económicos del país, Singapur y China, no se han expresado con claridad. China se ha distanciado ligeramente del golpe, que ya es algo. Pero habrá que ver cómo se mueve la comunidad internacional. El país está en una situación muy frágil y el apoyo a uno u otro es determinante.
Se ha hablado de la presencia de soldados chinos infiltrados entre las tropas birmanas.
Hay rumores pero no se han podido verificar, también se dice que han llegado armas de China. Pekín lo niega, habla de intercambios comerciales. Por otro lado, China siempre ha apoyado, desde hace cincuenta años, a la junta militar, probablemente en este momento se encuentra en una situación un poco más crítica porque debería distanciarse de los militares, pero China está tan involucrada en el comercio que al final dará su apoyo a quien le garantice la continuidad de sus relaciones económicas.
En el pasado, los monjes budistas estuvieron en primera línea en las revueltas, ¿esta vez?
No tanto como otras veces. Después de la revolución de 2007, el gobierno cambió todo su liderazgo. Ya no hay monjes guerreros sino monjes devotos que se dedican a sus oraciones y a la vida comunitaria, y no tanto al activismo social. Pero ha habido manifestaciones hasta en Mandalay, que es la ciudad donde el budismo es más conservador y tradicional, y donde los monjes también han salido a la calle.
Se ha criticado duramente a Aung San Suu Kyi durante la represión de la minoría musulmana, incluso se ha pedido la retirada de su Nobel de la paz. ¿Cómo valora usted su figura?
Tonterías. Ciertos países occidentales desconocen la complicada situación de este país. Creen que solo hay musulmanes, pero en Myanmar hay 136 etnias que han sufrido la misma violencia militar y nadie ha dicho nada. Las minorías birmanas les miran como a uno más, no como un caso especial. El otro elemento que se ignora en Occidente es que Aung ha hecho de mediadora entre el ejército, la población y la minoría. Condenarla por la violencia del ejército e intentar derribarla es una auténtica locura.