Entrevista a Josep Piqué

´EEUU está en una fase de repliegue desde hace años´

Entrevistas · Juan Carlos Hernández
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18 noviembre 2020
Conversamos con el exministro sobre la actualidad internacional marcada por la victoria de Biden en las elecciones. Habrá un cambio en las formas pero la tendencia de fondo es que los EEUU se concentren en sus problemas internos y en su pugna con China, afirma Piqué.

Conversamos con el exministro sobre la actualidad internacional marcada por la victoria de Biden en las elecciones. Habrá un cambio en las formas pero la tendencia de fondo es que los EEUU se concentren en sus problemas internos y en su pugna con China, afirma Piqué.

Ante la victoria de Biden muchos apuestan por una vuelta a la multilateralidad. ¿Es un deseo o una realidad?

Yo creo que está a mitad de camino entre los que piensan que nada va a cambiar respecto al camino iniciado por la administración Trump y los que creen que todo volverá a ser como antes. La verdad es que nunca vamos a volver al escenario propio de la segunda mitad del siglo XX con un mundo bipolar en el que Europa occidental y Estados Unidos eran aliados muy estrechos con un compromiso muy fuerte no solo con la Alianza Atlántica en términos de seguridad y defensa sino también en la defensa de unos valores construidos a partir de la conferencia de Bretton Woods y que fijaban un orden liberal internacional fundamentado en el multilateralismo, el libre comercio, la promoción del respeto a los derechos humanos y al derecho internacional. En definitiva, sobre la cooperación frente al otro bloque. Todo eso se fue diluyendo a partir de la caída del muro de Berlín y lo que hemos visto en las dos últimas décadas fundamentalmente ha sido una reorientación de la política exterior de Estados Unidos que ya no tiene como principal enemigo a la antigua Unión Soviética porque colapsó en el año 91 sino que ha ido progresivamente identificando como su principal adversario estratégico a China. Ya el presidente Obama hablaba del pivote asiático en la política exterior norteamericana y Estados Unidos mira cada vez más hacia el Pacifico. Además con la presidencia de Trump se ha ido debilitando el vínculo atlántico en la medida en que Trump no era partidario de la Unión Europea como proyecto político y, de hecho, estuvo promoviendo el Brexit. Al mismo tiempo Trump tenía una enorme desconfianza hacia la Alianza Atlántica por lo que interpreta como falta de compromiso por parte de los países europeos en esa defensa y seguridad común. Ahora creo que con el presidente Biden, desde luego, va a cambiar el lenguaje, la retórica va a ser menos brusca pero la tendencia de fondo va a seguir siendo la misma.

“EEUU mira fundamentalmente hacia el Pacífico y, por tanto, su principal interés exterior es ver cómo contiene la expansión de China”

Estamos prácticamente seguros de que va a haber un retorno de EEUU a los acuerdos de París, va a haber un lenguaje político más propenso a la búsqueda de la cooperación y a tener buenas relaciones con los aliados europeos pero EEUU está en una fase de repliegue desde hace ya años y quiere dejar de ser la potencia indispensable y estar presente en todos los conflictos, y se va a concentrar en sus problemas internos y en esa pugna con China en la que estrechará sus relaciones con aliados distintos de Europa. Estamos viendo ya cómo se conforma una especie de alianza en el Indo-Pacífico con países como Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur o India. En torno al nuevo centro de gravedad, que es el estrecho de Malaca y el sudeste asiático, y creo que este es el marco en el que nos vamos a mover durante la presidencia de Biden.

Y ante el nuevo contexto global, ¿qué papel debe jugar Europa?

Sin duda tiene que readaptarse y existen varias opciones. Una de ellas es limitarse a intentar no ser un campo de batalla entre los intereses de las dos grandes potencias y, por tanto, subordinarse a la superioridad militar pero también tecnológica y económica de EEUU y China en relación con la UE. Pero otros creen que es una oportunidad para que Europa gane autonomía estratégica y tenga una auténtica política exterior y de defensa común propia, de defensa de sus intereses y de sus valores buscando un espacio donde Europa pueda ser relevante en este nuevo escenario geopolítico.

“Aunque estemos más cerca de EEUU que de China, Europa debe buscar su propia autonomía estratégica”

¿Significa esto la equidistancia? ¿Quiere decir que intentemos ser una especie de tercer polo entre dos grandes superpotencias que están en pugna? Pues yo creo que eso debe matizarse. Desde el punto de vista de nuestra visión de la sociedad, de nuestra visión de la economía, de nuestra visión de cómo nos tenemos que organizar políticamente, estamos mucho más cerca de EEUU que obviamente de China. Esta no comparte ni nuestra manera de articular la democracia ni comparte la economía de mercado, basada en la iniciativa y la propiedad privada, y no comparte el concepto de sociedad abierta con la libertad y la dignidad de los individuos por encima de la arbitrariedad del poder político Así que en mi opinión Europa debe buscar su autonomía estratégica, tener su propia política en el ámbito tecnológico, geopolítico, comercial… Por supuesto, tiene que defender sus intereses pero debe saber también que en ese enfrentamiento siempre estaremos más cerca de EEUU que de China.

“Si EEUU y la UE van de la mano posiblemente sea más fácil derrocar el régimen de Maduro”

Venezuela es un tema que, por nuestros lazos familiares y de amistad, nos preocupa especialmente en España. ¿Cómo puede afectar la elección de Biden en el modo de afrontar la dictadura de Maduro? ¿Cuál debe ser la postura europea frente a esta tiranía?

Podemos ver una especie de aproximación estratégica al respecto de cómo abordar el tema de Venezuela entre EEUU y Europa. Porque EEUU había hecho una apuesta clara por la presión directa sobre el régimen de Maduro para conseguir su derrocamiento y la celebración de unas elecciones libres y en el caso de Europa lo que se plantea es la realidad, ese derrocamiento se ha visto que es muy complicado. Hemos reconocido al presidente encargado pero al mismo tiempo tenemos que reconocer la realidad que supone la continuidad del régimen y que por lo tanto hay que explorar diferentes vías para un objetivo común que compartimos todos y es que se puedan celebrar unas elecciones libres plenamente democráticas, controladas internacionalmente y que permitan recuperar la democracia en Venezuela lo antes posible y, por tanto, que permitan la reconstrucción de un país absolutamente devastado por un régimen que lo que ha hecho es transformar uno de los países más ricos de toda América en unos de los más pobres, con millones de exiliados y con unas condiciones de vida que tienen muy poco que ver con la dignidad, con la libertad y con la democracia. Yo creo que puede haber una mayor confluencia entre las posiciones de EEUU y la UE porque el objetivo común es sustituir el régimen de Maduro por un régimen plenamente democrático. ¡Ojalá sea lo antes posible!

En una reciente columna en El Mundo usted afirmaba sobre los fondos europeos que “no son fondos para gastar. Son para invertir en la modernización de las economías”. ¿En qué cree que se deben concretar estas inversiones?

Este es un tema enormemente importante porque además hay mucha confusión, muchas veces interesada, y no se han transmitido mensajes claros. Lo primero que tenemos que hacer es un esfuerzo para interpretar correctamente lo que significan los fondos europeos. Existen dos tipos. El primero son los fondos que pueden ayudar pero solo a través de préstamos, en buenas condiciones y a largo plazo, pero préstamos para ayudar a hacer frente al enorme incremento del gasto público y por lo tanto del déficit de la deuda asociada a la crisis del COVID. Ha habido que aumentar drásticamente el gasto y han disminuido los ingresos pero todo el mundo está de acuerdo en que de una forma u otra hay que parar el golpe. Otra cosa es que todos sepamos que al final habrá que volver a una senda de estabilidad presupuestaria y a una clara política de reducción del déficit, una vez pase todo esto, y volver a situar la deuda a niveles que sean gestionables. Y esos fondos ya existen, es el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). España ya ha recibido una importante cantidad de fondos, más de 21.000 millones, y se habla ahora de 6.000 millones más que sirven para cubrir los gastos del desempleo y de los ERTE, por decir de forma breve también algunas líneas de financiación de la banca europea de inversiones que por definición son créditos.

“Estos fondos no son un maná y tienen que ir acompañados de reformas en nuestra economía y de proyectos consistentes”

Y después hay otros fondos que son los de recuperación y resiliencia. Los famosos 750.000 millones de los cuales a España le tocarían aproximadamente 72.000 millones y que están repartidos más o menos una mitad en transferencias directas, lo que llamaríamos subvenciones, y la otra mitad en créditos; y esos fondos ya no son para aumentar el espacio de la política fiscal, no son para cubrir el incremento del gasto público ni para intentar que el déficit no crezca tanto, sino que deben de servir para invertir en futuro. ¿Eso qué quiere decir? Pues que no incrementan la capacidad de la política fiscal, lo que hacen es ayudar a financiar proyectos de inversión modernizadores de nuestro tejido productivo fundamentalmente en dos terrenos. Uno es la llamada “transición medioambiental y energética”, o sea, el camino emprendido hacia la promoción de las energías renovables y la descarbonización de la economía, lo que comporta unas inversiones ingentes y una transformación de nuestro tejido productivo muy importante y modernizadora, y después todo los recursos orientados a digitalizar nuestra economía, a incorporar lo que llamamos la cuarta revolución industrial a nuestro sector industrial, de servicios… en general al conjunto de la economía aprovechando al máximo las oportunidades de competitividad que ofrecen las nuevas tecnologías desde la inteligencia artificial al internet de las cosas, pasando por la redes 5G. Por tanto, son recursos para invertir y no para gastar. De este modo, se irán liberando en función de la calidad de los proyectos que se presenten, que tienen que ser aprobados por la comisión europea aunque antes pasen por el filtro de cada estado miembro. Y hay que repetirlo porque a veces parece que esos 750.000 millones, de los cuales nos tocarían 72.000, van a ser como una especie de maná que vendrá a resolver nuestros problemas.

Y si no son proyectos consistentes, ¿existe el riesgo de no recibir esos fondos?

Efectivamente, si la UE considera que no son suficientemente sólidos o consistentes o que no recogen compromisos claros la UE puede decir que ese proyecto no es financiable y, por tanto, se tiene que revisar y modificar o simplemente los recursos no van a llegar.

Dada la situación actual nos hemos visto obligados a aumentar de modo considerable el gasto público pero, poniendo un ejemplo de economía doméstica, me puedo endeudar para irme de vacaciones al Caribe o para pagar los estudios de mis hijos. ¿Podríamos hablar de una deuda “buena” y una deuda “mala”?

Yo creo que el ejemplo que usted ha utilizado para una familia se puede utilizar también para una empresa o para los estados. Evidentemente no es lo mismo lo que se hizo, por ejemplo, en España en la crisis anterior con el famoso Plan E que consistía en poner mucho dinero en la economía para que se gastara en cosas que después no tenían ninguna repercusión sobre nuestra competitividad y que lo que provocó fue un gran incremento del déficit y de la deuda y una enorme desconfianza de los mercados financieros sobre la capacidad de la economía española de devolver esos recursos; y la otra es efectivamente gastar los recursos para invertir en proyectos empresariales fundamentalmente, que lo que buscan es incrementar la competitividad de la economía y aumentar la confianza que puedan tener los mercados respecto a su capacidad para devolver los préstamos y reconducir la situación que como usted ha dicho nos obligaba a todos a gastar más. Pero es muy importante poner énfasis en que no vale cualquier gasto. Tienen que ser gastos que repercutan positivamente en la competitividad de nuestro tejido productivo porque sin esa competitividad al final no vamos a poder hacer frente a nuestra deuda y vamos a perder la confianza de los mercados en el momento en que el Banco Central Europeo en algún momento tome la decisión de que ya no puede comprar las deudas soberanas y menos en los países con menos capacidad para devolverlas, y de nuevo hay que hacer un ejercicio de rigor y responsabilidad y no dejarse llevar por cortoplacismo, por intereses electorales buscando contentar a determinados colectivos para que se puedan ganar unas elecciones. Esa es una perspectiva muy miope y negativa desde el punto vista estratégico para cualquier país.

“La reacción de Turquía se entiende en el deseo de Erdogan de ser una potencia hegemónica dentro del mundo suní”

Ante el episodio de las caricaturas en Francia por parte de un semanario satírico ha habido una reacción de Erdogan contra Francia que en ciertos aspectos parece una “sobreactuación”. ¿Qué busca Erdogan? ¿Tiene que ver con su deseo de liderar el mundo suní?

Turquía hace ya bastante tiempo –desde que ganó las primeras elecciones Erdogan como primer ministro, no como presidente que es ahora– que está cambiando su política exterior y en estos momentos el cambio ya es, desde mi punto de vista o al menos mientras Erdogan siga, completamente irreversible. Cuando el Imperio Otomano cae al final de la Primera Guerra Mundial (que supone la desaparición de cuatro imperios: el Imperio de los Zares, el Austro-Húngaro, el Alemán y el Otomano) el “padre de los turcos” Mustafa Kemal Atatürk decidió que el futuro de Turquía pasaba por la occidentalización de sus costumbres, por el carácter laico del poder político, por la separación entre política y religión y por aspirar a formar parte de Europa en el futuro. Hasta el punto de que efectivamente y todavía hoy formalmente Turquía es un país candidato a la integración en la UE. Erdogan ha cambiado completamente esta aproximación y está haciendo justo lo contrario que es volver a introducir la religión en la política y en la estructura del poder. La religión musulmana desde la perspectiva de Erdogan es la religión del Estado turco. Y ha renunciado en la práctica, aunque no formalmente aún, a formar parte de una UE a la que considera completamente ajena a los intereses de Turquía. Es cierto que la propia UE ha tenido una actitud en algunos momentos respecto a Turquía como mínimo ambigua. En cualquier caso, la decisión de Erdogan es clara y su visión geopolítica también. No se plantea como meta una Turquía europea sino recuperar el papel que tuvo durante el Imperio Otomano de puente entre Europa y Asia, y de potencia hegemónica dentro del mundo musulmán suní.

Por tanto esa política neo-otomana, en términos de política exterior, pasa también por recuperar esa área de influencia y ese papel hegemónico en el mundo musulmán suní. Se encuentra con la oposición de países como Arabia Saudita, Egipto, Emiratos o Bahrein… que no aceptan ese papel turco pero Turquía está reforzando esa voluntad neo-otomana no solo desde una perspectiva política o diplomática sino también desde una perspectiva militar. Por eso tenemos que encajar su posición en la intervención militar en el norte de Siria o ahora en Libia, o los conflictos sobre las aguas territoriales en el Mediterráneo oriental y por tanto con Grecia y Chipre. Ese es el contexto en que tenemos que interpretar la reacción de Erdogan frente al episodio de las caricaturas.

Ahí quiero decir una cosa muy simple. Yo puedo entender que para un musulmán creyente determinadas caricaturas puedan ser ofensivas. Pero me parece mucho más ofensivo matar en nombre de eso. Y me gustaría ver en algún momento algún tipo de pronunciamiento por parte del señor Erdogan.

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