Echar a Sánchez no es suficiente
PP y Vox han dado un vuelco en las urnas municipales y autonómicas. La derecha ha sumado casi ocho millones de votos. Los dos partidos mayoritarios habían planteado las elecciones de este domingo como una primera vuelta de las generales. Planteamiento que, desgraciadamente, ha dejado prácticamente de la lado la política regional y local, la política más cercana al ciudadano y la menos crispada. En el nivel local, en poblaciones pequeñas e intermedias, las discusiones públicas tienen que ver con el alumbrado, la limpieza o el entramado urbano.
Sánchez quería ganar un plebiscito sobre su gestión como presidente del Gobierno y lo ha perdido de forma clara. Las elecciones municipales son las primeras elecciones en las que todos los españoles hemos votado desde las del 2019. Y aunque los resultados no son totalmente extrapolables, el PP ha sacado 750.000 votos más. Sánchez genera un amplio rechazo. Es muy probable que sea expulsado de Moncloa en las próximas elecciones generales de julio. Y es bueno que sea así. Pero no se superará la polarización de forma automática cuando ese cambio se materialice. Será necesario recuperar la confianza en las instituciones, construir un nuevo constitucionalismo, acercar la política a la vida real.
El retroceso de la izquierda y el ascenso de la derecha, del PP y de Vox, provoca un importante cambio en la distribución del poder territorial. No va a gobernar, como pedía Feijoo, la lista más votada. Va a ser interesante ver cómo quedan las alianzas entre los dos partidos de la derecha y, sobre todo, qué política hacen en las Comunidades Autónomas los nuevos gobiernos. Si la derecha se aleja del centro puede frenar su progresión.
En cierto modo se acaba aquí el ciclo iniciado el 15-M. Se consuma la desaparición de Ciudadanos. Un partido que podría haber sido útil y que se suicidó. Podemos es duramente castigado. Los nuevos partidos no han sabido vertebrar el deseo de otra forma de hacer política. La articulación política del movimiento de los indignados hace doce años se agota. Aquellas protestas pacíficas querían promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP, una auténtica división de poderes y otras medidas que mejorasen el sistema democrático. Muchas de aquellas aspiraciones siguen sin cumplirse. La calidad de nuestras instituciones ha seguido empeorando desde entonces. Y la distancia entre los ciudadanos con los partidos, el Congreso y el Gobierno. La peor noticia de este domingo es el avance de Bildu, normalizado como una fuerza que disputa la hegemonía al PNV en el País Vasco.
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