Editorial

Dos batallas europeas ineludibles

Mundo · PaginasDigital
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11 mayo 2014
¿Por qué votar? La pregunta no tiene nada de retórico. Entre muchos ha cundido la idea de que los 766 señores y señoras que se sientan en la Eurocámara son una especie de adorno. 

¿Por qué votar? La pregunta no tiene nada de retórico. Entre muchos ha cundido la idea de que los 766 señores y señoras que se sientan en la Eurocámara son una especie de adorno. El voto en blanco, que no la abstención (una forma seria de irresponsabilidad) puede ser legítimo. Pero en ningún caso es justificable argumentando que lo que sucede en el Parlamento Europeo es irrelevante.

En las sesiones que se celebran en Estrasburgo y Bruselas se libran dos importantes batallas que nos conciernen a todos. Una es muy concreta, otro tiene más que ver con lo simbólico. No hay que despreciar la segunda. Las imágenes en política cuentan mucho.

Vamos con lo más tangible. En la pasada legislatura (2009-2014) han entrado en vigor las modificaciones del Tratado de Lisboa que amplían las competencias del Parlamento Europeo. Su capacidad para “co-legislar” con la Comisión y para limitar las decisiones del Consejo se ha ampliado. Las nuevas competencias le han permitido jugar un papel nada despreciable en un momento complicado de la construcción europea.

Desde que se puso en marcha la Comunidad del Carbón y del Acero (1951), siempre ha habido movimientos centrífugos para restar velocidad al proceso de integración. En una situación de crisis como la que vivimos es lógico que esas tendencias se hayan incrementado. Hemos visto en los últimos años cómo el Consejo Europeo a menudo decidía con criterios nacionales. El Parlamento Europeo ha sido un freno claro para poner cierto límite a la inercia disgregadora.

Dos ejemplos lo ilustran. Uno ha sido la aprobación del presupuesto plurianual y el otro la puesta en marcha de la unión bancaria. Todos los proyectos federales o confederales del mundo cuentan con un presupuesto con peso sobre el total del PIB de la economía federalizada (11 por ciento Suiza, 25 por ciento Estados Unidos). Pero en Europa estamos todavía en el 1 por ciento. El Consejo Europeo determinó que ese presupuesto en el período 2013-2020 descendiera un 3,5 por ciento. Sólo la resistencia del Parlamento ha permitido que el recorte se viera compensado de algún modo con una gestión más flexible: si sobra dinero no se va a devolver a los estados, como sí hasta ahora. Una mayor federalización puede aumentar la subsidiariedad horizontal.

Algo similar ha ocurrido con la unión bancaria. Ha sido el “gran invento” de Europa para hacer frente a la crisis. La cumbre de verano de 2012 aprobó un modelo de unión bancaria que podría servir para rescatar a las entidades financieras (uno de los lastres más serios de nuestra economía) de forma conjunta. Pero enseguida Alemania decidió cambiar lo aprobado y descafeinar el acuerdo. Ha sido el trabajo del Parlamento Europeo el que ha permitido que Alemania y el resto de los estados reduzcan su importancia en la dirección de la unión bancaria y que el fondo para rescate que incluye se dote más rápidamente.

Presupuesto y unión bancaria ilustran cómo no votar o votar a los partidos minoritarios (el eurodiputado español de UPyD no ha estado adscrito a ningún grupo parlamentario) supone alimentar la disgregación nacionalista, que al final supone menos libertad.

Llegamos a lo simbólico. En el Parlamento Europeo se discuten muchos textos que no tienen valor normativo. Son declaraciones de intenciones que van creando mentalidad. Esta es la segunda batalla. Los promotores de los llamados nuevos derechos (deconstrucción antropológica) utilizan la Eurocámara como altavoz. Se enfrentan a los que todavía defienden una imagen de la persona más acorde con las tradiciones hasta ahora vigentes en el Viejo Continente. Esta legislatura se han votado dos informes que también son muy clarificadores. Uno es el Informe Estrela. En consonancia con la pretensión de algunas agencias de Naciones Unidas, el texto pretendía consagrar el aborto como un derecho sexual. No salió adelante por la oposición de un grupo importante de diputados del PPE. El otro es el Informe Lunacek. Un pronunciamiento que, en nombre de la lucha contra la homofobia, supone una seria limitación para la libertad de expresión de los que defienden el valor de la diferencia sexual. Este último sí ha salido adelante. Afortunadamente, de momento, no es derecho positivo.

No son cuestiones, ninguna de ella, de menor cuantía.

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