Don Giussani y el desafío de don Quijote

Sociedad · Emilia Guanieri
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3 enero 2023
“La libertad es uno de los más preciosos dones que los hombres dieron los cielos”, escribió Cervantes. Un desafío que Luigi Giussani se tomó en serio.

La actualidad ha vuelto a subir a la palestra el tema de la libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”, decía don Quijote a su fiel Sancho, añadiendo: “por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Un bien inigualable. Pero un bien tan universal como paradójicamente divisorio en estos tiempos.

Todos reivindican la libertad, todos se erigen en sus paladines, todos la invocan justamente. Libertad para no vacunarse, libertad para reunirse y manifestar tus convicciones, libertad para ejercer tu derecho de propiedad sobre tu casa ocupada, libertad para acceder a sustancias estupefacientes, libertad para morir dignamente en lugares y plazos previstos para ello. Pero también libertad para tener una patria donde vivir en paz, libertad para educar a tus hijos según tus propias convicciones, libertad para organizarse y responder a las necesidades, libertad para practicar la religión en la que crees. Además, hace unos días el Papa pedía en Baréin que “la libertad religiosa sea plena y no se limite a la libertad de culto; para que la misma dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona”.

Suena con fuerza el grito de los que hoy piden libertad, ¡pero cuántos conflictos existen hoy relacionados con ella y con su ejercicio! Basta como muestra el debate sobre la legitimidad de las fiestas rave y las libertades vinculadas a ella, sobre todo después de la tragedia de jóvenes que mueren al pasarse con el consumo de ciertas sustancias. Por no hablar del tema de la libertad cuando se habla del derecho a la vida. ¿Qué hacer ante estos conflictos?

Nos enfrentamos sin duda a la exigencia de imaginar una sociedad capaz de darse reglas que nazcan de un ejercicio democrático real, con un respeto valiente y leal a las mayorías, con sentido común y pasión sincera por el pluralismo, con capacidad de mediación y, por qué no, de compromiso. La historia pasada y reciente documenta que estos factores no han hecho bien a la humanidad. Han construido, ¿pero de qué hablamos cuando usamos el término “libertad”?

La libertad es casi una obviedad. No hace falta definirla. Se reconoce en la experiencia. Pero para que pueda existir realmente ese bien al que se refería Cervantes hace falta que “circule” por la vida de los hombres, que constituya el tejido de las relaciones, que se valore como el bien supremo, como “uno de los más preciosos dones”. Hacen falta personas que conozcan la libertad, que la hayan saboreado. Los legisladores y los que se encargan de hacer respetar las leyes tienen sin duda una tarea grave y una responsabilidad inmensa. La tarea de escuchar y leer la realidad, de garantizar que haya espacio para todos, de respetar las diferencias, de favorecer una respuesta plural a las necesidades, de permitir que todos tengan derecho a la vida, a la educación y al trabajo. ¿Pero hay algo que nosotros, que no somos políticos ni legisladores ni fuerzas del orden, podamos hacer para que la libertad se afirme y siga viva?

Podemos jugar cada día la partida de nuestra libertad y convertirnos en simples testigos de ella. Tenemos un maestro del que aprender los movimientos en esta partida. Don Giussani, en el año del centenario de su nacimiento, fue un gran amante de la libertad, uno que lo apostó todo por la pura libertad. Giussani tenía muy presente que “la palabra que define la grandeza humana ante la realidad entera es la palabra libertad”. Y para él, “la libertad es el deseo de una satisfacción completa y cumplida”. Esa satisfacción es justamente lo que no podemos dejar de buscar, nadie puede separarnos de este deseo. Existen hombres y mujeres que saben qué es la libertad. Como los ucranianos que salen a la calle, jugándose la vida, para defenderla, como las mujeres de Irán que rechazan la represión y la injusticia, pero también los enfermos que testimonian con su alegría que se puede ser libre hasta en una silla de ruedas. Son esas personas que en la sencillez de su vida cotidiana saben mirarte con la libertad de quien no pretende nada pero te quiere, y si puede te acompaña en tu necesidad. Esa es la libertad que acontece como experiencia y que vale la pena seguir. Estas experiencias custodian el bien de la libertad para que no se pierda su sabor y se pueda construir a partir de ella.

 

artículo publicado en: https://www.ilsussidiario.net/editoriale/2022/11/7/don-giussani-e-la-sfida-di-don-chisciotte/2435531/

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