Divide, Pedro

España · Francisco Pou
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17 julio 2014
Dividir es, en matemáticas, una operación de separar en partes. En sociología consiste en desunir lo que está unido. Julio César y Napoleón lo tenían muy claro: “divide et impera” o “divide y vencerás”. Lenin también. Pedro Sánchez, no. César y Napoleón hablaban, sobre todo, de matemáticas, no de intrigas.

Dividir es, en matemáticas, una operación de separar en partes. En sociología consiste en desunir lo que está unido. Julio César y Napoleón lo tenían muy claro: “divide et impera” o “divide y vencerás”. Lenin también. Pedro Sánchez, no. César y Napoleón hablaban, sobre todo, de matemáticas, no de intrigas. Dividir una centuria enemiga en partes puede ser una buena táctica, sea propia o ajena, según sea un ataque o una defensa. Lenin, más que soldados, tuvo intrigantes para intrigar.

Con Pedro Sánchez vimos un PSOE a punto de repetir una función, la función de Zapatero; aquel personaje improvisado que llegó en aquel momento y nos dejó en aquella situación. A punto, pero no. Probablemente en el PSOE no es que haya ganado el liderazgo Pedro Sánchez; es que lo han perdido Madina y Pérez Tapias, dos opciones que a la base de la estructura militante llevaba a rememorar aquellos años de “zapateradas”. En cierta ocasión, el ex presidente Zapatero, antes de que ni sospechase llegar a ser presidente, me confesó que uno de los libros que más le habían impactado fue la autobiografía de Groucho Marx. A mí esa confesión también me impactó. Groucho es un personaje que trasciende sus guiones; es también una actitud ante la vida, un talante escurridizo, la parodia de un sentido común hasta el absurdo sin sentido alguno, la comicidad de la lógica: “Nunca entraré en un club que admita a alguien como yo como socio”.

El PSOE tiene un “pequeño” ajuste de identidad pendiente, algo así como quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Es un partido con la bandera del socialismo. Pero un socialismo, como decíamos, de salón, de líderes con corbatas muy Zara y gafas de pasta muy de gusto metrourbanotelevisivo. Las gafas le jugaron una mala pasada a Hollande, por no militar con ellas y caer en la tentación “á la mode”. El chauvinismo no perdona en Francia ni en las gafas. Quizá para muchos socialistas españoles el enemigo más peligroso es Pedro Sánchez. Pedro Sánchez es dividido. Y no vence. Como aquel personaje de semblante gris verdoso que sembraba discordias entre los galos, un “Detritus” profesional que ha logrado, de entrada, nuevos enemigos donde antes el partido no los tenía. Me refiero a Europa, donde “hay” que votar no a Juncker sencillamente “porque nunca le han hecho campaña”. Una de esas afirmaciones circulares que pueden acabar deduciendo que “llueve porque es jueves”.

El socialismo tuvo su gran victoria en la Unión Soviética, empezando por una Revolución de Octubre, socialista, pero con un enemigo claro: los socialistas. Los socialistas mencheviques, bolcheviques, trotskistas y revisionistas: una división multicelular que acabó con todos ellos. La Revolución se convirtió en un Partido fuerte. Tan fuerte que la realidad no era la revolucionaria, sino la que dictaba el partido. La infalibilidad revolucionaria no era, como la papal, una verdad propuesta. No. Estaba refrendada por el Gulag como alternativa a Siberia.

De momento tenemos a un Pedro Sánchez sin despacho, un líder sin equipo, un ejecutor sin ejecutiva: un pollo por hacer. Veremos quién divide y quién agrupa, si el vencedor consigue vencer, si la división es para atacar o es para defender. Porque nunca antes el partido había estado tan dividido: geográficamente con debates de territorio, ideológicamente con la impostación de Podemos y en táctica, el absurdo “grouchiano” en Europa. Siempre me ha parecido a mí impostada también, la postura de “preocupación” por el partido contrario, como tantos en el PP que “añoran a Rubalcaba”. Divide y vencerás. Algún día en el PP echarán de menos a Pedro Sánchez. Ahora les viene muy bien. El día en que echen de menos y añoren a Pedro Sánchez, seguramente hablaremos de Groucho también. Y por supuesto del PP, qué le vamos a hacer.

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