Entrevista a Jordi Amat

´Distingamos a Cataluña dentro de la Constitución´

España · Fernando de Haro
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18 octubre 2017
Jordi Amat se ha distinguido en los últimos años por ser un joven y agudo historiador de las ideas y de los procesos culturales que se viven en España. Hace dos años escribió “El llarg procés. Cultura i politica a la Catalunya contemporania (1937-2014)”, un libro que revisitamos en esta conversación.

Jordi Amat se ha distinguido en los últimos años por ser un joven y agudo historiador de las ideas y de los procesos culturales que se viven en España. Hace dos años escribió “El llarg procés. Cultura i politica a la Catalunya contemporania (1937-2014)”, un libro que revisitamos en esta conversación.

¿Esto qué está pasando en Cataluña tiene causa solo en la corrección que hizo el Constitucional al Estatut o es un largo proceso que comienza en la transición o quizás antes?

Me pides una respuesta para lo que creo que va a ser el tema más importante de toda mi generación. No es nada fácil. Me pareció que echar la culpa solo a la sentencia del Constitucional sobre el Estatut era una explicación muy esquemática. La ciudadanía catalana no se puede dormir un día autonomista y despertar a la mañana siguiente independentista solo por una sentencia que la mayoría no leímos porque entonces no teníamos el conocimiento suficiente, Me parece que había muchas variables que se debían tener en cuenta. Una de ellas era el pujolismo, como un proyecto descaradamente nacionalizador que fue votado por la mayoría de los catalanes durante muchos años y que pasado el tiempo ha tenido unas determinadas consecuencias.

Sin pujolismo no habríamos llegado hasta aquí. ¿Pero Pujol hubiera llegado hasta aquí?

Me parece que has formulado una distinción muy precisa. El pujolismo en gran medida llegaba hasta aquí, pero es altamente probable que Pujol –que también era un político muy experimentado, muy consciente de la correlación de fuerzas– hubiera entendido que llevar el autogobierno catalán a este extremo era altamente perjudicial para sus propios intereses, no personales sino para la solidez del Gobierno catalán. Creo que era demasiado listo como para que la situación se le desbocase de esta manera.

En tu libro aparecen debates intelectuales de altura entre ese nacionalismo o pujolismo y la izquierda que existió hasta un determinado momento y ya no existe. ¿En qué momento desapareció ese sujeto que hacía oposición consistente, en el terreno de las ideas?

Tampoco hay una respuesta unívoca para eso. Hay un instrumento que hubiera sido muy útil, que lo fue durante el franquismo, como en el antifranquismo, que fue el PSUC, el partido de los socialistas catalanes, un partido catalanista y despreocupadamente español. Era un partido de izquierdas. La desaparición de ese partido crea un vacío que no ha sido rellenado completamente. La alternativa más sólida a lo que ha pasado es en realidad la que propuso, a mi modo de ver, el PSC de Maragall. El proyecto de reforma estatutaria de Maragall, que empieza a tomar forma en los años 98-99, es un proyecto españolista en el mejor sentido de la palabra. Es la propuesta clásica del catalanismo que, desde un rincón del Estado, del país, piensa otro modelo para España. El problema es que Maragall –y este es un asunto que a medida que pasa el tiempo cada vez lo veo más claro y me parece más relevante– no pudo controlar el proceso de reforma tal como él lo había pensado, un proyecto institucionalista, españolista, regeneracionista. Pierde el control en la comisión que está redactando el Estatut, y esa pérdida de control hace que el Estatut se convierta en un mecanismo de soberanización de la población catalana. La idea del derecho a decidir se incrusta entonces en la política catalana, hablo de los años 2005-06, y no hemos salido de allí.

O sea, que hasta 2005-06 había posibilidad de que la cosa se hubiera encauzado de otra manera. Pero el PSC, en el momento en que forma el tripartito y dice sí al último Estatuto, en ese momento deja de ser esa fuerza alternativa.

Aquí cuentan muchas cosas, cuenta la aritmética parlamentaria, cuentan los personajes que están en el juego. Estos días, que han sido días de imposibilidad para concentrarse pero de un intento constante de entender cómo hemos llegado hasta aquí, he releído tanto las memorias de Aznar como las de Pujol y los dos insistían en un momento que hemos olvidado. Es un momento más o menos en torno al año 2000-01, en que ambos tienen reuniones privadas, en las que Aznar le propone a Pujol, como salida al conflicto territorial catalán, una entrada en el gobierno de Madrid con ministerios importantes. Pujol, como había hecho con Suárez y González, dice que no. Para Pujol es más importante la nación que el Estado. Esta es una de las explicaciones de cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Qué propuso Pujol entonces? No una reforma del ordenamiento constitucional, ni de la Constitución ni del Estatuto, sino una determinada lectura que potenciase la distinción entre nacionalidades y regiones, y ni uno ni otro se pusieron de acuerdo. Actuaron como lo que eran, líderes nacionales con clara voluntad de actuar como tales, y allí hubo un bloqueo. Y estamos hablando del año 2000. El Estatut fue la respuesta catalana a ese bloqueo, y salió mal. El problema es que salió mal para todos, porque la situación actual es mala para todos.

A ese punto cero es difícil volver.

Sí, es muy difícil volver. Todo se inició con una crisis constitucional, una hipotética reforma de la Constitución no es la solución.

Se podría reconocer un federalismo asimétrico.

En la Constitución del 78 había un potencial, que es el de la distinción entre nacionalidades y regiones, que no habría de implicar naturalmente desigualdad alguna en derechos. Darle cuerpo a esa distinción es una buena salida. De hecho, es la salida que propuso Herrero de Miñón. Eso permite decir: yo soy una autonomía que está dentro de la Constitución, pero soy “otra” autonomía. ¿España es o no un país plural y complejo? Es muy difícil decir que no lo es. Articulemos una fórmula útil para todos, a partir de ese esquema, que es muy bueno.

¿Y eso todavía tendría alguna posibilidad? El catalanismo no rupturista ha desaparecido.

Sí, ha implosionado completamente. Ese es el problema, que nadie asume ese legado histórico como una vía de salida para el futuro inmediato. Es cierto.

Ya no hay Unió, de Convergencia queda poco y lo que queda…

El PSC es un partido secundario, y eso nos deja en una tesitura en la que no parece que haya una buena salida. Trabajemos para que exista.

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